Todo lo que nunca has visto de un tanatorio

Detrás de una sala de velatorio del tanatorio Sancho de Ávila, un equipo de profesionales trabajan a contrarreloj para ofrecer el mejor servicio posible a las familias

Una tanatopractora prepara el féretro antes de abrir la sala de velatorio

Una tanatopractora prepara el féretro antes de abrir la sala de velatorio / Àngel García

Xavier Pareja

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El tanatorio Sancho de Ávila fue pionero en España en la introducción del velatorio fuera de casa 1968. En su interior, un equipo de decenas de personas trabajan a contrarreloj para que en el plazo de 24 a 48 h – tal y como contempla la legislación española– las familias puedan despedirse del ser querido que ha fallecido de la mejor forma posible antes de proceder al entierro o a la incineración.

“El velatorio es un momento que no volverá a repetirse y que juega un papel trascendental para comenzar el duelo”. Habla Josep Antón Díaz, responsable de protocolo de Mémora en Barcelona que, desde hace 33 años, trabaja en el tanatorio de Sancho de Ávila con la misión de ofrecer un trato personalizado a las familias. Coordina la llegada de los nuevos servicios y de aquellos que salen a lo largo del día. “Soy como el ‘maitre’ de un restaurante. Recibo a la familia, les explico todo lo que han contratado, estoy con ellos cuando ven a la persona difunta y les voy atendiendo en todo momento para resolver problemas u ofrecerles aquello que necesiten en cada momento”, explica. Cuando las familias llegan al tanatorio, él ya se ha asegurado que la sala esté en condiciones, que las flores hayan llegado y que todo esté en orden. “Las atiendo desde que entran y hasta que salen”, apunta.

Pero él es tan solo una de las caras más visibles de todas las piezas que entran en juego en el engranaje del funcionamiento del tanatorio. Tras las salas de velatorio hay un conjunto de pasillos y espacios en los que los diferentes equipos, a los que nadie ve, trabajan coordinados para ofrecer un servicio único y cada vez más personalizado.

La trastienda del tanatorio

Y no hay mejor forma de entenderlo, que explicarlo. El trabajo del tanatorio comienza con la comunicación del fallecimiento por parte del hospital, la residencia o de la propia familia. Un vehículo especializado se traslada para recoger a la persona fallecida. Se la identifica y se la traslada al tanatorio, donde los restos se conservan en una cámara frigorífica a una temperatura de entre 2 y 8 grados, como estipula la ley.

Mientras tanto, el equipo de asesores atiende a la familia para informarles de todo lo necesario en una entrevista personal. En este contacto se deciden todos los detalles de la ceremonia. Se habla del tipo de féretro, los recordatorios que se entregarán, las flores, la ropa que llevará el fallecido y los horarios, entre otros. “Es fundamental explicar, informar y ofrecer tranquilidad a las familias. Les transmitimos que están en buenas manos y que nos ocuparemos de todo, siempre teniendo en cuenta sus necesidades”, explica Núria Gilart, asesora de Mémora. 

Un sacerdote se prepara antes del funeral

Un sacerdote se prepara antes del funeral / Àngel García

Una de las labores más importantes es el acondicionamiento del cuerpo en la sala de tanatopraxia. En el tanatorio Sancho de Ávila, Jordi Fernández y su equipo preparan el cuerpo. Lo lavan, lo desinfectan, le dan un masaje para romper la rigidez ‘post mortem’ y lo taponan con algodón. Una vez dentro del féretro se le viste, se peina y se maquilla. Siempre de forma natural y para ofrecer la mejor y más real imagen del difunto. “Mi principal objetivo es que las familias puedan despedirse de su ser querido y que el recuerdo sea lo más amable posible”, asegura Fernández.

En la floristería, Edith Lozada prepara las coronas y ramos que acompañarán a la persona difunta en su último viaje. “Trabajar aquí es como una terapia. Entender que el luto tiene un proceso, y vivir todas las fases rodeada de estas familias, me hace comprender que todos, en algún momento, pasamos por esta pena, pero tenemos que continuar adelante. Esto me ha ayudado a poder dar ánimos a los otros”, reflexiona la florista del tanatorio Sancho de Ávila.

Servicios cada vez más personalizados

Todo el proceso explicado en el apartado anterior, finaliza con la apertura de la sala a la familia. En ese momento, la pelota pasa al tejado del equipo de protocolo. Díaz se asegura en todo momento del bienestar de la familia y en atender todas las necesidades y dudas que puedan surgir hasta el momento del entierro o la incineración. Cómo será la comitiva fúnebre, el aparcamiento, el catering, la posibilidad de besar a la persona fallecida… son algunas de las cuestiones que el responsable de protocolo controla.

La ceremonia se prepara al milímetro. “No hay margen de error e intentamos que el proceso sea de la mejor forma para la familia. Las escuchamos y conectamos con ellas. Intentamos que tengan la tranquilidad y la satisfacción de que la persona se ha ido de la forma que quería. Por eso hay mucha exigencia. Que todo salga bien les ayuda a comenzar el duelo de mejor forma”, explica el responsable de protocolo de Mémora en Barcelona.

Josep Antón Díaz, responsable de protocolo de Mémora en Barcelona, sigue una ceremonia en directo desde la sala de control

Josep Antón Díaz, responsable de protocolo de Mémora en Barcelona, sigue una ceremonia en directo desde la sala de control / Àngel García

En este sentido, Díaz destaca que la personalización del servicio se ha convertido en un aspecto fundamental en los tanatorios, sobre todo, en los velatorios laicos, que ya representan casi el 34% de los servicios. Música personalizada, discursos de familia y amigos, o vídeos y fotografías para proyectar en la ceremonia se han convertido en lo más habitual. “Las familias quieren que el servicio se parezca a lo que la persona fallecida quería y, a diferencia de un funeral religioso, hay mucho margen de maniobra. Nosotros nos encargamos de ayudarles e intentar que todo salga según sus deseos”; explica.

El viaje termina en la ceremonia. En ese momento, se emprende el camino al cementerio. “Cada trayecto hasta el cementerio o crematorio es una lección de vida que me ayuda a valorar lo que tengo, especialmente cuando llevo a alguien más joven que yo”, reflexiona David González, chófer de Mémora.