Suicidios

Los "ángeles" que salvaron a José, el hombre que intentó suicidarse tres veces: "Es un túnel oscuro, hay que pedir ayuda"

José Ramón García es uno de los protagonistas de la muestra del fotógrafo Daniel Lovi, que visibiliza el suicidio y que se inaugura esta tarde

José Ramón García, junto a su fotografía en la exposición de Daniel Lovi.

José Ramón García, junto a su fotografía en la exposición de Daniel Lovi. / FERNANDO RODRÍGUEZ

C. M. Basteiro

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José Ramón García le debe la vida a una perrina que ya no está en la Tierra. A “Dama”, una Yorkshire que le siguió hasta el monte uno de los días que él pensó en terminar con todo. Le miró a los ojos, parecía decirle “quédate”. 

Y se quedó, valiente. José Ramón García es un superviviente. Intentó suicidarse tres veces, las tres decidió volver a vivir. Ahora está mucho mejor, aunque batalla con un diagnóstico de depresión y ansiedad

. Es uno de los protagonistas de la exposición “La muerte silenciada”, del fotógrafo Daniel Lovi (

Oviedo

,1986). La muestra, que se inaugurará en la tarde de este viernes (19.00 horas) en Mieres Centru Cultural, presenta en imágenes las historias de cinco vecinos de las Cuencas, supervivientes o que perdieron a un familiar por suicidio

. El proyecto se completará con un documental audiovisual, en el que participan quince expertos.

Uno de ellos es el psiquiatra Celso Iglesias, director del área de gestión clínica de Salud Mental del hospital Valle del Nalón. No es de extrañar, escuchando al experto, que Daniel Lovi escogiera las Cuencas para visibilizar el suicidio. “El índice es alto en toda

Asturias

. Pero en las comarcas mineras, aunque no disponemos de los últimos datos, suele ser aún más elevado”. 

Los motivos son el despoblamiento, el envejecimiento y la falta de oportunidades laborales en una zona que fue motor económico hasta hace relativamente poco. “Es importante hablar del suicidio, aunque con matices. Siempre con el cuidado que requiere este tema”, apunta Iglesias. Considera imprescindible eliminar el tabú y acabar con los mitos. Un dato que puede sorprender: cerca de la mitad de las personas que fallecieron el año pasado por suicidio en las Cuencas no tenían diagnóstico de enfermedad mental. 

No es el caso del septuagenario José Ramón García. La primera vez que el mundo se le volvió negro, tenía 10 años. “Entonces fue cuando murió mi padre, empecé a sentirme muy triste y me molestaban mucho los ‘barullos’. Pero claro, ¿a quién se lo iba a decir? Era un guaje, no sabía explicarlo y no creo que me hubieran hecho caso”, señala.

Empezó a trabajar en la mina, primero en el pozo Santa Bárbara (Turón) y luego en Nicolasa (San Nicolás, Ablaña). Se casó con la mujer con la que ha compartido casi toda la vida: “Me duele por ella, por lo que pasa. Al final, yo creo que sufre más el entorno que nosotros”. Intentó quitarse la vida en tres ocasiones: “Una vez pasó un hombre por donde yo estaba y nos pusimos a charlar; la otra vez fue cuando ‘Dama’ me salvó y, la última, me encontró mi mujer”. 

Tres veces que volvió a nacer. Pero, ¿qué hay detrás de un suicidio? Afirma Celso Iglesias que, en la mayoría de los casos, “se trata de personas que de forma libre y más o menos consciente deciden terminar con su vida. No es un impulso, no es una locura”. La mayor proporción de los suicidios en las Cuencas, afirma el psiquiatra, se producen entre “gente mayor, que está enferma y que entienden que la vida no tiene sentido”. 

Algo parecido pensó José Ramón García. Con voz calmada, explica que “yo no sé cómo llegué hasta ese punto. Sé que me veía como en un túnel muy oscuro, al que no entraba nada de luz”. Tras la última tentativa, siguió adelante con el tratamiento y empezó a acudir a la Asociación de Familiares y Enfermedad Mental de Asturias (AFESA): “Mis compañeros y las personas que cuidan de nosotros son maravillosas, me han cambiado la vida”. 

Si no sale de casa, se queda a oscuras con la persiana bajada. Pero cada vez lo hace menos: “Los lunes, martes, miércoles y viernes voy a AFESA. Incluso doy un taller de cestería con alumnos que están aprendiendo mucho”. Lleva una temporada ya muy bien, y espera que le reduzcan la medicación en las próximas semanas. 

¿No le cuesta hablar de lo que pasó?

A los que ahora se sientan en las oscuridad, les pide que solo den un paso al frente. “El primer paso es el que más cuesta. Luego ya empiezas tratamiento, terapia… lo que sea que te ayude. Se puede salir, de hecho, se debe salir de ahí”. Cuando le preguntan por la mayor razón para vivir, aprieta una mano contra otra. Cierra un momento los ojos: “Mira, muchas… Todas. Lo que no hay, son razones para no vivir”. 

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