Nueva forma de agresión machista

Los pinchazos en las discotecas desaparecen pero inoculan el virus del miedo entre las chicas

El terror que han sufrido las mujeres ha sido real, pero no se ha podido demostrar la existencia de violadores armados con jeringas cargadas con droga

Sábado por la noche en la discoteca Sutton, de la calle de Tuset.

Sábado por la noche en la discoteca Sutton, de la calle de Tuset. / ZOWY VOETEN

Guillem Sánchez

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En Catalunya se han contabilizado un centenar de casos de mujeres que han sufrido pinchazos en locales de ocio nocturno, tal como la ‘consellera’ de Igualtat i Feminismes, Tània Verge, explicó en el programa 'Basics' de Betevé. Según las fuentes policiales consultadas por EL PERIÓDICO, las denuncias recogidas son menos. Y tal como ha detallado el médico Emilio Salgado, experto en toxicología del Hospital Clínic de Barcelona, centro de referencia al cual se han derivado la mayoría de afectadas, se han atendido 57 casos. Los pinchazos han existido. En consecuencia: miles de jóvenes –y de padres– han tenido miedo. Hasta aquí lo que ha pasado de verdad.

En ninguno de los análisis practicados por el citado hospital han aparecido restos de sustancias estupefacientes. En las muestras extraídas a las 57 mujeres se ha buscado el rastro de cualquier droga susceptible de ser inoculada con el propósito de adormecer a la víctima. Y en todos los casos el resultado ha sido negativo. A ninguna de ellas se le ha inoculado droga a través de una aguja. Y de eso iba la pesadilla que ha recorrido Europa el último año, de violadores que salían de noche armados con jeringuillas cargadas de droga para sedar a mujeres a las que pinchaban, seguían y, tras quedar inconscientes al comenzar el efecto de la substancia, violaban. Esta parte era mentira.

Ninguna de las mujeres atacadas con objetos punzantes ha sido agredida sexualmente. Ni tampoco ha sufrido un robo de sus pertinencias. Han sufrido pinchazos sin droga por parte de autores desconocidos que después no han regresado para violarlas, ni para sustraerles objetos personales. A pesar de las denuncias, y de que los Mossos han elevado a la Divisió d’Investigació Criminal (DIC) cada declaración y han destinado numerosos agentes de paisano a las discotecas, no hay tampoco detenidos.

 "Para administrar una droga con una inyección intramuscular se requiere pericia, tiempo –entre 15 o 20 segundos– y que la persona que recibe la inyección se quedé quieta durante ese rato", recuerda Mireia Ventura, directora de análisis de Energy Control, que subraya que ninguno de esos requisitos se da en una discoteca, un lugar donde hay poca luz, la gente está en movimiento y cualquier víctima se apartaría al notar el pinchazo.

Agresión machista

El terror a los pinchazos que supuestamente cometían agresores sexuales para violar comenzó hace casi un año en el Reino Unido y se propagó por Alemania o Francia. Hasta llegar a España. "Las más jóvenes han tenido pánico. Y también las familias", explica Ernest Carretero, de Be Disco, en Molins de Rei, un establecimiento que reforzó los controles de seguridad para comprobar con qué entraban al local los clientes y que nunca encontraron ninguna jeringa. "Hemos tenido casos de chicas que han asegurado haber sufrido pinchazos y las hemos asistido. Pero no consta que les hayan administrado droga".

"Ha sido una gamberrada, una serpiente de verano", explica Fernando Martínez, secretario general de Fecalon (Federació Catalana de Locals d’Oci Nocturn), que remarca que el pánico se ha extendido hasta el extremo de que algunas de las jóvenes que han denunciado haber sufrido pinchazos presentaban marcas que podrían deberse a las picadas de un mosquito. Martínez ha lamentado que, tras las duras restricciones que ha sufrido el sector durante la pandemia, "los mensajes demasiado alarmistas" acerca de este problema, que incluso aconsejaban "evitar las discotecas", se han vuelto a cebar con estas empresas.

Fuentes del Hospital Clínic, que preparan para noviembre una rueda de prensa para valorar exactamente el alcance del extraño fenómeno, remarcan, en la misma línea que Ventura o Verge, que los pinchazos han sido agresiones de naturaleza machista, una nueva forma de agredir a las mujeres que, además, ha entrañado un riesgo de infección para ellas. En algunos casos las víctimas han tenido que someterse a tratamientos profilácticos para evitar el riesgo de contraer enfermedades graves, aunque tampoco consta que ninguna de ellas haya sufrido contagio alguno a causa de un pinchazo.

Ventura, además, ha lamentado que el ruido de estas leyendas urbanas acerca de violadores armados con jeringas ha desviado de nuevo el foco sobre la naturaleza real del grave problema de las agresiones sexuales que sufren las mujeres que salen de fiesta. La mayoría de denuncias vinculadas al ocio nocturno se corresponden con casos en los que hombres cercanos a las víctimas se aprovechan de estas cuando no se encuentran bien porque han bebido demasiado. "Eso es lo injusto, que los hombres siguen pudiendo emborracharse sin riesgo a ser agredidos sexualmente y las mujeres, no".

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