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¿Quién ha robado mi capacidad de concentración? Cómo luchar contra el colapso que provoca la "tormenta perfecta" de distracciones

'El valor de la atención' indaga en las causas y las consecuencias de que cada vez cueste más mantener el foco en una tarea

"Los ingenieros más inteligentes del mundo del mundo dedican todo el día a averiguar cómo hacer que sigas en las redes sociales, porque tu distracción es su combustible", dice su autor, el periodista Johann Hari

Chica

Chica / Student studying and checking phone in a park

Daniel G. Sastre

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Quienes hayan notado que desde hace un tiempo les cuesta más concentrarse en leer un libro, ver una película, seguir el hilo de un argumento complejo, o, en definitiva, centrar su atención en algo durante un periodo más o menos prolongado, deben saber que no están solos. Y también que no deben culpar de ello a su falta de voluntad, aunque sí preocuparse de forma activa por solucionarlo, si es lo que quieren. Esos son el punto de partida y la principal conclusión que ofrece 'El valor de la atención' (Península), el nuevo libro del periodista británico Johann Hari, que ha salido a la venta esta semana.

Hari no es el único que concibe la pérdida de la capacidad de atención como un problema social de primer orden, en la línea del cambio climático o el resto de grandes desafíos de nuestros días. Toda una serie de pedagogos, psicólogos y neurólogos llevan tiempo alertando sobre la perniciosa influencia que ejercen determinados avances tecnológicos -sobre todo relacionados con las redes sociales- en los cerebros y el comportamiento de las personas. Además de con el déficit de atención, los relacionan con la dificultad para las relaciones sociales, con los transtornos del sueño o con el empobrecimiento del lenguaje, entre otros.

Pero Johann Hari va bastante más allá en su último libro. Este periodista, que se ha convertido en referente para una parte de la izquierda anglosajona -'El valor de la atención' ha recibido elogios entusiastas de Hillary Clinton, Naomi Klein o Stephen Fry, por ejemplo-, cuenta cómo un viaje iniciático con su sobrino adolescente constituyó el germen de su último trabajo. Ambos fueron a Graceland, la mansión de Elvis Presley, donde constataron por ejemplo que la gente prefería mirar en su iPad las habitaciones de la casa que contemplarlas directamente, o que su sobrino era incapaz de dejar de enviar mensajes.

"Escribí este libro por una razón muy personal. Podía sentir que mi propia capacidad para concentrarme y prestar atención estaba empeorando. Cosas importantes para mí, como leer libros, se estaban volviendo cada vez más difíciles", escribe Hari. Tras el viaje a Graceland, el periodista se desplazó por todo el mundo para entrevistar a más de 200 expertos en atención y enfoque para averiguar por qué están colapsando las aptitudes para el pensamiento profundo.

Johan Hari

Johan Hari / Simon Emmett

Uno de esos expertos, el neurocientífico del MIT Earl Miller, le explicó por ejemplo que estamos viviendo "una tormenta perfecta de degradación cognitiva", y que no es verdad que algunas personas, en contra de lo que cree "el adolescente promedio", puedan prestar atención a seis o siete cosas a la vez, porque "el cerebro humano solo puede pensar conscientemente en una o dos cosas al mismo tiempo".

Además, continúa el autor de 'El valor de la atención' citando estudios científicos, la deriva actual provoca que los adolescentes cambien de tarea cada 65 segundos, un tiempo que se amplía solo hasta los tres minutos en el caso de los adultos que trabajan en una oficina

Una caja fuerte para el móvil

Más allá del bombardeo tecnológico, Hari identifica como causas de esa pérdida del poder de concentración el aumento del cansando físico y mental o del estrés, el empeoramiento de las dietas, el aumento de la contaminación o la organización actual de las escuelas. Y propone algunas soluciones individuales, además de las sistémicas, que él mismo aplica.

Entre ellas, usa una especie de caja fuerte con temporizador para impedirse usar el móvil, se esfuerza por dejar divagar la mente, se obliga a dormir ocho horas o se desconecta de las redes sociales seis meses al año. "Twitter es una total pérdida de tiempo", dice contra quienes piensan que es una herramienta esencial hoy en día para los periodistas. "Después de este mes, estaré fuera de Twitter durante todo 2023", insiste en conversación con este diario por correo electrónico.

Las reflexiones de Hari complementan las de una serie de autores que llevan años alertando específicamente sobre los peligros de la tecnología. Uno de ellos es el divulgador Diego Hidalgo, que avisa de que "cuanto más tiempo se pase en las redes sociales, más opciones tienen las empresas que las gestionan de convertir la atención de esos usuarios en dinero" mediante impactos publicitarios, por ejemplo.

El autor de 'Anestesiados: la humanidad bajo el imperio de la tecnología' añade que la cantidad de información que esas aplicaciones recaban de quienes las utilizan les permiten trazar perfiles muy pormenorizados de esas personas, preferencias políticas incluidas. "Esos productos están diseñados deliberadamente para capturar y mantener la atención al máximo, porque esas empresas ganan dinero con cada minuto que estés allí. Los ingenieros más inteligentes del mundo del mundo dedican todo el día a averiguar cómo hacer que sigas allí, porque tu distracción es su combustible", incide en esa idea también Hari.

Envejecimiento y falta de concentración

Tanto Hari como Hidalgo admiten que pueden buscarse precedentes de la situación actual en el pasado. Hari recuerda por ejemplo que "hace casi un milenio, había monjes medievales que se quejaban por escrito de que, ellos también, sufrían problemas de atención", y que "a medida que los seres humanos envejecen, se concentran menos y se convencen de que se trata de un problema del mundo, y no de que sus mentes van perdiendo facultades". Pero opone multitud de estudios que constatan que la afectación actual a la capacidad de concentración en todas las edades no tiene parangón.

En cuanto a Hidalgo, diferencia la situación de hoy a la que se produjo, por ejemplo, con el boom de la televisión en la segunda mitad del siglo pasado: "En la tele hay una diferenciación mucho más clara entre el contenido que queremos ver y los anuncios, durante los cuales el telespectador puede activar su escudo. Además, las notificaciones de programas como Whatsapp provocan pequeñas descargas de dopamina que provocan que el usuario tenga que volver cada cierto tiempo a por más". 

De hecho, hace unos días se conoció la noticia de que los colegios públicos de la ciudad de Seattle (EEUU) denunciaron a plataformas como TikTok, Instagram, Facebook o YouTube por la ansiedad y otros trastornos de salud mental que generan en los jóvenes. Quieren que estos programas cambien su manera de funcionar para que dejen de incitar a sus usuarios a buscar constantes recompensas. "Personas que trabajan en el corazón de la máquina de Silicon Valley me explicaron que podríamos tener toda la tecnología actual, pero que no estuviera diseñada para piratear e invadir nuestra atención. Pero las empresas tecnológicas no harán eso por sí solas, debemos hacer que lo hagan", abunda Hari. 

No tenemos por qué vivir así. El placer de concentrarte realmente es mucho mayor que el placer de recibir la siguiente notificación de mierda en tu teléfono

— Johann Hari

"Tenemos que ir a la ofensiva contra las fuerzas que nos están haciendo esto. Necesitamos cambiar la forma en que funcionan las oficinas y las escuelas de nuestros hijos. Necesitamos enfrentarnos a la industria alimentaria y regular la gran tecnología", resume Hari. En su opinión, es un "problema sistémico" con el que "si queremos, podemos lidiar". "No tenemos por qué vivir así. El placer de concentrarte realmente es mucho mayor que el placer de recibir la siguiente notificación de mierda en tu teléfono", zanja.

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