Abusos a menores

La carta más difícil de Joan: cuando el perdón por una agresión sexual es posible

Un adolescente pide disculpas a su víctima, años después de la agresión sexual, a través de una carta

Carta a los Reyes Magos: 3 consejos infalibles

Carta a los Reyes Magos: 3 consejos infalibles / Unsplash

Elisenda Colell

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"Siento el daño que te he hecho". Así empieza la carta que escribió un adolescente, al que llamaremos Joan, y que hace un lustro fue condenado por haber abusado de una familiar de su misma edad. Un hecho que rompió su familia en dos mitades y que supuso un antes y un después en la vida de su madre. Hoy ha conseguido pedirle perdón a su víctima leyéndole la carta que escribió mientras fue atendido en los servicios de la dirección general de Justicia Juvenil de la Generalitat. Biel tampoco se llama Biel. Confesó haber abusado de dos niños de 7 y 8 años al recordar que sufrió acoso en la escuela. En un momento en que el aumento de los abusos sexuales cometidos por menores, muchos inimputables con casos de impacto como la violación grupal de una niña en Badalona, ha puesto sobre la mesa el debate sobre rebajar la edad penal, las historias de estos jóvenes, que prefieren mantener su identidad en el anonimato, demuestran que la reinserción y el perdón de los menores que en algún momento han ejercido la violencia sexual es posible.

"Encerrándoles y tirando la llave al mar no conseguimos nada. La sociedad debe entender que con estos niños la reinserción existe" 

Cuando tenía 15 años, a Joan le denunció una familiar de su misma edad por haberle hecho tocamientos en partes íntimas sin su consentimiento. Él negaba los hechos. El testimonio de la víctima fue tan claro e inapelable que la justicia le dio la razón. A Joan le dejaron en libertad vigilada bajo la supervisión de un equipo especializado en las comarcas de Girona. Con el tiempo, y la terapia, Joan terminó por reconocer lo que había hecho. Su madre también sufrió: no solo vio rota la relación con su familia, sino que la ansiedad que le produjo ese suceso la llevó a tener que recibir tratamiento en un centro de salud mental.

A los meses de asumir lo sucedido, Joan quiso dar un paso más. Pidió reunirse con su víctima para pedirle perdón, un trabajo que coordinan los equipos de mediación de Justicia y que puede ser importante para ambos procesos de reparación. Pero ella decidió que no quería saber nada de él. Entonces Joan optó por escribirle una carta. Los que le vieron enfrentándose a la página en blanco aún hoy recuerdan sus sudores. No sabía ni por dónde empezar. No sabía qué decir.

Biel confesó haber abusado de dos menores cuando tenía 15 años tras revelar que fue víctima de 'bullying'

En la misma época otro joven fue condenado por violencia sexual. Biel tenía 14 años, era monitor y abusó de una niña y de un niño de 7 y 8 años en una entidad en la que los tres pertenecían. Ambos le denunciaron y un juez le impuso medidas cautelares, acusado de dos abusos sexuales. Como Joan y otros en la misma situación, negaba por activa y por pasiva lo sucedido. Su madre le apoyaba, creyendo a ciegas la mentira que le contaba su hijo.

Pero en una de las tantas sesiones de terapia, Biel contó su historia. Recordó que de muy pequeñito había sido víctima de acoso escolar. Que apenas tenía amigos y que le habían marginado. Y entonces conectó con los delitos que había cometido y los reconoció. Lloró mares. Y ahí fue cuando empezó su reinserción. Después, se lo confesó a su madre y a su abogada, que terminó pactando con la víctima mientras Biel asumía que el delito había existido. No hubo juicio, y los niños no tuvieron que pasar por el mal trago de contar los abusos otra vez.

Luego vino la segunda parte de la terapia. Biel entendió que abusó de aquellos niños porque necesitaba dejar de sentirse ninguneado, quería tener el poder, y lo dominaba ejerciendo el maltrato contra otros que eran más vulnerables que él. También detectó ciertas tendencias pedófilas, y por eso pidió una prórroga de seis meses más al terminar el tratamiento. Aprendió a controlar sus impulsos, a entender cuáles eran sus reacciones. Y siguió la terapia en un centro de salud mental de adultos, con varios teléfonos de servicios contra la pederastia bajo el brazo por si alguna vez volvía a sentir esos impulsos.

Joan, por su parte, terminó por escribir la carta. Primero tan solo hablaba de como le habia cambiado la vida a él todo aquello. Al final le salieron ocho páginas, escritas a mano, donde empatiza con las consecuencias que ha sufrido ella y pidiendole perdón. Él siguió con su vida. Terminó los estudios, encontró un trabajo y empezó a pensar en independizarse, aunque los precios del alquiler se lo ponen muy difícil. Hace pocas semanas se hizo la magia. La víctima, y el resto de su familia con quien había roto relación, aceptaban reencontrarse con él y con su madre. Le entregó la carta que tanto le había costado escribir. Y le pidió perdón.

"Encerrándoles y tirando la llave al mar no conseguimos nada. La sociedad debe entender que con estos niños la reinserción existe. Es posible que un niño que agrede sexualmente no sea un violador de mayor", resume una fuente del sistema penal.

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