El fenómeno migratorio

La ruta del exilio en Portbou se consolida como vía de paso de migrantes sin papeles

Más de 500 personas indocumentadas han cruzado a Francia por esta punto fronterizo desde el pasado mes de junio

El desconocimiento de esta realidad y la falta de servicios de atención dificulta la detección de vulneraciones de derechos humanos

Multimedia: Jóvenes sin papeles siguen la ruta del exilio republicano en Portbou

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A1-150325062.JPG / David Aparicio

Elisenda Colell

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"Cuando la conocí, no podía parar de llorar". Dialla Diarre es de las pocas testigos de la frontera catalanofrancesa. Acogió en su casa a una mujer procedente de Costa de Marfil que estuvo una semana malviviendo en las áreas de servicio de La Jonquera (Alt Empordà), a expensas de acosadores e intentos de violación. A diferencia de las personas con DNI o NIE, las personas migrantes sin papeles tienen vetado poder cruzar a Francia, y más desde que el Gobierno francés ha extremado la seguridad en la frontera sur tras el auge de la extrema derecha.

Ocurre también en Portbou (Alt Empordà), donde centenares de jóvenes indocumentados recorren la ruta del exilio republicano. Desde que este diario hizo pública esta situación, Cáritas ha atendido a más de 250 jóvenes en el pueblo, y más de 360 más han sido devueltos a territorio español por parte de las autoridades francesas. Visto el aumento de casos, una decena de entidades de la sociedad civil francesas y catalanas suman fuerzas para hacer red y dar apoyo a los migrantes. La realidad en esta frontera es totalmente invisible.

Diarre preside una asociación que logró acabar con la mutilación genital femenina en Catalunya. Es una líder nata de la comunidad africana en las comarcas de Girona, y por ende, recibe a diario decenas de peticiones de ayuda. Una de estas atendía a una mujer desamparada en el pueblo de La Jonquera. "Había cruzado la mitad de África en furgoneta y a pie, donde fue víctima de violaciones en el camino. Llegó a Marruecos y pagó 3.000 euros por una patera, donde también fue sometida a abusos. Al tercer intento, llegó a Andalucía, y allí pagó 1.000 euros más para montarse en una furgoneta que la llevara hasta Francia, donde vivía su marido", cuenta Diarre.

Es conocida, en los pueblos del Alt Empordà, la presencia de pasadores: personas que cobran hasta 1.000 euros por pasaje y que llevan en coche a los migrantes hasta Francia cruzando los puertos de montaña. A menudo lo hacen de noche, con las luces del coche apagadas. En el caso de esta mujer, el plan se frustró en la frontera francesa. "La paró la Gendarmerie y le dijeron que sin papeles no podía entrar en Francia", explica. Los policías la mandaron hasta un área de servicio de La Jonquera, donde estuvo malviviendo una semana. "Mi marido la fue a buscar y se la encontró con un hombre que se la quería llevar a su casa. Ella estaba destrozada", sigue Diarre.

Devoluciones en una gasolinera

Esta es solo una de las vidas rotas en medio de las montañas de la Albera y el Pertús. La asociación Ánima Mater, establecida en Figueres, lleva meses denunciando las detenciones por "perfil étnico" de la Policía Nacional en la estación de trenes de la capital del Empordà. En Portbou, los que frecuentan el lugar son los más desamparados. Aquellos obligados a cruzar la montaña a pie, a menudo descalzos, y de noche. "Nos encontramos de todo: chicos heridos, destrozados... cada vez hay más, suelen ser magrebís menores de 20 años", explica la coordinadora de Cáritas en la localidad, Maria José Novés.

Desde que EL PERIÓDICO radiografió la situación en Portbou, la entidad ya ha atendido a 256 jóvenes dándoles comida, ropa o calzado. "El problema es que hay muchos más que no llegan hasta nuestro local", explica. La mayoría de atenciones se hicieron en verano, pero este octubre ha habido un repunte. También colaboran con los trabajadores de la gasolinera situada a las afueras del pueblo, que es donde los gendarmes franceses devuelven a los jóvenes interceptados. Desde mediados de junio han visto a 361 chicos, y la forma de proceder siempre es la misma. "Vienen los gendarmes con una furgoneta gris (no logotipada), abren la puerta, les sueltan y se van. Después se quedan allí y nos piden agua, comida... y no podemos negarnos, vienen hechos añicos", explica Natalia Fontecava, empleada.

De éstos, destacan dos casos que llaman la atención. Fontecaba afirma que, en una ocasión, vio que los policías franceses soltaban a un joven esposado. "Le quitaron las esposas y lo dejaron allí. Nosotros no entendíamos nada". En el segundo, un motorista que estaba repostando vio la escena y habló con uno de los chicos. "Era menor de edad", explica la trabajadora, preocupada porque cada vez está viendo más chicas cruzando la montaña. "He visto de todo: gente que dice que la policía les pega y les trata mal, heridos como si acabaran de salir de un hospital, chavales descalzos y que apenas pueden andar... Hay muchas ocasiones que prefieres no mirar, no ver", sigue. Decide hablar con este diario y relatar los posibles abusos que ve en la gasolinera porque no puede más. "Me parece inhumano y nadie hace nada", señala.

Red de apoyo solidario

Ante esta situación, una decena de organizaciones sociales que ya atenienden a migrantes de forma informal en Catalunya y el sur de Francia han empezado a estrechar contactos. Una colaboración muy incipiente que busca crear una red de apoyo solidario. Se da el caso de que algunos de estos promotores son hijos de refugiados españoles que huyeron durante el exilio republicano por los mismos puertos. Hoy, las historias de sus padres vuelven a cobrar voz en el rostro de esto migrantes en situación irregular.

"Deberíamos detectar qué vulneraciones de derechos ocurren en nuestra frontera", propone una de las entidades. Algo que ya ocurre en la zona de los Alpes que separa Italia y Francia. También se han unido a estos primeros contactos vecinos de localidades del sur de Francia, como Port-Vendres, Banyuls o Argelés. "Han instalado cámaras en la montaña para detenerles", contaba una vecina implicada que prefiere mantener el anonimato.

En este sentido, ya existen en proyectos similares de redes de apoyo a las personas en tránsito que se están aplicando en la frontera vasco-francesa con el objetivo de salvar vidas. En Euskadi, diez migrantes han muerto ahogados intentando cruzar el río Bidasoa. En Catalunya, de momento, tres jóvenes han muerto arrollados por un tren tratando de recorrer las vías ferroviarias a pie.

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