colectivos vulnerables

La ola de frío al raso: "No puedes dormir. Se te hiela el cuerpo"

Municipios catalanes como Sabadell, Santa Coloma o Cornellà no tienen albergue municipal para personas sin hogar

En Barcelona, más de un centenar de personas esperan para acceder al Centro de Acogida Nocturna de Emergencias

Elisenda Colell

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No puede parar de toser y tiene mucha mocosidad. Hichiam, un joven de 28 años procedente de Marruecos, aguanta la ola de frío desde un trozo de cartón y una manta en el Paseo Picasso de Barcelona. "El frío, el viento... es horrible. Me encuentro muy mal. Estamos muertos en vida", explica el chico. Otros de sus compañeros combaten la gripe y la fiebre con paracetamol o inhaladores. Como ellos, 2.500 personas en Catalunya no tienen ningún lugar para resguardarse de las bajas temperaturas: duermen en la calle.

Hace dos años dos jóvenes murieron por hipotermia. Hichiam espera no correr su misma suerte. Las entidades sociales lamentan que hay municipios catalanes que no ofrecen ni una sola opción para que estas personas se puedan resguardar, y en los que sí lo tienen, la oferta es del todo insuficiente. Solo en Barcelona, 112 personas esperan para acceder al dispositivo de emergencia para los meses de invierno.

En el Paseo de Picasso de Barcelona el viento agita los árboles. Hichiam y una veintena más de personas se guarecen en los porches de la calle. Está con Hassan, de 21 años, y Hussam, de 20. Están arropados por trozos de cartón, mantas, sacos de dormir y abrigos. "Nos lo dan los vecinos", explica Hichiam. El primero hace unos dos años que vive en la calle, después de huir de su país en busca de una vida mejor. "Es que no hay trabajo", lamenta. El segundo vivía en un centro de menores de Ceuta pero fue expulsado al cumplir la mayoría de edad. Tiene mucha mocosidad, pero nada con la que combatirla. El tercero, Hussam, lleva seis meses malviviendo en Barcelona. "Hace tres meses que espero plaza para un albergue municipal", cuenta.

Guardar la manta en la alcantarilla

"Es lo más preciado que tenemos", cuenta Ahmed, un joven senegalés de 27 años que lleva 4 meses en el raso. Se refiere a las mantas y la poca ropa de abrigo, que guarda debajo de las alcantarillas. "Hace dos días me las robaron..., me dolía todo el cuerpo", explica el chico, que no tiene papeles para poder trabajar legalmente. "Con este frío es imposible dormir. Ayer solo pude descansar dos horas. Se te hiela el cuerpo", sigue. No tiene papeles, pero ha trabajado en negro y sin contrato en la huerta murciana.

Antonio también intenta descansar. De origen italiano, y con graves problemas de salud, asume que de noche la manta es su mejor aliada. "Tengo 60 años. ¿Cómo permiten que tenga que dormir en estas condiciones? ¿Es que no soy una persona?", se pregunta. Tiene rotas dos vértebras. "Con este frío, me duelen las piernas. No las siento. No las puedo mover. Si esto sigue así necesitaré un bastón, me cuesta caminar", sigue el hombre. La entrevista se entrecorta por su tos. Este hombre lleva más de 10 años en la calle. Hace siete meses que espera una plaza en un albergue municipal de la capital catalana.

Ropa de los contenedores

Son las nueve de la noche cuando llega Rómulo. "Estoy bien jodido pero respiro", se presenta. Tiene 40 años pero anda con mucha dificultad. Se pasa las noches andando para intentar combatir el frío. Originario de Rumanía, su vida se torció en 2009, cuando perdió su empleo en las reformas de chalets de lujo. Hace menos de un año que salió de la cárcel sin ningún lugar al que acudir y con un evidente trastorno de salud mental. "A mí lo que me da miedo es la humedad. No puedes respirar, te duelen los huesos...", sigue. Lleva un inhalador prescrito por un médico. Sus pulmones ya no resisten. No tiene mantas, pero no le preocupa. "Llevo más capas de ropa que una cebolla", dice. Una ropa que saca de los contenedores de la basura.

Quien también está en apuros son Quaresma y Anabela, una pareja de origen portugués que ha escrito la palabra 'Casa' en las paredes del porche donde descansa. Ella está enferma. "Tiene gripe, en la Cruz Roja le dieron un paracetamol", explica él. La chica, de 43 años y a quien le falta un brazo, descansa entre cartones. "Es que no puedo darle ni una sopita caliente", lamenta él, de 53 años. "Vivíamos en una habitación en L'Hospitalet, pero ya no podíamos pagar más porque perdí el trabajo", explica él. En Barcelona les consiguieron una tarjeta sanitaria, la Cruz Roja les empadronó y les consiguieron gafas y plaza en un comedor social.

Lista de espera y falta de servicios

Como ellos, en Barcelona hay un millar de personas que viven en la calle. Cada año el consistorio abre un equipamiento de emergencia que, entre noviembre y marzo, y solo durante 30 días por usuario, ofrece 70 camas. En estos momentos, según ha podido saber EL PERIÓDICO, hay una lista de espera de 112 personas. De media, quien pide este recurso tarda una semana para poder entrar. "No es una opción factible. Las personas se ven obligadas a dejar todas sus pertenencias en un lugar donde la convivencia es muy difícil. Necesitamos más espacios permanentes", se queja Ferran Busquets, director de la fundación Arrels. "Estas condiciones extremas hacen que tengan una esperanza de vida más corta", sigue Busquets.

Pero las plazas son insuficientes en muchas poblaciones. En L'Hospitalet de Llobregat, con más de 90 personas sin hogar, solo hay 15 plazas para la operación frío. En Lleida, con más de 100 personas al raso, la fundación Arrels Sant Ignasi pide más medios. "Este año han abierto un pabellón con camas para el frío pero nos falta un mapa habitacional: es insuficiente, necesitamos más espacios permanentes", cuenta el director, Roger Torres.

Busquets expande su crítica al resto de Catalunya, donde se calcula que hay 1.500 personas viviendo en la calle. "Hay muchos municipios que no tienen ni un albergue, ni ofrecen ninguna opción ante la operación frío", explica Busquets. Sin ir más lejos, Santa Coloma de Gramenet, Cornellà o Sabadell. El 50% de las personas sin hogar en la capital lleva menos de cinco años en ella. Barcelona es un polo de atracción ante la falta de equipamientos en el resto de municipios, lamenta el ayuntamiento.

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