Educación en Catalunya

"Y tú, ¿cuántas escuelas llevas?": las víctimas de 'bullying' exigen no ser ellas quienes cambian de centro

bullying

bullying / José Luis Roca

Helena López

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Hay una pregunta que resume la situación y pone sobre la mesa toda una cadena de injusticias: "¿Cuántos colegios lleváis?". Es una de las frases más repetidas entre las familias que participan en grupos y asociaciones de víctimas de acoso escolar o de niños que sufren trastornos del aspecto autista, colectivo muy vulnerable al 'bullying'. Y no es una pregunta casual. Pese a que no hay estadísticas ni ningún lugar en el que quede registrado que el motivo de la baja sea una situación de acoso, las familias denuncian que la resolución de estas situaciones suele acabar con el cambio de colegio de la víctima para evitarle seguir expuesta al sufrimiento, algo que muchas veces es recibido por los niños como un doble castigo: ¿por qué tengo que ser yo el que se va? Además, el traslado invisibiliza el problema -ante el resto es como si desapareciera- y hace difícil que se produzca la reparación necesaria para la víctima.

"La reparación es una palabra importante de la que se habla poco cuando se tratan las cuestiones de 'bullying' y, en cambio, es fundamental. Si el que te vas del centro eres tú, esa reparación no existe. Cambiar de escuela a tu hijo es darle otra oportunidad. Empezar de nuevo es más fácil, pero las familias tienen que tener las dos opciones, siempre en beneficio de la víctima", reflexiona Montse López Tolosana, durante cinco años representante de las familias de la escuela pública en el Consell Escolar Municipal de Barcelona y presidenta de la comisión de trabajo sobre acoso escolar creada en el seno del Consell a petición de las familias. "El cambio, además, tiene que ser a un centro cercano", apunta.

Sobre los motivos que llevan a las familias a ver la salida del instituto como la única vía de escape de sus hijos hay unanimidad en uno: "Las escuelas todavía suelen seguir la máxima de que los trapos sucios se lavan en casa; el secretismo es brutal, y eso no ayuda a solucionar los casos", prosigue López Tolosana, quien señala que en las escuelas concertadas o privadas todavía es peor, ya que está en juego el prestigio de la escuela.

Falta de cultura sobre el acoso

"Falta mucha cultura sobre el acoso escolar. Deberíamos ser conscientes de que es una cuestión estructural y que pasa en todas partes; admitir que en tu centro también sucede no significa estigmatizarlo, sino iniciar el proceso para resolver el problema; seguir un poco el camino que ha hecho la violencia machista".

Anna Chillida, desde hace dos semanas Directora General del Alumnado, apunta a que el Departament d'Educació dispone de ocho protocolos relacionados con el acoso "y los centros los conocen". "Para garantizar que todo el mundo se siente apoyado, acompañado y todos los casos son atendidos, desde abril de 2021 está en marcha la Unitat de Suport a l’Alumnat en Situació de Violència (USAV), a la que pueden acceder todas las víctimas o cualquier persona que detecte este tipo de situaciones", prosigue Chillida, quien defiende que "en ningún caso las direcciones de los centros miran hacia otro lado cuando detectan un caso de acoso".

Chat para adolescentes

En su primer año de funcionamiento, la unidad atendió 843 casos. Desde el Departament son conscientes de que todavía hay muchas familias y alumnos que desconocen el servicio, por lo que explican a EL PERIÓDICO que preparan para este mismo curso una campaña de comunicación que tiene por objetivo dar a conocer el servicio y la creación de un chat, para facilitar que los adolescentes establezcan un primer contacto.

Una mayor comunicación de los recursos y los protocolos existentes era una de las peticiones del documento de peticiones y propuestas de la comisión de trabajo contra el acoso escolar que presidió López Tolosana -documento de mayo del 2020- en el que también se pedía garantizar un trabajo a posteriori con las personas acosadoras y con el grupo clase. "Conozco a muchísimas familias de víctimas que no se han sentido acompañadas, pero también a familias de agresores que quieren colaborar y tampoco saben cómo actuar", añade.

Si la situación ya es grave en circunstancias normales, aún lo es más en chicos con alguna diversidad. "Nos encontramos con que muchas veces la Administración atribuye el acoso a la diversidad de nuestros hijos. Como no les creen, no activan el protocolo", denuncia Marta Cruz, madre y activista por los derechos de la infancia.

Lucha caso a caso

El hijo de Marta Giménez fue uno de tantos niños que cambió de colegio para intentar empezar de cero. En su caso, dos veces. La primera ocurrió en el paso de la primaria a la ESO. En el centro en el que estudiaba había secundaria, pero la situación era ya insostenible. La segunda ha sido este curso. Empezó a hacer un ciclo formativo de grado medio en un instituto nuevo -en el que cursó la ESO no había ciclos- y todo iba bien hasta que un compañero empezó a hacerle la vida imposible. "Se reía de él y le apagaba el ordenador cuando se levantaba, con lo que se le borraba el trabajo", explica su madre. "Al quejarse al profesor, la situación empeoró, porque el chico se lo hizo pagar", prosigue.

El detonante de la salida del chico del centro fue una mañana en la que, a la hora del patio, el chico que se la tenía tomada le hizo la zancadilla en la puerta del instituto y lo tiró al suelo, a lo que él, ya muy cansado de aquella situación, respondió con un puñetazo.

Giménez removió cielo y tierra -de llamar al inspector al Síndic de Greuges, pasando por este diario- para que la situación no acabara, como tantas otras, con su hijo en casa. Al tratarse de un ciclo formativo de informática, muy demandado, no había plazas libres en otro instituto cercano. "Le veía en casa, deprimido, y sentía tanta impotencia.... ¿Por qué tenía que estar él en casa y su agresor en clase?", apunta la madre, quien, mientras hacía un café con este diario, recibió una esperada llamada de la escuela: su tenacidad y su lucha habían surtido efecto. Finalmente, su hijo tendría plaza este mismo trimestre en otro centro cercano. Pese a la alegría por el inesperado desenlace -se lo habían pintado muy mal-, Giménez tenía claro que quería seguir con el reportaje por tantos otros niños. Para que no vuelva a pasar.

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