drama social

Operación limpieza en un piso 'diógenes': "Pienso en cómo viven y me traumatizo"

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L'Hospitalet no encuentra empresas para limpiar los pisos de personas con el síndrome de Diógenes

EL PERIÓDICO acompaña a un equipo de limpiadores en una vivienda de Barcelona recién desocupada tras cambiar de propietarios

Así se limpia un piso 'diógenes'

Un vistazo a un piso del Eixample de Barcelona donde se realiza una 'limpieza de shock'. / Georgina Roig

Elisenda Colell

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Al subir las escaleras, es imposible reprimir las arcadas. El olor a podrido y a excrementos se mezcla. Las bolsas de basura se amontonan en el rellano. A pesar de las mascarillas, el hedor se cuela por las fosas nasales y es difícil no sucumbir a las ganas de vomitar al entrar en un piso del Eixample de Barcelona donde se realiza una 'limpieza de shock'.

"¿Cómo puede vivir así una persona?", se preguntan los pocos vecinos que aún quedan en el bloque. Uno de ellos apunta que la antigua inquilina dormía en el suelo. No hay colchón. Igual que el vecino del Prat de Llobregat, la residente de este apartamento vivía entre escombros. El olor recuerda al del pescado podrido de la lonja de pescadores, o a un vertedero.

Con la llegada del buen tiempo y la subida de las temperaturas, a las empresas que se encargan de las limpiezas traumáticas en Catalunya se les dispara el trabajo. Las personas que viven entre cantidades ingentes de basura, que acumulan objetos por doquier, que prescinden de la higiene personal y que han normalizado ese estilo de vida son una realidad invisible. Es el caso de esta vivienda de la capital catalana, que se destapó cuando la propiedad del piso cambió de manos.

La puerta entreabierta permite ver una bandeja de plástico con ternera podrida. Hay excrementos de perro por toda la casa. Las baldosas ya no se ven: una capa acartonada de polvo y suciedad lo cubre todo. Encima, bolsas, papeles, muebles rotos y ropa. El ambiente es irrespirable.

 "Primero sacamos la basura, después los muebles y al final limpiaremos el suelo. Estaremos dos días" 

A las nueve de la mañana, cinco empleados de limpieza entran con el reto de dejar como nueva esta vivienda. El antiguo inquilino ya no regresará, se ha marchado a otro piso. "Primero sacamos la basura, después irán los muebles y al final limpiaremos el suelo. Creo que estaremos dos días", dicen los empleados, que prefieren no ser identificados. En menos de una hora ya han usado 50 bolsas de basura, tamaño extragrande. Tienen 150 más. Cuando están llenas, las meten en una furgoneta rumbo a un punto de destrucción de residuos.

"Dormía en el suelo"

"No es el caso más extremo que he visto, pero es grave", opina una de las trabajadoras. Lo que más le ha impactado, el inodoro y el estado de la cocina. "El olor fuerte que desprende... la basura, la caca de perro, de pipi y la comida putrefacta. Pero de momento sólo nos hemos metido en una habitación", cuenta.

Hace diez años que se dedica a esto y aún recuerda a un hombre que salía de casa con traje, corbata, americana y perfume. "Entrabas en su casa y se te caía el alma", sigue. Llama la atención que en el piso que ahora limpia no hay ni un colchón. "Dormía en el suelo", explica el único vecino con quien la inquilina tenía buena relación.

"Es gente que se exilia del mundo, para ellos todo tiene valor. Puede ser que tengan algún sufrimiento... prefiero no saberlo"

Los limpiadores llevan un traje de tobillos a la frente, una mascarilla FFP2 y guantes. Lanzan productos químicos para aliviar el mal olor. Una de las condiciones que imponen estas empresas para aceptar el trabajo es que el inquilino no esté en la vivienda. "Es gente que se exilia del mundo, para ellos todo tiene valor. Puede ser que tengan caídas psicológicas, algún sufrimiento... pero prefiero no saber sus vidas. Luego llego a mi casa casa, pienso en cómo viven... y me traumatizo", explica la empleada, con más de 10 años de experiencia. Limpia tres pisos como éste por semana.

El baño de un piso de Barcelona donde se realiza una limpieza de shock.

El baño de un piso de Barcelona donde se realiza una limpieza de shock. / GEORGINA ROIG

Bullying y duelos

Pero las fotos, los trofeos y su ropa, entre los escombros, hablan sin querer de la vida de Eva. Tiene más de 50 años y fue profesora en varios institutos, aunque ahora cobra una invalidez.

Eva no era una desconocida en el barrio. Allí ha pasado toda su vida. Vecinos y comerciantes conocen al detalle su historia. Dicen que su obesidad no le ayudaba a salir de la finca, sin ascensor, aunque lo hacía. "Es una mujer encantadora, aunque hace dos años que ya no le daba dos besos, por el fuerte olor que desprendía", explica una dependienta, que prefiere recordarla con sus labios siempre pintados de rojo. Durante estos años, los vecinos renunciaron a comer en el balcón en verano por el olor que salía de su ventana y aún tienen grabado cómo las cucarachas tenían campo libre.

Conocer su historia ayuda a entender cuán de complicado es atender a estas personas y evitar que el problema vaya a más. Las personas que la conocían cuentan que dejó las clases hace más de una década porque los alumnos le hacían 'bullying'. "Tienes que imaginarte una profesora con manchurrones en la ropa, o incluso agujeros. Con el pelo grasiento... y que desprendía muy mal olor", describe una vecina. La madre de Eva murió hace muchos años y sus hermanos se emanciparon. Ella se quedo al cuidado de su padre hasta que este falleció.

Uno de los problemas para atender a los afectados por estas situaciones es que no reconocen que tengan un problema. A parte del riesgo de plagas, enfermedades e incendios que acechan a los vecinos con quien conviven, los familiares también sufren las consecuencias. Todos intentaron, a su manera, ayudar, aunque sin éxito.

A todos los arrendados de este bloque les preocupaba Eva. Con algunos sí se dejaba ayudar. "Si yo no estaba, no les abría la puerta a los servicios sociales", sigue uno de ellos, que siempre trató de arroparla aunque no era fácil. "Tenía muchos problemas", sigue. Hace cinco años que los servicios sociales de Barcelona la visitaban a menudo.

Ahora, el bloque ha cambiado de manos, y todos los inquilinos se mudan a otras viviendas. También ha sido el caso de Eva. "Esperemos que, ahora que empieza una nueva vida, cambie la situación", suspira su entorno. Lo cierto es que en Catalunya hay decenas de personas como ella. Lo corroboran las decenas de llamadas que llegan a las empresas de limpiezas especializadas.

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