Un colectivo explotado
Carolina Elías: "El régimen de trabajadora interna se debe abolir, como la esclavitud"
Abogada salvadoreña, ha trabajado de interna y preside la asociación Servicio Doméstico Activo, a la vanguardia de la lucha que ha permitido los recientes avances en el sector

Carolina Elías / David Castro


Juan Ruiz Sierra
Juan Ruiz SierraPeriodista
Carolina Elías (San Salvador, 1976) es abogada. Cuando llegó a España para estudiar un doctorado, no encontró empleo acorde con su formación porque no pudo convalidar el título. Así que se vio forzada a ser interna. Ahora es la presidenta de Servicio Doméstico Activo (SEDOAC), una asociación que ha estado a la vanguardia de las reivindicaciones que han permitido los recientes avances en el gremio de las trabajadoras del hogar.
-El Gobierno ha reconocido por fin el derecho de las trabajadoras del hogar a cobrar el desempleo. ¿Es un paso suficiente?
-Es un paso importante, algo que nunca antes se había conseguido con ningún otro Gobierno. Llevamos décadas de lucha. Obtener el reconocimiento de este derecho es un gran avance. Pero todavía quedan cuestiones por hacer.
-¿Por ejemplo?
-En nuestra asociación apostamos por abolir el régimen de interna, como con la esclavitud. Pero otras entidades de empleadas del hogar no están de acuerdo en este punto, porque consideran que sigue siendo un trabajo necesario para las mujeres sin papeles.
-¿Es la abolición una propuesta realista a corto plazo?
-La ley no puede reconocer el poder tener una trabajadora interna que solo pueda librar 36 horas continuas a la semana.
-Eso, cuando las libran.
-Exacto. En la práctica, la explotación es mucho mayor. Conozco internas que solo libran una o dos veces al mes, y un solo día. Eso es no tener vida. En condiciones normales nadie aceptaría este trabajo.
-¿Cómo se pueden reciclar estas trabajadoras, cuando a veces trabajan más de 12 horas y solo libran el sábado por la tarde y el domingo?
-No pueden. ¿Cuántas horas puedes dedicar a una formación? Muchos empleadores no dan permiso para que estudies porque tienen miedo de que te vayas.
-¿Por qué hay tantas mujeres sin papeles trabajando como internas?
-Porque no les sale otra cosa. También porque este régimen les sirve de refugio. No te expones tanto a que te pidan los papeles en la calle y te abran expediente de expulsión. “Estoy mejor más guardadita”, piensan muchas mujeres. El otro motivo es puramente económico. Tener una habitación para ti sola, y ya no hablo de soñar con un piso, es una utopía. No te conceden préstamos, ni mucho menos hipotecas. Si vas a alquilar, te piden una nómina. Y cuando les dices que no tienes, porque eres empleada del hogar, te contestan que entonces no puedes alquilar. ¿Y qué hacen estas mujeres? Compartir habitación entre cinco o seis, incluso diez, en literas acumuladas. Así que muchas veces deciden ahorrarse el dinero del alquiler, trabajando de interna.
-Es comprensible.
-Sí, pero en realidad están entregando su vida. Y el refugio se convierte en un presidio. Suelen ser mujeres solas, sin vida fuera, que han salido huyendo de sus países. En condiciones normales, no aceptarían este trabajo.
-Entonces, ¿cómo se puede atajar esta lacra? ¿Más inspecciones?
-Tenemos un problema de impunidad, debido a la falta de inspecciones. Pero esta no es la solución. Cuando hay una inspección de trabajo en un hogar, generalmente la trabajadora es despedida. En una empresa, cuando se pide una inspección de trabajo de manera anónima, el empleador no sabe quién es y no despide a nadie. Pero en el caso de una empleada del hogar…
-Solo puede haber denunciado ella.
-Claro. ¿Qué va a decir? ‘No, señor, fue la lavadora la que denunció’. Solicitar una inspección significa ser despedida y no quieren ser despedidas porque es su única posibilidad de obtener un trabajo acá. Al menos, al principio, cuando no estás regularizada y no tienes ninguna red. Lo más importante es un cambio cultural por parte de los empleadores. Pero es también lo más difícil.
-Una de las constantes cuando hablas con trabajadoras internas es la ausencia de límites: jornadas interminables, encargos de hacer tareas para las que no te han contratado…
-Así es. Hay algo perverso en todo esto. Por ejemplo, cuando te dicen: ‘Te voy a llevar de vacaciones, te voy a llevar a la playa’. Pero eso nunca significa que vayas a ir a bañarte, a disfrutar. No, no, no. Vas a trabajar, en jornadas interminables en las que llegan los amigos, y acaban siendo las tres de la madrugada y tú estás recogiendo porque todavía siguen bebiendo. Y aun así te dicen: ‘Agradece que te he traído hasta aquí’. Y por otra parte, las internas son siempre las más expuestas al acoso y al abuso sexual.
-¿Cómo les afecta psicológicamente?
-Suele comportar una enorme pérdida de autoestima. Sufres machismo, clasismo y racismo. Sumado a la desvalorización de este trabajo. ‘Esto lo puede hacer cualquiera’, te dicen. ‘Ah, pero no lo haces tú’, te dan ganas de contestarle al jefe. Pero no se lo dices. Un ejemplo reciente. Tengo una amiga que también es abogada y de El Salvador, como yo, y está trabajando de interna. Le recomendé un día que se leyera la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE que falló contra España por no reconocer la prestación de desempleo a las empleadas del hogar. Cuando después la comentamos, le pregunté: ‘¿A que te volviste a sentir abogada?’ Y ella me contestó: ‘No. Me volví a sentir persona’.
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