La epidemia silenciosa

La salud mental de los adolescentes desborda el sistema sanitario y educativo

Entre el 10% y el 20% de los adolescentes sufren algún tipo de trastorno, pero a la red pública apenas está llegando al 5% 

Las listas de espera para acceder a los Centros de Salud Mental InfantoJuvenil son de seis meses y la frecuencia de visita, cada mes y medio

Las autolesiones no suicidas entre los adolescentes y los jóvenes se han convertido en un problema de salud pública.

Las autolesiones no suicidas entre los adolescentes y los jóvenes se han convertido en un problema de salud pública. / David Castro

Núria Marrón
Montse Baraza
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El caso del suicidio de Sallent se ha convertido en una feroz prueba de cargo de que a menudo todo falla -desde la prevención y la detección hasta las acciones de respuesta- cuando está a punto de estallar esa olla a presión que puede ser la salud mental de los adolescentes. El consenso sobre las carencias asistenciales es unánime: los institutos están desbordados -y sin servicios específicos de atención psicológica- para afrontar lo que los especialistas ya califican de "emergencia de salud". Y el sistema sanitario presenta unas listas de espera y unas frecuencia de visitas "inaceptables". Además, la investigación aún está lejos de arrojar luz sobre qué está pasando y qué factores son clave para desencadenar esta tormenta perfecta que están viviendo un grueso de menores.

"Somos profesores, pero no especialistas. Hay situaciones que nos vienen grandes, en las que los alumnos necesitan atención especializada"

Las cifras están ahí. Y la punta del iceberg del fenómeno es más que alarmante. Según el Instituto Nacional de Estadística, el país vive un pico de suicidios entre los menores de 15 años: en 2021, se quitaron la vida 22 adolescentes y niños, una cifra un 57% superior a la del año anterior. Pero hay más. Sobre todo entre las chicas. Los intentos de suicidio entre las adolescentes se han triplicado en un año. Y según una encuesta de la Diputació de Barcelona publicada este jueves, el 18% de las alumnas de cuarto de la ESO piensan en morirse "con frecuencia o casi a diario". La mitad de ellas presentan un estado de ánimo negativo. Y luego está el 'bullying': uno de cada cinco niños y niñas afirma haber sufrido acoso en su centro educativo. El día a día de los institutos -no solo el de Sallent- demuestra con tozudería que a menudo la inacción es la respuesta a los casos de acoso.

En un instituto de Barcelona que calificaremos de 'estándard' para diferenciarlo de centros más complejos, este primer trimestre del curso 22-23 hubo tres intentos de suicidio entre el alumnado. El centro ha activado los protocolos previstos, pero se encuentra con la realidad de la escasez de asistencia y de seguimiento asistencial. En uno de los casos, por ejemplo, el menor es visitado una vez cada dos meses por un psiquiatra de la sanidad pública.

Los docentes reivindican más personal para el EAP, el CESMIJ y los servicios de psiquiatría y psicología

Los centros más complejos llevan tiempo detectando un aumento de los problemas de salud mental, anteriores a la pandemia. "Hace tiempo que avisamos de que hay que estar alerta", señala Maribel Tarrés, directora del Instituto Jaume Cabré de Terrassa. Matiza que casos tan graves como el de las gemelas de Sallent no son habituales. "Todos los institutos registran un aumento de los problemas, en su mayoría relacionados con trastornos alimentarios, depresión y autolesiones", explica Tarrés, que insiste en que en centros como el suyo esta problemática no es nueva. En cambio, apunta, poniendo énfasis en que se trata de una percepción personal, que los que más están notando este repunte son los que en principio no tienen complejidades. "Estos centros, en los que los alumnos pertenecen a entornos socioeconómicos más favorables, sí que están viendo ahora ese aumento", apunta. "El covid ha hecho aflorar y ha agravado problemas que ya existían", añade, por su parte, Susanna Soler, hasta el curso pasado directora del instituto Montgròs de Sant Pere de Ribes.

Todos los docentes consultados hacen el mismo diagnóstico: los recursos de los centros (básicamente psicopedagogos que detectan problemáticas y las derivan al EAP, que a su vez las hacen llegar a un servicio asistencial) son limitados y los profesores se sienten "sobrepasados" por la situación. "Somos profesores. Podemos acompañar, escuchar a los alumnos, pero no somos especialistas y hay situaciones que nos vienen grandes, en las que los alumnos necesitan atención especializada", expone Betlem Cuesta, coordinadora de ESO en el instituto Les Vinyes de Castellbisbal.

Los profesores coinciden en que tanto el EAP como la asistencia sanitaria (psicólogos y psiquiatras) están completamente saturados. Y apuntan a un nuevo elemento de inequidad entre el alumnado: aquellas familias con recursos económicos recurren a la vía privada, animados incluso por los propios servicios públicos. Para los docentes, lo "ideal" sería tener personal especializado en los mismos centros, como psicólogos clínicos, pero, siendo más prácticos, reclaman más recursos en la red sanitaria para atender a los alumnos y hacer un seguimiento continuado de los casos. Soler añade un elemento: una coordinación más estrecha, intercambio de información docentes-médicos incluida, entre Educació y Salut.

El repunte de malestares tras la pandemia no ha hecho más que acentuar la saturación de los sistemas de atención a la salud mental. "A menudo, las listas de espera para acceder a los Centros de Salud Mental InfantoJuvenil (CSMIJ) son de seis meses y, luego, la frecuencia de visita (media hora cada mes y medio) no garantiza una atención eficaz", afirma Roger Ballescà, psicólogo y coordinador del Comité de Infancia y Adolescencia del Colegio de Psicología de Catalunya. Con ello, o bien "muchos problemas se acaban cronificando o los usuarios acuden a la red privada, solo accesible para quienes se la puedan pagar", añade.

El especialista apunta a otro dato preocupante. Se calcula que entre el 10% y el 20% de los adolescentes sufren algún tipo de trastorno, cuando la red pública apenas está llegando al 5%. "Nos estamos quedando muy lejos, porque significa que, más allá de los que pueden acceder a la consulta privada, hay un grueso que no recibe asistencia o la recibe de forma precaria", afirma Ballescà, quien recalca la importancia de la prevención (el 75% de los trastornos afloran antes de los 18 años) y de que la red de servicios pueda detectar y dar una primera respuesta a los malestares (no enfermedades mentales) desde los propios centros escolares, la atención primaria o los servicios sociales.

Sin evidencias científicas

Hay otro hecho preocupante. Aún no hay, tampoco a escala internacional, investigaciones científicas suficientemente profundas que diseccionen esta emergencia. El resultado es que nos adentramos en un fenómeno un poco a tientas. La crisis con frecuencia se ha adjudicado a los encierros y al malestar de la pandemia, así como al auge de las redes sociales, pero los datos son limitados, las conclusiones a menudo contradictorias, y es indudable que algunos adolescentes son más vulnerables que otros a los efectos del tiempo de exposición a las pantallas. Todo esto sucede en un periodo en el que se ponen a prueba los límites y se explora la identidad propia, pero lo cierto es que las cifras de casos de ansiedad, depresión, autolesiones e incluso suicidio son inauditas.

Este pico de tensión ha suscitado preguntas complejas. ¿Los problemas son propios de la adolescencia y antes pasaban desapercibidos o ahora se están sobrediagnosticando? ¿Cómo incide en ello el aumento de los casos de pubertad precoz? ¿Qué factores operan exactamente para que los problemas sean considerablemente mayores en las chicas? La salud mental de los adolescentes sigue siendo una caja negra que requiere ser abierta con urgencia. "Está claro que han aumentado los factores estresantes entre los adolescentes, que se ha acentuado presiones como la académica, estética, económica o sexual, lo que está afectando a su desarrollo -apunta Ballescà-. Sin embargo, aún queda mucho por investigar, somos una sociedad acostumbrada a buscar soluciones inmediatas, no a largo plazo"

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