Adopción internacional

El drama de un asturiano por recuperar a los hijos que adoptó en Colombia hace doce años

El Gobierno sudamericano quitó a Javier Pintado y María Cruz Martín, de Villaviciosa, a los tres menores que les habían entregado

El padre reclama la patria potestad para contactar con los jóvenes, que viven con otra familia en Canadá, contarles su historia y la herencia que dejó su madre, fallecida hace tres años

Javier Pintado y María Cruz Martín, con los tres menores y uno de los trabajadores del centro de acogida de Villavicencio (Colombia), en 2010.

Javier Pintado y María Cruz Martín, con los tres menores y uno de los trabajadores del centro de acogida de Villavicencio (Colombia), en 2010. / J. P.

A. Rubiera

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María Cruz Martín, científica del CSIC vecina de Villaviciosa, murió en marzo del 2020. Y de su puño y letra quedó escrito que en herencia le dejaba a su esposo, Javier Pintado, dinero en efectivo para seguir en una pelea que dura ya doce años. La pelea de buscar a sus hijos legítimos, adoptados en 2010 en Colombia, pero que ni llegaron a salir del país ni a residir con sus padres españoles. Y a ellos, Sofía, Laura Javier, los ahora adolescentes que María Cruz y Javier jamás pudieron cuidar en Asturias, María Cruz los nombró herederos del resto de sus bienes.

Pero esa herencia es una dolorosa trampa más en la que se ve envuelta una familia que nunca ha podido ser tal. Porque los tres niños, hermanos de sangre que tenían 3, 4 y 9 años cuando los adoptó el matrimonio asturiano, solo pasaron un mes con sus nuevos padres en Bogotá, donde se llevó a cabo la adopción internacional. Dos días antes de volar a España para iniciar una nueva vida, los menores –que ya estaban registrados oficialmente con la nueva filiación– fueron apartados de los padres españoles por el Gobierno de Colombia y hace ya siete años que Sofía, Laura y Javier se llaman Margareth, Jessica y Williams Hornibrook. Viven en Canadá y son hijos del matrimonio formado por Chirstophfer Hornibrook Blake y Karen Hornibrook Allat.

"Tengo claro que mis hijos han sido asesinados. Porque aunque estén vivos, Sofía, Laura y Javier no se sienten como Sofía, Laura y Javier; se han desarrollado en un ambiente que no era el que iban a vivir en Asturias y se han educado por otras personas que no fuimos Mari Cruz y yo. No son las personas que habrían sido con nosotros. Y eso ha ocurrido por la acción del Gobierno de Colombia y por la colaboración del Estado español", sostiene con determinación Javier Pintado.

"Mis hijos han sido asesinados porque aunque estén vivos, no se sienten como mis hijos", dice Javier

Ante el juzgado de primera Instancia de Villaviciosa se ha presentado, y ya está admitido a trámite, un nuevo recurso judicial que se une a todos los que este matrimonio lleva para que se repare una injusticia y una situación de absoluta irregularidad. La injusticia de que truncaran su familia y la irregularidad manifiesta de que unos niños tengan doble identidad. Y, pese a que las autoridades españolas y también las canadienses son sabedores de lo que ocurre desde hace más de una década, nadie ha hecho nada por resolver la situación.

Hay que remontarse al 2009 cuando Javier y María Cruz, que no podían tener descendencia, iniciaron la adopción internacional de sus hijos. Antes habían tenido que superar un largo proceso que culminó en la confirmación de idoneidad como padres adoptivos de la Consejería de Bienestar Social del Principado. Por su edad, solvencia económica y buena situación laboral, ambos funcionarios en el Ipla (Instituto de Productos Lácteos, entidad dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científicas) Mari Cruz y Javier pensaron que podían convertirse en padres de varios hermanos "mayorinos" –siempre más difíciles de adoptar que los bebés–. Por orientación de los expertos del Principado eligieron Colombia como país para la adopción, ya que así no habría problema con el idioma, y también porque "nos dijeron que era un país con garantías para estos procesos", recuerda Javier Pintado.

Les concedieron tres hermanos, a los que vieron en fotos, y con esa ilusión Mari Cruz y Javier viajaron a Bogotá en octubre de 2010. Decidieron hacer el proceso por su cuenta, con una abogada de familia que contrataron en el país, pero evitando recurrir a una Agencia de mediación de adopciones internacionales de las muchas que se ofrecen porque no le veían sentido a encarecer "mucho" el proceso de adopción, si todo estaba bien encarrilado.

Pasaron casi un mes "perfecto", rememora Javier Pintado, de convivencia con los niños. La aceptación de sus hijos hacia los nuevos padres era "más que buena" y fueron semanas de "piscina, excursiones y muchas actividades para no estar siempre encerrados en un hotel. Mejor, no cabe. Nos llegaron a decir que no habían visto un proceso tan bueno como el nuestro. Era todo como un sueño, de bien que iba todo; hasta que despertamos", recuerda el padre sobre el mes que pasaron en Colombia como tiempo obligatorio de integración en una adopción internacional como la suya.

A dos días de marcharse a España, cuando la familia desayunaba en el hotel, Javier Pintado regañó al niño pequeño porque se había hecho caca, pese a su insistencia del progenitor en que pidiera ir al baño cuando lo necesitara. La riña siguió en el ascensor y "por cansancio, poco dormir o los nervios del viaje", razona el padre, la corrección incluyó dos bofetones. Quedaron grabados en las cámaras del hotel y una denuncia anónima desencadenó "una serie de actos de la Administración y Justicia de Colombia de carácter dantesto", sostienen los abogados de la familia.

Les arrebataron a los niños y nunca más se les permitió hablar con ellos, ni a través de correspondencia ni de personas interpuestas; se impidió a los niños comunicarse con nadie de la familia, pese a que ya habían hablado y recibido regalos de los abuelos y los tíos de España; los padres fueron detenidos, aunque nada reprochable había hecho María Cruz Martín, que ni siquiera estaba delante cuando ocurrió la riña.

El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Colombia determinó que no había ninguna secuela o indicio de lesión en el menor, Javier; el juez de control de garantías confirmó la ilegalidad de la detención y privación de libertad que sufrieron Javier Pintado y su esposa. Pese a todo, el proceso penal quedó abierto.

Los asturianos volvieron a España en cuanto pudieron por recomendación del personal de la embajada española y las autoridades colombianas llegaron a pedir al Gobierno español su extradición. La Audiencia Nacional desestimó esa extradición, que consideró desproporcionada.

"Solo quiero las cosas esenciales: como que me conozcan, ya que no pudieron ver a su madre"

Javier Pintado y María Cruz Martín nunca fueron a juicio por "maltrato", pero su caso fue amplísimamente contado bajo ese prisma en los medios de comunicación colombianos. Sobre todo lo aireó, con tintes dantestos y llenos de mentiras, una senadora que hizo carrera política calificando de cuestión "de defensa nacional" el caso de los tres menores.

En junio de 2011 el juzgado de familia de Bogotá acordó unilateralmente que los menores podían volver a ser adoptados por una nueva familia, dando por hecho la retirada de la paternidad al matrimonio español. Las autoridades colombianas intentaron que esa resolución fuera dada por válida también en España, pero un juzgado de Villaviciosa negó la homologación de esa inscripción porque no contenía las garantías legales suficientes, a ojos de la legislación española, para una retirada de la patria potestad. De ahí la encrucijada: para España, Javier y María Cruz siguen siendo padres de tres hijos, pero no es así para Colombia, que optó por conceder una nueva adopción y dio a los niños a una familia canadiense.

Siempre que han podido, y no ha sido nada fácil, los Pintado-Martín han seguido los pasos de sus hijos. Ya sea con búsquedas de internet o con indagaciones de abogados de Colombia. Y así supieron hace años que sus hijos estaban en Canadá. Escribieron a la familia Hornibrook para contarles lo que sucedía y buscar su ayuda, pero solo recibieron un mensaje cortante: "No se vuelvan a dirigir a nosotros".

Javier Pintado viajó a Canadá –"hasta pensé en comprarnos una casa allí, para estar cerca de los niños", relata– y con asistencia de abogados del país pidió audiencia a las autoridades de familia canadienses para hacer ver la irregularidad que estaba ocurriendo. Tampoco ahí consiguió nada porque en Canadá dan por buena la adopción de Colombia.

Así que ahora, la nueva demanda que tendrá que analizar el juzgado de Villaviciosa, promovida por los abogados Emilia Zaballos y Francisco Manuel Jiménez, del despacho madrileño Zaballos Abogados, busca que se reconozca para Javier Pintado los derechos de la patria potestad: es decir, el derecho de visitas y comunicación respecto a sus hijos y que se establezca un régimen de visitas de al menos una vez al año. Lo primero, para contarles que María Cruz ha muerto y que, si la aceptan, en Asturias está su herencia. Javier Pintado no busca forzar una convivencia completa que a estas alturas ve imposible.

"Esos niños, querámoslo o no, han crecido en Canadá y no tendría ningún sentido querer perjudicarles y obligarles a nada. Con esta demanda sólo quiero las cosas más esenciales que querría un padre en mi lugar. A nivel personal, me gustaría darles la posibilidad de venir a Asturias y que me conozcan, ya que no han podido conocer a su madre. Me encantaría que supieran por mí todo lo que ha pasado en estos años", explica Javier Pintado.

Son más de 12 años de pelea y de sinsabores. "Me han dado tortas hasta en el alma", afirma Javier Pintado que recuerda que su esposa siempre dijo que "el cáncer se le reactivó por tantos años de angustia y todo lo que le habían hecho pasar".

Muchos en este tiempo les recomendaron que se resignaran a no ver más a esos niños con los que solo convivieron un mes. "Pero eso no entra en nuestros valores de vida. Soy una persona cabal y Mari Cruz también lo era. Adquirimos un compromiso de por vida y quiera o no quiera, son mis hijos. ¿Alguien desistiría de sus hijos? Además, si dejo pasar esto, mañana le puede pasar a otros", explica el viudo.

"Otro en su lugar se hubiera vuelto loco en estos años", le dice la periodista a Javier Pintado. Y él, tranquilo, con la misma tranquilidad que ha mantenido durante toda la entrevista, responde: "¿Quién dice que no lo esté?".

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