Memoria histórica

60 años de las riadas del Vallès: imágenes (e incógnitas) de la gran catástrofe hidrológica

Las inundaciones del 25 de septiembre de 1962 dejaron tras de sí 692 muertos, interrogantes sin esclarecer sobre tráfico de niños y desviación de donaciones, y una herida que sigue abierta

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Aquella noche, el cielo se desplomó con furia de maldición bíblica. El 25 de septiembre de 1962 había llovido durante todo el día, pero, pasadas las 10, se desató el temporal. En apenas tres horas, la tormenta descargó 225 litros por metro cuadrado. Los ríos y rieras se desbordaron, con especial saña en Terrassa, Rubí y Sabadell. Cuando al día siguiente la tempestad amainó, empezó un recuento fatídico que 60 años después aún permanece inconcluso.

Las estimaciones oficiales apuntan a que en las riadas del Vallès murieron 692 personas, 4.400 vecinos perdieron su casa y otros 12.000 quedaron prácticamente en la miseria. Las pérdidas económicas se cifraron en 5.000 millones de pesetas de entonces. La cara oculta de la tragedia -que ha aflorado en investigaciones posteriores- apunta tanto a casos de corrupción en la gestión de las donaciones como a indicios persistentes -en los que ha incidido esta semana el documental 'Els nens de la riuada' (''Sense ficció', TV3)- sobre la sospecha de que familias acaudaladas de la época y afectos al régimen pudieron haber comprado niños considerados desaparecidos, que habían sido destinados a albergues y refugios.

Rieras letales

Es indudable que todavía hoy algunas heridas de la mayor catástrofe hidrológica de la provincia de Barcelona siguen abiertas. El Arxiu Comarcal del Vallès Occidental revisa ahora con un ciclo de conferencias el papel de movimiento vecinal y la inmigración, las consecuencias humanas de la tragedia y el caso de los niños desaparecidos, así como la utilización mediática por parte del régimen franquista.

Aquella noche, las furiosas precipitaciones -la potencia del agua llegó a los 1.750 metros cúbicos por segundo- arrasaron con cuanto se toparon a su paso: personas, casas, fábricas. Las líneas de luz y teléfono habían caído y solamente las campanas de las iglesias pudieron alertar de la tragedia. Las localidades más afectadas fueron Terrassa (327 fallecidos) y Rubí (260), con las rieras Les Arenes y Rubí convertidas en cauces letales: no estaban preparadas para sostener un nivel tan elevado de agua.

"Tanta mortandad y destrucción no fue un capricho de la providencia ni de la brutalidad del aguacero", afirmaba el periodista Jaume Valls en el libro 'La riuada de 1962. La catàstrofe que sacsejà la Terrassa invertebrada del franquisme', en el que mantenía que en la tragedia tuvieron un papel central la especulación, la nula planificación urbanística, la falta de infraestructuras y la despreocupación de las autoridades franquistas por la proliferación de chabolas y viviendas precarias que habían construido en los lechos secos de los ríos los propios inmigrantes que habían llegado para trabajar en la industria textil.

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