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Aparecen, se adaptan y persisten: por qué tienen éxito las teorías de la conspiración
Los expertos apuntan que "sentimientos de miedo, incertidumbre y estar sin control" llevan a creer en conspiraciones durante periodos de crisis
Mitos que hay que desterrar para prevenir ahogamientos y disfrutar de baños seguros
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Neus Suñer
Que la realidad no te estropee una buena historia es una frase que, de tanto parafrasearla, ya no sabemos muy bien quién la dijo ni cómo la dijo. De hecho, es poco probable que sepamos si realmente se dijo, pero aun así forma parte de nuestro imaginario colectivo. Nos pasa un poco lo mismo con las teorías de la conspiración. Quién no ha pensado, durante una fracción de segundo, que quizá el hombre no llegó a la Luna. O que el intento de asesinato a Donald Trump fue un montaje. O que el covid-19 se creó a propósito en un laboratorio.
Las pruebas demuestran que nada de esto pasó, pero hay gente que elige creer. No es nada nuevo, aunque las historias vayan cambiando. Algunas, como los Illuminati o el terraplanismo, perviven a lo largo del tiempo. Otras, como el 5G o los chemtrails, se han desarrollado a partir de los avances tecnológicos de los últimos años. Sea como sea, la gran mayoría tienen en común varios elementos, como explica a Verificat Albert García, doctor en sociología por la Universidad Complutense de Madrid.
Las teorías de la conspiración implican a gobiernos o grandes compañías (como farmacéuticas o tecnológicas) y a determinados grupos sociales
Principalmente, impugnan aquello sobre lo que hay consenso, lo que construye la verdad, hacen “una crítica a unas élites dominantes” que supuestamente existen en la sombra y tienen “una comunidad alrededor que retroalimenta esas creencias y las amplifica”, enumera. Los conspiranoicos, amplía el experto, tienen además “una filosofía neoliberal del sapere aude – es decir una reinterpretación individualista del ‘atrévete a pensar’ kantiano – y se ven como ‘investigadores’”, lejos de la concepción de “borregos” sobre aquellos que siguen lo que dicen las instituciones o consensos científicos.
A lo largo del tiempo, hay otro elemento común que se repite: las épocas de crisis. Los investigadores Jan-Willem van Prooijen y Karen M Douglas concluyeron en un estudio que los “sentimientos de miedo, incertidumbre y estar sin control” llevan a creer en teorías de la conspiración durante períodos de crisis. La razón: la necesidad de entender los eventos complejos que las generan. La pandemia de la covid-19 constituye el ejemplo más reciente.
Las redes "han hecho que muchas conspiraciones residuales ubicadas en la marginalidad hayan podido dar el salto en difusión e internacionalización"
Los investigadores también inciden en que, actualmente, las teorías de la conspiración implican a gobiernos o grandes compañías (como farmacéuticas o tecnológicas), aunque determinados grupos sociales han sido también implicados históricamente. Quizá el mejor ejemplo sea el de la población judía, a la que se relaciona con teorías de la conspiración desde la época medieval.
¿Cómo se amplifican?
El investigador de medios digitales en la UAB, Òscar Coromina, apunta que “es difícil saber” si, con los años y, sobre todo, con las redes sociales, hay más o menos teorías de la conspiración. Lo que sí está claro, asegura, es que las conectan a gente que antes estaba aislada y les da más presencia y visibilidad. A la hora de ampliar y difundir, concreta, el papel de las aplicaciones de mensajería instantánea es clave.
Coincide con ello García, que explica que estas tecnologías “han hecho que muchas conspiraciones residuales ubicadas en la marginalidad hayan podido dar el salto en difusión, internacionalización y, por tanto, tamaño de los grupos”, aunque eso no se ha traducido en que creamos más en ellas.
Otros factores influyentes son la existencia de líderes carismáticos y su replicación por parte de la clase política o los medios de comunicación. Corominas afirma que “la opinión ocupa un espacio muy importante, sobre todo en medios audiovisuales, donde se busca una opinión provocadora y menos ortodoxa”. Esto, dice, hace que “los hechos pasen a ser menos importantes y se abran las puertas a medias verdades”.
No hay conspiraciones inocuas
Los estudios citados señalan los efectos dañinos de las teorías de la conspiración que llevan, por ejemplo, a desincentivar a la gente a reducir su huella de carbono o vacunar a sus hijos. Es importante, por ello, combatirlas, pero sin estigmatizar o tratar de locos a quienes se las creen, como apunta Albert García en un artículo científico.
Como para casi todo, la solución sencilla es solo una quimera. Corominas apunta a la necesidad de prevenir a través de la educación y de controlar los contenidos que amplifican estas teorías. Por su parte, la divulgadora e investigadora del ámbito Abbie Richards explica en sus redes que, para desmontar estas teorías en nuestro entorno cercano no hay que prejuzgar a quien nos las explica y, sobre todo, ir preguntando el porqué de todo.
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