Infraviviendas en Catalunya

Un año de la tragedia de la plaza Tetuán: "Necesito saber quién es el culpable de la muerte de mi familia"

Zahid Imran escapó por azar del incendio en el que murieron su hermano, su cuñada y sus dos sobrinos

"Sus vidas no importaron a nadie", afirma tras denunciar que no ha recibido ayuda y que tuvo que pedir 16.000 euros para enterrar a los suyos

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A1-160600650.jpg / RICARD CUGAT

Elisenda Colell

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La casualidad hizo que la madrugada del 30 de noviembre de 2021 Zahid Imran no se encontrara en la oficina bancaria ocupada donde vivía con su hermano, su mujer y sus dos sobrinos, además de tres inquilinos más, en la plaza Tetuán de Barcelona. "Estaba en casa de un amigo", explica. Gracias a eso no murió por inhalación de humo, como sí le ocurrió al resto de su familia. Al regresar a la oficina se encontró con los cuatro cadáveres calcinados.

Un año después, aún le cuesta regresar al lugar de la tragedia. Se le empañan los ojos, mientras una pregunta le corroe por dentro. "¿De quién fue la culpa?", pregunta con un nudo en la garganta. ¿Fueron los inquilinos del lugar, que lo quemaron a propósito? ¿Fueron las administraciones, por permitir que dos niños vivieran en un lugar así? ¿Fueron los propietarios del antiguo banco, por permitir la ocupación insalubre? "Yo les echo mucho de menos pero... aquí, sus vidas no le importaron a nadie", dice entre sollozos.

Imran lleva un año intentando salir a flote. No ha sido fácil. Apenas ha podido llorar la muerte de su hermano y de sus sobrinos. Había que sobrevivir. "La niña era pequeñita... era preciosa", recuerda, hablando del bebé de seis meses. "El niño era muy listo. Me pasaba las tardes jugando con él, aunque no le podía ayudar haciendo los deberes", explica. Imran es analfabeto, y solo habla urdu. Cuenta todos sus recuerdos a través de un traductor, que es incapaz de permanecer impasible al ver cómo le duele volver a todos aquellos recuerdos. "Tiene los ojos rojos y no puede hablar....", dice el intérprete.

incendio Plaça Tetuán

Imagenes familiares de Ikslan y Zahara, los dos menores fallecidos en un incendio de una oficina de un banco ocupada en la calle Tetuán. / El Periódico

Imran llegó a España hace 7 años. Por entonces tenía 21. Salió de Pakistán sabiendo que su hermano mayor, Nassar, estaba viviendo en España desde 2003. A los dos hermanos les separan 12 años de edad, pero aquí se encontraron en la misma situación. "No tenía papeles. No podía trabajar", cuenta. Ambos malvivían con lo que sacaban recogiendo y vendiendo chatarra con un carrito de la compra. Es por ello que terminaron en el local ocupado de la plaza Tetuán. "No teníamos otro lugar al que ir", sigue. Nassar se enamoró de Violeta y construyeron una familia. El pequeño, de tres años, era motivo de orgullo para todos. Aunque Nassar también tenía mujer, y familia, en Pakistán.

"Mi madre se volvió loca"

Después del incendio, Imran apenas tuvo un momento para reposar lo ocurrido. La repatriación de los cadáveres de Nassar y los niños (la madre fue enterrada en Rumanía, su país de origen) costaba 16.000 euros. "No lo podíamos pagar", prosigue. Tras meses de espera, lograron que la comunidad pakistaní tanto en Barcelona como en Pakistán donara suficiente dinero para poder repatriar los cuerpos. "Fue horrible".

"Aquí ya no me queda nadie... solo tengo amigos", explica Imran. Pero sí le queda familia en Pakistán. "Están muy jodidos, muy muy jodidos", sigue. Su padre, el abuelo de los pequeños, murió poco después del incendio. "Yo creo que fue por el trauma de todo lo que pasó", apunta. Su madre, dice, enloqueció. "La pobre mujer está loca entera". Y la primera mujer de Nassar, con la que se había casado en Pakistán, también falleció. "Ahora tengo que mantener a mi madre y al hijo de Nassar en Pakistán, dependen de mí, no tienen a nadie más", cuenta Imran. Lo poco que saca de la chatarra lo manda a su país. Es habitual que el joven pase días enteros sin comer.

"Prefiero no pensar"

Dice que nadie le ha ayudado a lo largo de este año. Ni tan siquiera ha recibido ayuda psicológica. "Nada, nada", se queja. El Ayuntamiento de Barcelona lo niega. "Él estaba en Badalona y dijo que ya tenía red de amigos", explica la comisionada de Acción Social, Sonia Fuertes. Sea como sea, al volver a aquella antigua oficina bancaria, hoy tapiada con hierro y repleta de grafitis, la emoción le invade. Hay heridas que siguen supurando. "Mi cabeza ya no funciona bien... prefiero no pensar... me duele demasiado el corazón", dice con los ojos llenos de lágrimas.

Pero hay una cosa que el hermano necesita entender. ¿Qué pasó aquella noche? "Necesito saber si hay culpables, necesito que alguien pague por ello. ¿Quién encendió el fuego? Me lo explicaron en el momento pero no me enteré de nada", pide. Entre los vecinos corrió el rumor de que el incendio fue fruto de una pelea. Los Mossos concluyeron que las causas del incendio eran accidentales. Necesita saber quien encendió el mechero, llenando de humo los pulmones de sus dos sobrinos. Son preguntas que también podrían ser una interpelación a todos aquellos que ven, conocen y permiten que haya familias en la miseria extrema. Imran ya no puede más que llorar a los suyos. "¿Por qué no le preocupa a nadie más?".

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