Colectivo trans

Ocho meses para cambiar el sexo del DNI: "Ahora no me da miedo buscar trabajo"

Casi un año después de iniciar los trámites, Adela Capella, una mujer trans de 22 años, ha podido cambiar el nombre y el sexo de su DNI

A1-163466876.jpg

A1-163466876.jpg / RICARD CUGAT

Elisenda Colell

Elisenda Colell

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En abril de 2022, Adela Capella se presentó en las oficinas del Registro Civil de Barcelona para pedir un cambio en su DNI. Quería olvidar el nombre de hombre y el sexo masculino que le pusieron al nacer. El trámite debía tardar tres meses, pero se demoró hasta los ocho. Su caso es excepcional, su expediente se traspapeló. "El problema es la falta de información que tenemos, el no saber qué hay que hacer y dónde recurrir", señala.

El nuevo DNI ha supuesto un cambio importante para ella. "Cuando lo logras y ves el nuevo DNI es una satisfacción enorme, una victoria del movimiento 'trans' y una porra contra las trans excluyentes, como Carmen Calvo", dice. Adela explica que ahora ya no le da miedo buscar empleo. "Me llamarán por mi nombre y estaré más segura ante el acoso laboral", cuenta.

A pesar de su corta edad -tiene 22 años-, Adela es una activista 'trans' de pies a cabeza mal que a ella le pese. "Yo no quiero ser activista trans, yo quiero ser música, cantante, comunista... a los 'trans' nos están siempre encasillando", lamenta.

El inicio de su historia se remonta a 2015, cuando cursaba tercero de la ESO y salió del armario como chico gay. "Bueno, es lo que me hizo hacer creer mi entorno, yo fracasaba en la masculinidad tradicional", puntualiza. "El problema de muchas personas 'trans' es que nunca quisimos ser 'trans'. Teníamos referentes estereotipados a los que no nos queríamos parecer", sigue. Hasta que empezó a militar en colectivos LGTBI y se dio cuenta que había otras formas de ser 'trans'.

"El tránsito de género dura toda la vida: sales una vez del armario y luego toda la vida", explica la joven

En 2017, poco antes de empezar Bachillerato, Adela se dirigió a la unitat de 'Trànsit', especializada en la atención sanitaria de las personas 'trans'. "Fui a informarme, pero ya de entrada me apuntaron para la operación de vaginoplastia. Las listas de espera son larguísimas, argumentaron y cuando llegara el momento de operarme podría decidir". Este momento, el de la intervención, llegó hace escasas tres semanas, seis años después. "Y dije que no", puntualiza.

Adela Capella, una joven de 22 años que ha esperado ocho meses para cambiar el DNI con su sexo y nombre deseado.

Adela Capella, una joven de 22 años que ha esperado ocho meses para cambiar el DNI con su sexo y nombre deseado. / RICARD CUGAT

Después de aquella primera visita, Adela se dejó el pelo largo, se depilaba y cambió de escuela. "Quería cambiar caras, empezar de nuevo... pero fue un horror. El acoso no termina nunca", cuenta. "La depresión, la ansiedad, el consumo de cannabis... tengo amnesia de aquellos años y creo que está muy relacionado con el acoso y el señalamiento que sufría", añade. El incidente más grave ocurrió durante un concierto. "Me tiraron al suelo y me dieron patadas. Allí aprendí que los 'trans' tenemos que ir siempre de tres en tres".

La respuesta de la familia

Tras aquellos dos años, dejó los estudios y empezó a interesarse por el mundo de la música. Junto a otro compañero 'trans', nació el proyecto 'Faggot Hunters', un grupo de música rap disidente. También vino el momento de contarlo a la familia. "Mis dos hermanas siempre me han apoyado. Mi madre lo entendió y se lo contó a todo su entorno, me puso las cosas fáciles. Mi padre, en cambio, decidió perderme para siempre. Vivimos juntos pero ya no tenemos relación", cuenta.

En 2019 dejó su antiguo nombre, el mismo que el de su padre y su abuelo, y optó por el de Adela. "Es de una canción de Manel que comparto con mi madre", añade. En 2020 inició el proceso de hormonación con estrógenos supervisado por los médicos de Trànsit. "Dejé de huir de los espejos. Me sentía más a gusto con mi cuerpo... y decidí estudiar música".

En febrero de 2022 quiso dar el salto final. Con la antigua legislación de 2007 necesitaba ser mayor de edad, un diagnóstico psicológico y estar en un tratamiento hormonal para pedir el cambio del DNI. La cita en el registro civil fue en abril. "Una hora y media de nervios, ansiedad y papeleo", recuerda. Después llegaron los meses de incertidumbre, "esperando la respuesta", añade. Fue en noviembre cuando se puso en contacto con la administración y le pidieron disculpas por la tardanza. En diciembre, finalmente, llegó la cita con la Policía Nacional y el documento expedido.

Vergüenza a 'bizums' o un contrato

"Podré registrar a mi nombre los derechos de autor de mis canciones, he cambiado mi cuenta bancaria y no me da vergüenza pedir Bizums, el diploma de mis estudios musicales estará a mi nombre...", añade. "Ya no me da miedo ir a buscar trabajo. De panadera, de repartidora... de lo que sea. Mi jefe me llamará Adela, en mi contrato pondrá Adela y ningún compañero pondrá en duda quien soy. Tampoco la Policía. Esto me da mucha seguridad", sigue.

Asume que el nuevo DNI no es la panacea. "Esto no es el fin definitivo, me pasaré la vida saliendo del armario. Ahora tengo el DNI que dice que soy mujer, pero hay mujeres que me acusan de acabar con ellas", agrega. Agradece que cuando se apruebe definitivamente la nueva Ley Trans no hará falta ninguno de los documentos médicos que ella tuvo que aportar. "Pero no es una victoria total. El DNI no debería encasillar en el género, todos somos personas. Y esta ley se ha recortado: olvida a las personas migrantes o intersex. Mi DNI es una victoria, pero no es la victoria absoluta", concluye.

Suscríbete para seguir leyendo