Violencia de género

¿Por qué son tan violentos los crímenes machistas? "Hay una descarga de ira que busca dominar y aniquilar"

Psicólogas, profesoras universitarias y fiscales explican que la mayoría de feminicidios tienen un denominador común: la brutalidad del agresor, cuyo objetivo es acabar con su pareja, su posesión

Dos presuntos asesinatos en 24 horas elevan a 36 los feminicidios machistas en 2024

Una joven, en una manifestación feminista en Barcelona.

Una joven, en una manifestación feminista en Barcelona. / Jordi Cotrina

Olga Pereda

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Atropellarla hasta la muerte, asestarle más de diez puñaladas en el cuerpo, matar a dos mujeres con minutos de diferencia, prender fuego a una furgoneta pensando que su novia estaba dentro… Los crímenes machistas tienen un denominador común: la extrema violencia que emplean los agresores. Históricamente, siempre ha sido así. Ana Orantes, la víctima que cambió la mirada social frente a los feminicidios en España, fue quemada viva a manos de su marido en 1997. Ana, y la mayoría de víctimas mortales del machismo, son asesinadas de manera extremadamente cruel. ¿Tiene alguna explicación semejante salvajismo?

Profesora del máster de Psicología criminal y forense de la Universitat de Barcelona, Alba Alfageme explica que los feminicidios, como todos los asesinatos donde hay un vínculo emocional, se caracterizan por tener un plus de agresividad. “No es un homicidio callejero que se produce, por ejemplo, después de una pelea. No es una situación de violencia de un igual frente a un igual. No es un enfrentamiento en el que solo puede sobrevivir uno de los dos. Es un asesinato premeditado y con un objetivo muy claro: acabar con ella, destrozarla físicamente y aniquilarla. El agresor descarga toda su ira y odio. Es tan visceral, precisamente, porque hay emociones vinculadas”, subraya la psicóloga, especializada en violencia machista.

"El agresor descarga toda su ira y odio. Es tan visceral, precisamente, porque hay emociones vinculadas”

— Alba Alfageme, profesora universitaria

"¿Cuál es el último poder que tienen los agresores? Matar a sus víctimas"

— Isabel Muntané, coordinadora del máster de género y comunicación de la UAB

Esta semana, la policía ha detenido a un hombre en Alicante después de que prendiera fuego a una furgoneta pensado que su mujer cestaba dentro (no lo estaba). A principios de septiembre, un hombre asesinó a puñaladas su novia en Castellón, donde el año pasado hubo otro crimen similar. En cuestión de horas, otra mujer fue asesinada en Vallecas (Madrid) después de que su pareja la arrollara en coche y la estampara contra el suelo. En agosto, el exnúmero dos de la Policía Nacional en Catalunya mató a tiros en Rubí a su pareja y después condujo hasta Castellbisbal y tiroteó a su exmujer.

Voluntad de matar

No son asesinatos instrumentales, en los feminicidios hay voluntad de matar. Todo se enmarca en la dominación patriarcal, es una manera de decir ‘aquí mando yo’”, subraya Gemma Altell, psicóloga especializada en violencias y codirectora de la consultora de género G-360. “Es un ejercicio de dominación y poder”, añade.

Todas las expertas corroboran que los feminicidios no se producen tras un impulso del agresor sino que responden a una planificación cruel. “Los agresores llevan mucho tiempo haciendo daño a sus víctimas, pero esa violencia no les ha funcionado porque la víctima sigue viva. Sienten que pierden el poder, especialmente cuando la mujer les anuncia su intención de terminar la relación, así que ¿cuál es el último poder que tienen? Matarlas”, subraya Isabel Muntané, periodista y coordinadora del Máster de género y Comunicación de la Univseristat Autònoma de Barcelona (UAB). La docente añade que, históricamente, los hombres han sido educados en la violencia mientras que las mujeres han recibido otro tipo de enseñanzas, más dirigidas a la negociación, los pactos y el diálogo.

"Los agresores se piensan con el derecho a matar. Hay ira y desquiciamiento. Hay una carga extra de furia"

— Violeta García, psicóloga

"Al agresor le invade la rabia porque piensa que ya no será poseedor de su mujer, su objeto"

— Susana Gisbert, fiscal especializada

Crueldad extrema

Fuera de la esfera del machismo letal, es raro encontrar un asesino que aseste una docena de puñaladas a su víctima. La crueldad es una marca que distingue la violencia de género. “Son casos en los que hay detrás una planificación. Es una manera que tienen los agresores de reafirmarse, se creen con el derecho a matar. Hay ira y desquiciamiento. Hay una carga extra de furia”, describe Violeta García, psicóloga especialista en violencias y miembro de AADAS (Associació Assistència Dones Agredides Sexualment). La experta insiste en que los agresores tanto sexuales como machistas experimentan la necesidad de sentirse fuertes y poderosos. “Un crimen machista es la máxima expresión del odio. El agresor piensa que goza de una posición de poder. Es lo mismo que pasa en una guerra”, añade García.

Componente emocional

Los agresores machistas se recrean en la violencia. Se enseñan. Sin embargo, la fiscal especializada en violencia de género Susana Gisbert matiza que el ensañamiento, en términos estrictamente jurídicos, es otra cosa. "Imaginemos que un agresor asesta 12 puñaladas a su víctima. Si ella muere tras la primera puñalada, ningún juez podría considerar el ensañamiento como agravante porque el ensañamiento es aumentar deliberadamente el dolor de la víctima", explica.

Gisbert confirma que los asesinatos machistas son tan crueles y violentos porque son delitos con componente emocional. Muchos de ellos tienen lugar cuando la víctima manifiesta su deseo de separarse o divorciarse. “Al agresor le invade la rabia porque piensa que ya no será poseedor de su mujer, su objeto. De hecho, muchos se suicidan después porque saben que no tienen nada. Han matado su posesión y ahora no tienen nada”, concluye la fiscal.

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