Políticas sociales

El Govern estudia por qué las ayudas públicas no atajan la pobreza infantil (y sí alivian la de adultos)

El Institut Català d'Avaluació de Polítiques Públiques (Ivàlua) toma nota de las prácticas aplicadas en Europa y Norteamérica respecto a infancia vulnerable

Uno de cada tres niños catalanes es pobre, un indicador a la cola de Europa, solo superado por Bulgaria, Rumanía y Grecia

Pobreza infantil y energética

Pobreza infantil y energética

Elisenda Colell

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Incluso en épocas de bonanza económica, Catalunya ha estado a la cola de Europa en cuanto a índices de pobreza infantil: 10 puntos por encima de la media europea. Ahora, esta realidad afecta 400.000 menores, el 28,6% del total, mientras que en Europa la tasa de afectados se sitúa en torno al 19,5%. La Generalitat, con el apoyo de expertos y Unicef, trata de entender el porqué. "Apenas tenemos datos aquí, pero es evidente que existe un importante margen de mejora. Estamos hablando de derechos humanos de los más vulnerables", explica Jordi Sanz, analista de Ivàlua, el instituto de evaluación de políticas públicas del Govern.

Este organismo, que depende del Departament d'Economía, ha emprendido una serie de estudios para tomar nota de las actuaciones que, en este campo, han realizado países de nuestro entorno. El primer informe, presentado este jueves en el Palau Robert, ha analizado la infancia más temprana: la edad de los 0-3 años. La evidencia es clara: hay que fomentar que los padres encuentren trabajos dignos y ayudarles económicamente, pero, sobre todo, las guarderías deben ser gratuitas, de calidad y universales.

Déficit histórico

El primer estudio que se ha presentado lleva por título 'Què funciona para reducir la pobreza infantil durante las primeras etapas de la vida', realizado por Lídia Farré, profesora de la facultad de Economia de la Universitat de Barcelona. "La pobreza infantil no es tan solo una cuestión de derechos, sino que afecta a sus trayectorias vitales y también al crecimiento económico. Estos niños tienen peores resultados académicos, cognitivos y de salud", ha señalado la experta, que asume que la tendencia está creciendo a raíz del covid y de la crisis de la inflación.

Primera infancia

Farré se ha centrado en la primera etapa de la infancia y ha monitorizado qué hacen países de referencia. La principal conclusión de la autora es que Catalunya debe apostar por las 'escoles bressol'. A día de hoy, casi el 40% de los niños catalanes no van a las guarderías. La evidencia científica demuestra que financiar estos centros educativos genera efectos positivos en la trayectoria vital de los niños, afirma Farré. "Allí encuentran recursos de los que no disponen en sus casas, se libera de tiempo a las personas que se encargan de ellos y se ayuda a la incorporación de las madres al mercado laboral", explica la experta, quien añade: "Las 'bressol' pueden contribuir a reducir la pobreza de los niños y sus madres en un tiempo muy corto". Eso sí, la atención debe ser de calidad y con ratios bajas. "Si la calidad de los cuidados que sustituye es menor, el efecto será negativo", ha subrayado.

De EEUU a Noruega

Para hacer esta afirmación, Farré ha analizado estudios realizados en EEUU, Canadá, Dinamarca, Noruega, Italia y Alemania. En EEUU se estudió un grupo de 58 niños afroamericanos procedentes de familias desfavorecidas a los que se llevó a guarderías personalizadas con profesionales bien formados. Veinte años después, registraban la mitad de repeticiones, 26 puntos menos de abandono escolar y el triple de matrículas universitarias que el resto. En Alemania, por su parte, la subvención de la guardería de media jornada beneficia a las rentas más bajas. En Oklahoma (EEUU), el preescolar público aumenta el 52% las habilidades lectoras, y el 21% el cálculo matemático. En Noruega también se ha investigado el impacto de las guarderías en los trabajos de los padres, que mejoraron su inserción laboral.

Además, el estudio también analiza el impacto de las políticas activas de ocupación para las familias. Si bien se considera un impulso importante en la vida de los niños que sus padres tengan empleos bien pagados, los efectos de estas políticas no se notan hasta pasados dos o tres años de implementarlos. Las ayudas públicas para menores a cargo o los permisos de paternidad no resuelven el problema. En cuanto a ayudas económicas, hay cierto debate. "Con las ayudas focalizadas a las familias vulnerables nos encontramos con problemas de acceso -afirma Farré-; las universales son mucho más costosas pero garantizan mejor que los más pobres puedan beneficiarse de ellas". En este apartado, destaca un proyecto de Canadá, país que ha otorgado 5.400 dólares al año por cada menor de 5 años, lo que ha reducido el 5% la pobreza infantil. En EEUU se ha aplicado una política de reducción de impuestos. Las familias con empleo pero rentas más bajas se benefician de una reducción impositiva reembolsable de casi 3.000 dólares al año. Este proyecto ha sacad de la pobreza a seis millones de americanos, de los cuales tres millones eran niños.

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