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Restaurar un río es posible: vuelven los bosques de ribera
Tres tramos degradados del Ter, el Segre y el Besòs-Congost se han sometido a un ambicioso proyecto con financiación europea para recuperar sus antiguas alisedas, un rico ecosistema amenazado por la urbanización y la agricultura

Tramo restaurado del río Ter cerca de Torelló. /
Tres bosques de ribera de Catalunya muy degradados por el uso de hormigón junto al cauce de los ríos, el avance de la agricultura, la extracción de áridos, los saltos de agua artificiales o la invasión de plantas exóticas, dependiendo del caso, han iniciado un proceso para volver a ser lo que fueron antaño. El paso del tiempo dictaminará si los trabajos de restauración que se están realizando logran el objetivo, pero los primeros indicios, incluyendo una consolidación de algunas especies de fauna que se daban por perdidas, muestran que se va por buen camino.
«Son nuestro ecosistema más biodiverso, pero al mismo tiempo son también el más degradado», sintetiza el biólogo Jordi Camprodon, investigador del Centre de Ciència i Tecnologia Forestal de Catalunya (CTFC). Se estima que los bosques de ribera ocupan actualmente entre el 5% y el 15% de su espacio potencial. «El resto está urbanizado o se emplea para agricultura», añade.
Las zonas en las que se ha actuado son un tramo del Ter en la comarca de Osona, cerca de Les Masies de Voltregà y Torelló; otro en el Segre a la altura de Bellver de Cerdanya, y un tercero en la cuenca del Besòs, concretamente el río Congost en el entorno de Granollers. En todos ellos el protagonista es el aliso ('Alnus glutinosa'), o 'vern' en catalán, un árbol emblemático de los entornos fluviales cuyos dominios se han reducido de forma dramática durante el último siglo. De hecho, los trabajos han contado con una subvención específica de la UE, el programa Life Alnus, debido a la presencia de esta especie considerada de interés comunitario.
El proyecto lo han coordinado Camprodon y otros investigadores del CTFC, con sede en Solsona, y en él también han participado la Agència Catalana de l’Aigua (ACA), el Centre d’Estudis dels Rius Mediterranis (CERM, Museu del Ter), el Ayuntamiento de Granollers, la Fundación Catalunya-La Pedrera y la consultora MN, entre otras entidades.
Las alisedas se extendían en tiempos pretéritos por prácticamente todas las cuencas fluviales de Catalunya e incluso formaban densas masas en terrenos llanos cercanos a los ríos. Tal era su ubicuidad que incluso dieron nombre a un barrio de Barcelona, la Verneda. Sin embargo, ahora sus efectivos en las cuencas del Ter, el Segre y el Besòs, las que se han analizado para el proyecto Life Alnus, «se limitan a lo sumo a 200 hectáreas, cuando debería haber miles», explica Camprodon.

Cinco traviesas derribadas
Los trabajos de restauración en el Ter se han realizado en el espacio fluvial de las Gambires y el Sorral, una isla que surge al dividirse el río en dos brazos. La acción más vistosa ha consistido en aportar 15.000 metros cúbicos de grava al canal principal del río para sobreelevar el terreno y así permitir que el agua circule también a través del brazo secundario, que está seco durante buena parte del año. También se ha demolido una pasarela de acceso. Camprodon insiste en que la eliminación de diques y otras barreras fluviales es esencial para que «los ríos vuelvan a ser naturales». «La dinámica natural no la recuperaremos jamás, pero sí podemos rehabilitarla, y para eso, pone como ejemplo, es necesario que las empresas que explotan el cauce para generar electricidad mantengan los caudales». En la misma línea, en el río Congost se han derribado cinco traviesas de hormigón «que suponían un obstáculo para la movilidad de la fauna acuática».

Trabajos de restauración fluvial en el río Congost, cerca de Granollers.
/Otro de los trabajos esenciales en el Ter ha consistido en erradicar la vegetación exótica, sobre todo las falsas acacias ('Robinia pseudoacacia'), que en las últimas décadas se habían hecho omnipresentes, así como eliminar una plantación cercana de chopos. Una actuación similar se ha realizado en el Congost para intentar acabar con la caña americana ('Arundo donax'), también una insaciable planta invasora. En ambos casos se han plantado jóvenes alisos y otras especies autóctonas de árboles y arbustos, como fresnos, sauces blancos y sargas, gracias a la colaboración de la empresa pública Forestal Catalana, que ha aportado los plantones necesarios. Los responsables del Life Alnus esperan que la mejora de la calidad ambiental dificulte la recolonización de las especies exóticas. Asimismo, tanto en el Ter como en el Congost se han instalado cajas-nido para facilitar la presencia de murciélagos y refugios para nutrias.
Peces, aves e invertebrados están volviendo a las zonas rehabilitadas
Por su parte, en Bellver de Cerdanya se pretende recuperar el entorno fluvial de las llamadas Basses de Gallissà, una zona húmeda creada en el entorno de una antigua cantera con un interesante bosque de ribera. Entre otras actuaciones, los trabajos han supuesto la plantación de 2.250 árboles y la eliminación de un muro de tierra artificial que separaba el cauce del resto del entorno.
Inundaciones menos lesivas
Noticias relacionadasDurante décadas se urbanizaron las orillas de los ríos con la creencia equivocada de que los bosques de ribera eran los responsables de peligrosas avenidas, dice Camprodon. Hoy sabemos que es todo lo contrario. «Los bosques fluviales reducen el efecto de las inundaciones, retienen sedimentos, evitan la erosión y mejoran la calidad del agua», enumera Marc Ordeix, especialista del CERM. Además, también realizan una función importante como filtradores de contaminantes, conectores biológicos y zonas de ocio donde pasear.
El proyecto Life Alnus ha concluido recientemente y la financiación europea se ha agotado. Hasta que pasen 10 o 15 años y los árboles alcancen su madurez no se podrá contemplar un bosque de ribera realmente recuperado, pero ya se ven los primeros frutos. «El aspecto general en todos los casos ha mejorado, es evidente, pero también hay datos», dice Ordeig. En el Sorral y las Gambires, por ejemplo, se observan invertebrados acuáticos, ha vuelto el barbo de montaña y en líneas generales los peces son ahora de mayor tamaño, cita el responsable del CERM. También es posible contemplar especies de mariposas que se habían perdido y anidan ya unas 250-300 parejas de garza real, lo que constituye una de las mayores colonias de Catalunya. En cuanto al Segre en las Basses de Gallissà, ha desaparecido buena parte de las algas que cubrían el agua.
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