Club de Educación y Crianza de EL PERIÓDICO

Gregorio Luri: "La sobreprotección a los hijos es la peor forma de maltrato"

El filósofo, pedagogo y autor del ensayo 'En busca del tiempo en que vivimos' invita a los padres y las madres a dejar volar a sus hijos y pide a las escuelas que no eduquen en el resquemor al futuro

El filósofo y pedagogo Gregorio Luri, autor de 'En busca del tiempo en que vivimos'

El filósofo y pedagogo Gregorio Luri, autor de 'En busca del tiempo en que vivimos' / Ediciones Deusto

Olga Pereda

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Maestro, licenciado en Pedagogía y doctor en Filosofía, Gregoro Luri (Azagra, Navarra, 1955) analiza el presente histórico y las tensiones que vivimos entre lo viejo y lo nuevo en 'En busca del tiempo en que vivimos. Fragmentos del hombre moderno' (editado por Deusto), un documentadísimo, palpitante y personal ensayo que, en algunas páginas, acongoja el alma del lector. “La verdad no tiene por qué ser consoladora”, responde el filósofo, fiel defensor del mundo de la vida y un apasionado como pocos de la escuela, la educación y la infancia.

La esperanza de vida no deja de crecer y nuestras condiciones son infinitamente mejores que hace varias décadas. Pero no somos más felices. Si nuestros bisabuelos nos vieran ahora pensarían que somos unos niñatos malcriados. ¿Lo somos? No diría eso. Más bien, niños desorientados. Vivimos esa situación tan peculiar en el que vamos de ciencia en ciencia y hay un progreso notable. Pero no parecen que nos ofrezcan confianza en el futuro. ¿Cómo puede ser que la suma de progresos parciales no dé como fruto un progreso con mayúscula? Eso es a lo que me refiero con crisis de autoridad. Abundan las instancias a las que recurrir en busca de orientación. Estamos llenos de intermediadores. ¿Tienes un problema con tu marido? Acudes a un consejero familiar. ¿Un problema con tu hijo? Al pedagogo o al psicólogo. En el fondo están diluyendo nuestra responsabilidad. 

"Los niños se están quedando cada vez más sin espacios en los que vivir autónomamente su niñez sin la supervisión de un adulto"

Eso tiene una lectura positiva porque nos hemos concienciado todos de lo importante que es la salud mental y la sana convivencia en casa. Pero lo que es cierto es que cada vez estamos más pendientes de esos mediadores y no parece que la salud emocional vaya en aumento. Mira los índices de suicidios entre los adolescentes. Me interesa muchísimo la escuela porque creo que un escaparate muy diáfano de la realidad del mundo. Un fenómeno escolar que me llama mucho la atención es que los niños actuales tienen las rodillas impolutas. 

Bueno, hay madres que cosemos rodilleras en los pantalones de nuestros hijos todos los días. Pues enhorabuena, os felicito sinceramente porque sois ''rara avis'. En todo caso, en lo que creo que todos estaremos de acuerdo es que los niños se están quedando cada vez más sin espacios en los que poder vivir autónomamente su niñez sin la directa supervisión de un adulto. Eso tiene consecuencias notables. El otro elemento escolar que me llama la atención es que en los colegios están educando en el miedo al futuro. 

La ecoansiedad, la ansiedad infantil por la crisis climática. Exacto, no es un invento de la ONU. Esta palabra se palabra para recoger algo que existe, el miedo futuro. Es real y estamos educando a las nuevas generaciones en ese miedo. 

Es que la emergencia climática da miedo. Es la que es, efectivamente. No pretendo en absoluto rebajar su importancia. Lo que sí creo que es que ante un problema, sea el que sea, quien se enfrenta a él con serenidad tiene más posibilidades de éxito que el que se enfrenta con aspavientos.

Pero es normal que las nuevas generaciones protesten y nos echen en cara el mundo que les vamos a dejar.  Les hemos dejado un mundo loco, de acuerdo, pero no porque hayamos decidido marcarles así la existencia. Ese mundo está construido con la inteligencia que teníamos. Yo, en mi juventud, pretendía crear un mundo mejor. Otra cosa es que las consecuencias de mis buenas intenciones no hayan sido las esperadas.

"A mis nietos intento educarles en la conciencia de que hay que hacer cosas pero también en que la vida está para disfrutarla"

¿No somos culpables? Los seríamos si lo hubiéramos planificado. Al final todos somos hijos de un tiempo que no controlamos. A mis nietos intento educarles, por una parte, en la conciencia de que hay que hacer cosas, pero también en que la vida está para disfrutarla, no para lamentarse de los peligros que nos acechan. Por eso defiendo el mundo de la vida. 

¿Cómo evitamos que en la escuela evite el resquemor al futuro? Educando, aceptando que la vida nunca viene a comer mansamente de tu mano. No me canso de repetir que debemos olvidarnos del discurso de la felicidad. No se trata de buscar la felicidad. Lo noble es amar la vida sabiendo que te va a poner la zancadilla, que, incluso, te va a apuñalar por la espalda.

Las madres y los padres queremos que nuestros hijos sean felices. El lugar más seguro para los barcos es el puerto. Pero no hacemos barcos para que estén en puerto sino para que se vayan a alta mar. Creemos que el lugar más seguro para nuestros hijos es la familia. 

"Hay que empujar a los hijos para que vuelen solos y sean dignos de descubrir el mundo"

Claro. Por eso los seres humanos hacemos lo que nunca haría un ave, ir haciendo cada vez más grande el nido. Lo que habría que hacer es empujarlos hacia fuera. Empujarlos para que se pongan a volar y que sean dignos de descubrir el mundo.

El mundo es hostil. La juventud no tiene empleos dignos ni manera de pagarse un alquiler. Yo salí de casa cuando no tenía un real y me fui a Barcelona, donde vivíamos ocho personas en un piso. Cuando tenía dinero comía y cuando no tenía, no comía. Pero el afán de aventura era más grande que otra cosa. Creo que lo peor que podemos hacer con un ser humano es sobreprotegerle. La sobreprotección es una forma de maltrato. Incluso, diría que es la peor.