Club de Educación y Crianza de EL PERIÓDICO

He pillado a mi hijo viendo porno: ¿qué hago?

Los expertos aconsejan huir siempre de los interrogatorios y la actitud sancionadora

Un niño, solo en su habitación delante de una pantalla

Un niño, solo en su habitación delante de una pantalla / José Luis Roca

Olga Pereda

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Tus hijos e hijas tendrán su primer contacto con la pornografía 'online' en torno a los 9, 10, 11 o 12 años. La edad, incluso, se puede adelantar a los 8. No suele tratarse de búsquedas deliberadas ni tienen un componente erótico. Al contrario de lo que ocurre en la adolescencia, el objetivo de niños y niñas es la curiosidad, no despertar o incrementar el deseo. ¿Cómo debes reaccionar cuando le pilles en ese momento? No hay una respuesta única. La edad de tu hijo, el tipo de porno que consume, el modelo de familia que seáis y el patrón educativo que estéis impartiendo en casa son factores fundamentales que hacen de cada situación un caso único. El único denominador común es que debes mantener la calma. Las actitudes rígidas, sancionadoras o moralistas y los interrogatorios policiales no funcionan. Tampoco juzgar ni culpabilizar. Hay que educar.

La edad importa

La mayoría de los niños y las niñas acceden a imágenes pornográficas a los 12 años. Las pasadas generaciones buscaban en el diccionario ‘culo’ o ‘vagina’ y curioseaban algún libro de biología y anatomía para descubrir cuerpos desnudos, pero los niños y los jóvenes de 2022 tienen todo un mundo sexual a un simple clic. 

No es lo mismo que descubras que tu hijo o hija de 9 años ve imágenes pornográficas a que lo haga si tiene 16 años. Con 9 o 10 años no hay ingrediente erótico sino que, básicamente, le mueve la curiosidad. “Somos seres sexuales, la curiosidad es natural. El sexo está rodeado todavía de mucho tabú, así que la curiosidad aumenta”. El problema es que hay mucha información y poca educación, explica Mirta Lojo, psicopedagoga y doctora en Ciencias de la Educación.

La exposición y el acceso al porno es una cosa, y la educación sexual, otra. La segunda salva vidas y debe empezar cuanto antes. La primera, no. Desde los 9 a los 11 años, la exposición y el acceso al porno no es recomendable, según la guía ‘Hablemos de porno’, editada por la organización en defensa de la infancia Save the Children. “No es el momento evolutivo de satisfacer el deseo erótico. Su desarrollo cognitivo no les permite entender plenamente lo que están viendo, al igual que les puede suceder con otras imágenes perturbadoras, violentas o difíciles de asumir”, sentencian los autores de la guía. 

Habla con tu hijo

Cada familia tiene un contexto y una manera de educar, así que la experiencia es diferente en cada hogar. A pesar de ello, Lojo insiste en que hay algo que debería ser común: el diálogo. “Hablar con tu hijo o hija y tener confianza no se consigue de un día para otro. Es una manera de educar”, concluye. Muchas veces, los padres y las madres prefieren no contestar preguntas inocentes que le resultan incómodas. Por ejemplo, ¿de dónde vienen los bebés? “El silencio también es educación sexual, pero menos eficaz. Quizá no sea la que te gustaría transmitir”, aconseja la guía de Save the Children. 

¿Es malo el porno?

El alcohol es malo, igual que las drogas. Tienen un claro efecto negativo en la salud. Pero ¿qué pasa con el porno? ¿Es malo? En lugar de plantearse esa pregunta, la psicopedagoga invita a los padres y las madres a explicar a sus hijos que el porno es una ficción: “No hay que creérselo porque no es verdad, es un relato ficcionado”. La guía de Save the Children aconseja a los progenitores explicar que el porno es a las relaciones sexuales lo que el cine a la vida: una representación ficticia de la realidad. “Los hombres y las mujeres que aparecen en la pantalla son actores y actrices, que han formado parte de un 'casting' y que han seguido un proceso de entrenamiento hasta que llegan ahí”, concluye la guía. 

Fomenta su espíritu crítico

El porno actual suele ser muy violento hacia la mujer, que deja de ser una persona para convertirse en un cuerpo al que penetrar. “Ver este tipo de imágenes [7 de cada 10 vídeos son violentos] sí que es perjudicial si no se miran con ojos críticos. Esas actitudes violentas o misóginas implican un desprecio hacia la mujer. Es ficción, pero los adolescentes pueden pensar que esta es la realidad, y eso conlleva muchos riesgos. El porno machista, el porno que cosifica a la mujer es un aprendizaje nefasto”, explica la doctora en Ciencias de la Educación. Los jóvenes deben saber que el verdadero sexo incluye consentimiento, respeto, comunicación verbal y no verbal. El sexo olímpico, salvaje, demasiado a menudo violento, con fuegos artificiales y centrado en el pene y el coito pertenece a la industria del cine y la publicidad, no al mundo real, donde las caricias y la intimidad también son sexo.

No le abronques

Todos los expertos coinciden en que cuando pilles a tu hijo viendo imágenes pornográficas, lo peor que puedes hacer es echar la bronca, dar lecciones y colocarte en un pedestal para dictaminar lo que está bien y lo que está mal. “Eso aleja la posibilidad comunicativa, sentencia Lojo, que invita a padres y madres a huir de los interrogatorios policiales.

¿Por qué estabas viendo esto?, ¿cómo se te ocurre verlo? y ¿para eso quieres el ordenador” son frases de madre y padre nada recomendables porque hacen que el menor se sienta culpable, explica la guía ‘Tenemos que hablar de sexo’. Si tu hijo es pequeño, los técnicos de Save the Children recomiendan recurrir a la comida como una buena analogía para explicarlo. Por ejemplo, hay alimentos que los niños y las niñas no pueden tomar, como el café o la cerveza, y que podrán ingerir, si quieren, cuando sean mayores. Hay alimentos peligrosos, como el azúcar. Y hay otras veces en las que la foto de la comida no se parece en nada a lo que comemos después”.

¿Es mi hijo un adicto?

El porno tiene todos los ingredientes para ser adictivo. Los autores de la guía de Save the Children explican que es difícil diagnosticar una adicción, pero recomienda a los padres estar pendientes de determinadas conductas respecto a sus hijos e hijas. Por ejemplo, si cada vez necesita mayores cantidades de porno, si experimenta malestar al no poder acceder a determinadas imágenes o si abandona otras actividades sociales. En esos casos, lo más recomendable es acudir a un profesional de la psicología o la sexología.

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