Genaro Llagaria, tutor y entrenador de fútbol
El maestro tras el 'dream team' de La Mina: "El éxito no es ganar al Barça, es que los niños vienen cada día al cole y aprenden"
Saltaron a la fama por ganar a los azulgranas en la final de la liga escolar, pero, para este maestro, una de las victorias es que la mitad de los chicos están por encima de la media catalana en competencias básicas
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Helena López
Redactora
Tras la muerte de su padre, Genaro Llagaria regresó a Catalunya. Había estado un año de excedencia en su Valencia natal, cuidándole, y volvió a Barcelona, donde hacía años que había establecido su hogar. Le enviaron al IE La Mina y, pese a los chascarrillos de todo el mundo, esa suerte le hizo feliz. Sintió desde el primer minuto que aquel iba a ser su sitio. Era una plaza de Educación Física, su pasión, y para todo el curso. Han pasado seis y allí sigue. Los que ahora pasan al instituto son los críos con los que empezó su aventura en el barrio, cuando cursaban primero de primaria. Es precisamente promoción a la que pertenece el equipo que acaba de ganar al Barça en la final de la liga escolar de fútbol sala.
–En primero los tuve en Educación Física; con unos cuantos coincidí después, ya de tutor, en segundo, y me volvieron a llegar en quinto y sexto. Eso ha facilitado muchas las cosas. Me tienen mucha confianza, hablo mucho con ellos. Me gusta hacerles pensar. Les explico que yo he repetí dos veces en BUP; que no pasa nada por equivocarse, que uno para llegar a su destino puede pasar por muchos caminos.
–Cuentan que pasó de maestro a maestro y entrenador en cuestión de meses.
–Sí. Llevaba un par de meses en la escuela cuando los que entonces hacían tercero de primaria estaban por allí una tarde [en el IE La Mina tienen jornada intensiva] y me contaron que querían a hacer un equipo. Yo toda la vida he jugado a fútbol, he entrenado, me gusta mucho el deporte, y les dije que si algún día necesitaban a alguien...
–Y ahí empezó todo.
–Sí. Al final lo que buscamos es que estos chicos vean otras realidades. El resultado es lo de menos.
–Es lo de menos, pero ganarle al Barça tiene que sentar bien...
–¡Sí, claro! ¡A todo el mundo le gusta ganar! Pero nosotros trabajamos y entrenamos para aprender y hacerlo cada día mejor. Al principio costó. Llevaba un mes o dos en el cole y veía que algunos chavales venían a clase y otros no... Decidimos que ningún niño podía jugar a fútbol por la tarde si por la mañana no había asistido a la escuela, y así poco a poco fuimos construyendo. Pero ¿sabes cuál es el verdadero éxito?
–¿Cuál?
–Que los chicos van a pasar al instituto. Y tres de los siete del equipo que ganó al Barça están por encima de la media catalana en las competencias básicas. Para mí ese es el gran orgullo. Ahora vienen todos los periodistas a preguntar por el Barça, pero a mí me gustaría hablar de lo que no es el Barça.
Cuando vamos ganando por más de dos goles no les dejo celebrarlos, o los mando atrás, para dejar que ataquen los otros; estos son los valores que quiero que aprendan
–Adelante.
–El éxito de la escuela es que estos niños, de sexto, vienen al colegio cada día. Claro que sigue habiendo algunos absentistas, pero son los raros. Lo normal ahora es que vengan al colegio, se esfuercen y aprueban. Si vas cada día a la escuela, lo aprovechas. Por qué, ¿qué niños dan más problemas?
–Responda usted.
–Pues los que vienen un día o dos a la semana. Porque no tienen una continuidad, no tienen unos hábitos y cuando les pones a hacer materias van perdidos y tienen más problemas después conductuales, de hábitos... Pero un niño o una niña que va cada día al colegio al final adquiere unas normas. Cada uno después tiene un nivel, y no pasa nada. Una llegará aquí, otro allí y otro más allá, pero ya tienes una continuidad.
–¿La clave ha sido pertenecer al equipo? ¿Los buenos resultados en las competencias vienen de ahí?
–Es que, además de ser buenos en el fútbol, son buenos estudiantes. Cuando fuimos a la final territorial, que es la que va antes de la nacional, para clasificarnos, nos dieron el premio a los valores por el buen comportamiento, por ayudar a un niño a levantarse cuando se cae al suelo... La liga escolar tiene lo deportivo, pero también tiene valores. Tanto de los niños como del público. Estos niños se portan súper bien. Yo me he encontrado muchas veces con que, al terminar el partido, el otro equipo me felicita, y yo les pregunto por qué.
–Los prejuicios...
–Sí, muchos han cambiado su mirada hacia el barrio después de jugar contra nosotros. Los niños han dado una lección por su buen comportamiento.
–Tremenda lección, sí.
–Yo les tenía prohibido celebrar los goles cuando íbamos ganando por dos y ya veíamos que éramos muy superiores. Al principio protestaban. "Genaro, ¿por qué no lo podemos celebrar?". Pero ¿de qué sirve, si ya vas ganando? No hace falta. O les decía: "Venga, ahora nos quedamos atrás y que ataquen ellos". Al principio les costaba pero después ya pasó a ser una cosa natural.
–Natural en vuestro equipo, pero no suele pasar, ni con los más pequeños.
–A mí este año dos árbitros me han dicho: "Genaro, ¿por qué no los machacáis? Si tú vieras al entrenador del otro equipo cómo es con los rivales...". Pero yo tengo que mirar por mis chavales y no quiero que aprendan eso. Quiero que aprendan lo contrario. No quiero ganar por 20 o 10, la función del equipo es otra. Ahora solo se ve que La Mina ha ganado al Barça, pero La Mina gana cada semana, ganemos o no ganemos.
Los absentistas, ahora, son los raros; lo normal es que vengan al colegio, se esfuercen y aprueben
–¿Cómo es su relación con las familias?
–Muy buena. Me quieren mucho y son muy agradecidos; aunque al principio fue complicado, la implicación de los padres era poca. Yo era el que cogía a los niños y los llevaba. También hacíamos otra tarea previa en clase. "¿Dónde jugamos? Ponlo en el Google Maps". "¿A qué hora tenemos que salir?" Y yo quedaba con ellos en la escuela dos horas antes e íbamos. Hay desplazamientos que no tienen buena combinación, como ir a Santa Coloma, cuando tardábamos 40 minutos. Pero da igual. Son experiencias. El viaje en el bus, en el metro, en el tranvía. Para ellos también era una novedad.
–Pero para usted es invertir todavía más tiempo...
–Claro... Cuando es invierno, hay veces que jugamos fuera a las ocho y media. Muchos días llegábamos a las diez y media o a las once y los he ido a dejar a casa uno por uno: no puedo dejarlos solos. Los dejo en la puerta y les digo a sus padres: 'Oye, que los tienes abajo'. Y bueno, es una cosa que también hago porque me gusta. Estas vivencias que he vivido con ellos de viajes, de 'venga, va, os invito a merendar' me las llevo yo. El día a día. El proceso. Todas las vivencias que yo tengo con ellos y ellos conmigo.
–Los chicos le tienen que adorar.
–Tenemos una relación muy bonita, sí. Se abren, te cuentan cosas. Notas que tienes incidencia en ellos. Yo me los he llevado a ver el Barça.
–¿Antes de ganarles?
–No, no, al Barça de los mayores. Con el anterior equipo fuimos al Camp Nou, y el curso pasado y este hemos ido Palau Blaugrana, al fútbol sala. Y es una experiencia. La cara de satisfacción de los niños en el campo, agitando la bandera, y lo que están viviendo... Ojalá lo pudieran vivir cada día, pero muchos quizá no vuelvan. Y el éxito es eso. El darles una oportunidad de que vean que hay otro mundo. Por ejemplo, en este equipo de ahora, hay cuatro niños a los que los ha fichado el Santa Coloma.
–Uau.
–Sí, porque nosotros somos liga escolar y la federación va por otro lado. Un día nos enfrentamos al Santa Coloma escolar, los vieron jugar, me preguntaron y yo les dije: "Llévatelos".
–Eso tampoco debe ser muy común...
—De hecho dos fueron con sus padres, pero a otros dos los llevé yo. Hablé con las familias y les pedí por favor que me dejaran llevarles, que son muy buenos y era una oportunidad... Es abrirles puertas. Al final el objetivo es normalizar. Ellos están muy acostumbrados a relacionarse entre ellos, pero no fuera.
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