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Javier del Pino, periodista: “Ojalá los oyentes de la SER oyeran más la COPE y al revés”

El director de 'A vivir que son dos días', el magazine de fin de semana más oído de la radio española, cree que el modelo mediático que rige en nuestro país está "agravando las brechas de convivencia democrática".

Javier del Pino, periodista de la Cadena SER

Javier del Pino, periodista de la Cadena SER

Juan Fernández

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Cuatro de los doce meses del año, Javier del Pino (Madrid, 59 años) reside en Washington, la ciudad donde ejerció de corresponsal durante una década y media y desde donde dirige y presenta cada sábado y domingo, desde hace diez años, ‘A vivir que son dos días’ (Cadena SER), el magazine de fin de semana con más audiencia de la radio española (1,8 millones de oyentes según el último EGM). Consciente de su rareza, el periodista defiende otra forma más distante y menos tremendista de contar la actualidad.

-¿Cómo se ve España a 6.000 kilómetros de distancia?

-El escritor Manuel Vilas, que fue muchos años profesor de literatura en Iowa, suele decir que salir de España es muy saludable porque te permite ver el país desde un balcón. Comparto esa sensación. Mentalmente, ese desapego me parece muy sano. A mí me viene muy bien, y en el equipo del ‘A vivir’ y entre los directivos de la cadena han acabado entendiendo que también es bueno para el programa.

-Igual crea escuela y empezamos a enviar a los grandes creadores de opinión a pasar largas temporadas fuera.

-A muchos les vendría muy bien para darse cuenta de que ni ellos ni España son tan importantes como quieren hacernos creer. Entre los corresponsales solemos comentar ese momento que vivimos todos en que nos llaman los jefes para preguntarnos muy nerviosos: “Oye, ¿cómo está contando el 'New York Times' el lío del CGPJ?”. Y aguantándonos la risa, tenemos que contestar que nadie en Estados Unidos está hablando de ese tema que aquí se vive con tanta urgencia. En España tendemos a pensar que todo lo que nos pasa es trascendental, pero en el esquema general del planeta solo somos un pequeño puntito en un inmenso radar.

-¿Los medios colaboramos a extender esa sensación?

-No me cabe la menor duda. Cuando veo los informativos en España, tengo la sensación de que el Apocalipsis va a suceder esa noche. Hasta los presentadores están de pie por si tienen que salir corriendo. No solo pasa en la tele, también en la radio. Por eso, cuando empecé a hacer ‘A vivir’, puse mucho empeño en alejarme de ese modelo, a pesar de las críticas que recibí dentro y fuera de la emisora.

Cuando veo los informativos en España, tengo la sensación de que el Apocalipsis va a suceder esa noche. Hasta los presentadores están de pie por si tienen que salir corriendo

-¿Qué le dijeron?

-Sufrí bastantes humillaciones, incluidas las de algunos directivos de la casa, a los que he sobrevivido, que me decían con desprecio: “Usted hace radio para usted, tiene que hacerla para la señora del chorizo”. Me recordó a un directivo de la tele que me dijo un día que la única forma que había para triunfar en ese medio era hacer televisión para una mujer andaluza de 50 años y pocos estudios.

-¿Cómo definiría la radio que hace?

-Solo me planteo un objetivo cuando empiezo cada programa, y es preguntarme al acabar si ese día he aprendido algo nuevo. Creo en la radio que enseña, la que respeta al espectador y le ayuda a entender mejor el mundo en el que vive. Hago radio para oyentes que doy por hecho que son más inteligentes que yo.

-Parece que la fórmula funciona, a la vista de las audiencias. ¿Cómo se explica la buena salud que tiene la radio en la era de las pantallas digitales?

-En España, la radio ocupa un lugar muy emocional entre la población, más que en otros países de nuestro entorno, y ese sentimiento se ha traspasado de generación en generación. Pero hay otro factor relacionado con la empatía que genera este medio y que no tienen otros. En la radio, la voz te llega al corazón, no solo a la cabeza. La radio se mete en tu casa y te acompaña, y eso es algo que no ha cambiado con la llegada de lo digital. De hecho, el éxito de los podcasts bebe mucho de ese fenómeno. Es más fácil llorar oyendo la radio que viendo la tele o leyendo un periódico.

Solo me planteo un objetivo cuando empiezo cada programa, y es preguntarme al acabar si ese día he aprendido algo nuevo

-2023 llega con dos citas electorales a la vista. ¿Con qué ánimo las afronta?

-Como ciudadano, tengo la triste impresión de que en España votamos con la nariz tapada y que no elegimos a los políticos que nos gustaría. Soy de izquierdas, estoy aferrado a las ideas progresistas y sé que hay un catálogo de políticos que las representan, pero ninguno se corresponde con mi idea de lo que debería ser un político. Casi todos, si han de elegir entre lo que es bueno para el país o para sus carreras, eligen lo segundo. Quizá también es melancolía de la edad. Esperas que llegue tu Obama para votar con ilusión, pero no acaba de llegar. Luego Obama también defrauda, pero esa es otra historia.

-¿Y como periodista, cómo encara las citas del 2023?

-No creo que haya ahora mismo en España ni un solo periodista al que le haga ilusión cubrir una campaña electoral, y si lo hay, debería estar en terapia. Es imposible que te apetezca seguir a Feijóo durante dos semanas oyéndole hablar con una vaca detrás sin cuestionarte qué has hecho con tu vida para acabar ahí.

-No sé si estarán de acuerdo los compañeros que hacen información política.

-No quiero meterme con ellos, pero creo que la información política en España se ha convertido en un circo en el que periodistas y políticos nos dedicamos a hacernos el trabajo fácil. Nosotros les ofrecemos el tiempo que ellos buscan, y ellos nos dan el trabajo hecho. Se llama periodismo de declaraciones. En Estados Unidos es muy difícil ver a un político saliendo del Capitolio con un micrófono delante. En España, esto es la norma.

-Se habla mucho de la polarización que hay en la sociedad española. ¿Qué parte es culpa de los medios?

-Mucha. Hace poco, Carles Francino dijo que el modelo televisivo de Telecinco ha embrutecido a la sociedad española y se le echó encima mucha gente, pero yo no puedo estar más de acuerdo. Nuestro modelo informativo está agravando las brechas de convivencia democrática. Hacemos informativos contra los espectadores, no a favor de ellos. Nos dedicamos a echar sal en las heridas y nunca hacemos el esfuerzo de entender a la otra parte. En España se da un atrincheramiento mediático insalvable.

No creo que haya ahora mismo en España ni un solo periodista al que le haga ilusión cubrir una campaña electoral, y si lo hay, debería estar en terapia

-¿Insalvable?

-Ojalá los oyentes de la SER oyeran más la COPE y al revés, pero creo que ese oyente no existe. Si existe, me gustaría conocerlo para entrevistarlo. La relación que mantenemos con los medios no es buena, porque fomenta el aislamiento y nos impide abrirnos a entender al otro. Yo escucho la COPE de vez en cuando. No estoy de acuerdo con lo que dicen y a veces tampoco con el tono con que lo dicen, pero creo que es un deber ciudadano saber lo que piensan.

-El presidente del Gobierno se queja de la derecha mediática. ¿Hemos de entender que también existe la izquierda mediática? ¿Este es el campo de juego?

-Por supuesto que existe. ¿Dónde está el Grupo Prisa si no que en la izquierda mediática, o el 'New York Times' en Estados Unidos? No hay nada de malo en que los medios tengan una línea ideológica, pero deberían dar más cabida a quienes piensan diferente. Lo curioso es que, cuando lo haces, a veces los oyentes se rebelan porque quieren escuchar lo de siempre. Esto dice mucho de los españoles. Aquí somos de un partido político como de un equipo de fútbol. En Estados Unidos, las elecciones las decide una bolsa de votantes independientes que a veces votan republicano y a veces demócrata. En España no existen los independientes. Aquí, o movilizas a los tuyos, o no los movilizas, pero ninguno cambia de partido. Y eso se refleja en los medios.

-¿Aparte de colaborar a la polarización, los medios somos víctimas de ella?

-Los medios, sobre los de izquierdas, hemos tenido una carga emocional muy grande en España desde la muerte de Franco. En la transición, llevar 'El País' bajo el brazo por Madrid era un gesto político y democrático. Entiendo que muchos lectores que mantenían una vinculación sentimental tan fuerte con ese diario se sintieran traicionados cuando se convirtió en el periódico de Ciudadanos, una etapa que por fortuna ya pasó. Pero los medios tenemos la obligación de abrir la mente de nuestros seguidores a otras opiniones distintas, y no lo hacemos lo suficiente. A menudo, somos como los algoritmos de TikTok y nos limitamos a darles lo que quieren oír.

Entiendo que muchos lectores que mantenían una vinculación sentimental tan fuerte con 'El País' se sintieran traicionados cuando se convirtió en el periódico de Ciudadanos, una etapa que por fortuna ya pasó

-¿Esto es nuevo o siempre ha pasado?

-Le puedo contar mi experiencia personal. Las primeras tertulias radiofónicas las puso en marcha Carlos Llamas en ‘Hora 25’. Yo formaba parte de su equipo cuando hubo que decidir quién debía venir de tertuliano y alguien planteó el nombre de Carlos Mendo, que había trabajado con Fraga y era muy conservador, pero tenía una cierta vinculación con el Grupo Prisa. Cuando empezamos, no imagina la cantidad de oyentes que llamaron para quejarse y preguntar: ¿qué hace un señor tan de derechas en “mi” radio? Sin embargo, poco a poco, Carlos Mendo se fue convirtiendo en ese señor tan conservador que tocaba tanto las narices, pero que caía tan simpático y al que todo el mundo quería oír. En vez de caminar en ese sentido y abrirnos a más voces, los medios hemos ido cerrándonos cada vez más, y esto es muy peligroso para la propia democracia. He podido comprobarlo en Estados Unidos.

-Dejó de ser corresponsal en Washington en 2012. ¿Cómo encuentra ese país una década más tarde?

-Irreconocible. La tormenta perfecta protagonizada por Trump, las ‘fake news’, las conspiraciones, el enfado social y la polarización han cambiado el país como nunca pude imaginarlo. Hoy es imposible mantener una conversación política serena con el norteamericano medio, porque de repente te enfrentas a alguien que sospecha que le quieren manipular con las vacunas. Es terrible. Hasta la presidencia del país, que fue una institución sagrada incluso en tiempos de Bush, ha dejado de ser respetable. No es el país optimista, abierto y solidario que conocí hace 25 años, y esto es debido a todos los discursos de odio que ciertos políticos, locutores de radio y supremacistas blancos han estado vertiendo sobre la sociedad en estos años. Esa semilla la plantan los medios dando voz a gente que no lo merece.

-¿Esto es un aviso a navegantes?

-Cuando estoy en España, suelo gastar la broma de decirle a la gente: vengo del futuro, no sabéis lo que os espera. El capitalismo en general y el modelo norteamericano en particular tienen una facultad infalible para extenderse como una mancha de aceite y últimamente empiezo a ver aquí cosas que vi hace una década allí. Como el boom de las universidades privadas, que son una plaga ahora mismo en España. Falta muy poco para que estudiar en ellas cueste 60.000 euros al año y para que las empresas solo contraten a jóvenes que han pasado por esos centros. Eso ya está pasando en Estados Unidos y pasará en España si no lo evitamos, igual que ocurrirá lo mismo con el sistema de salud si no lo cuidamos. Deberíamos tomar buena nota de lo que sucede allí para no cometer los mismos errores. 

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