Incendios

El fuego se ceba con los pueblos despoblados: "No hay forma de levantar cabeza"

Alcaldes y vecinos temen que iniciativas como la de la Ruta 99 "se derrumben" al devorar el incendio los parajes naturales

Un avión descarga sobre el frente de fuego que amenazaba Tollos.

Un avión descarga sobre el frente de fuego que amenazaba Tollos. / A.P.F.

Alfons Padilla

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Un futuro de ceniza. Un maldito rayo ha partido en dos las iniciativas para recuperar la vida en los pueblos más castigados por la despoblación en la Marina Alta y el Comtat. El

incendio

se ha cebado con una geografía preciosa, pero vaciada. Alcaldes y vecinos alertan de que el paisaje ennegrecido puede dar al traste con impulsos tan positivos e ilusionantes como el de la Ruta 99, que pone en el mapa los pueblos con menos de cien habitantes. Las llamas han castigado precisamente a municipios como Famorca y Tollos, que forman parte de esos núcleos que no llegan al centenar de vecinos, y a otros como la Fageca o Benimassot que superan esa frontera demográfica por muy poco. Mientras, la Vall d’Ebo, la Vall d’Alcalà o la Vall de Gallinera sí rebasan de forma holgada los cien vecinos, pero en los últimos años han perdido población y quieren revertir esa tendencia y lograr el gran reto de atraer a familias jóvenes. De hecho, el Ayuntamiento de la Vall d’Ebo ha lanzado alquileres a 150 euros y posibilidad de engancharse a la fibra óptica y poder

teletrabajar

para que parejas con niños acudan al pueblo y poder así reabrir la escuela, que lleva unos años cerrada. Los colegios son el corazón de estos pequeños pueblos.

El incendio ha llegado en una época en la que estos municipios recuperan la vida. Están en fiestas y acuden residentes que conservan la casa aunque hacen vida en la ciudad. También regresan los hijos y los nietos de esos vecinos de avanzada edad que sienten un arraigo tan fuerte por su pueblo que quieren acabar aquí sus días.

"Para estos pueblos es complicado levantar cabeza", advirtió ayer el alcalde de Tollos, Félix Frau, mientras observaba, angustiado, cómo el fuego volvía a bajar por la montaña sobre la que se recorta el bello perfil de este pueblo de la Ruta 66. "El viento ha vuelto a cambiar. Es impredecible. Pero lo importante es que la población está a salvo (el municipio se evacuó a primera hora de la tarde del lunes) y que las casas también están protegidas".

Los 

bomberos por tierra y los medios aéreos combatían ese frente que estaba a la espalda del pueblo. Es un monte de carrascas, que crepitaban cuando el fuego las prendía.

"Este

fuego

ha hecho mucho daño. Los parajes tardarán en recuperarse. La montaña entre Beniaia (la Vall d’Alcalà) y Tollos está casi toda calcinada. Y el Barranc de Malafí está hecho mixtos", indicó este alcalde, que lamentó que este incendio frustre una iniciativa tan ilusionante como la de la Ruta 66. "Quizá empieza a derrumbarse".

El incendio ha sido, sin duda, un golpe durísimo para estos pueblos. Lo admite también la primera teniente de alcalde de Fageca, Isabel Sancho. Ella y otros dos ediles forman un retén en el pueblo para ir informando a las autoridades y a los responsables de la extinción de la evolución del fuego y para tranquilizar a los vecinos. "Tenemos un grupo de difusión y les estamos diciendo que no se preocupen, que el fuego no ha llegado al pueblo y que todas las casas están a salvo".

Sancho subrayó que ésta ha sido la primera vez en la historia que se desaloja Fageca. "Es algo insólito", indicó la concejala. "Produce una enorme tristeza ver estos parajes negros. Han ardido lugares tan emblemáticos como los Masos de Capaimona (una antigua alquería morisca que estaba rodeada de carrascas)".

La concejala asiente cuando se le pregunta por todo lo que trabajan estos pueblos para revertir la despoblación. "Sí, es un esfuerzo de muchos años. Estamos trabajando duro para atraer a vecinos. En unos días de incendio todo se ha echado a perder".

El efecto inmediato tras el fuego sí que será el de que acudan los curiosos. Ocurre siempre. Es el llamado "turismo de catástrofes". La desolación concita interés. De hecho, ayer mismo, con las carreteras cortadas y el humo y las cenizas cayendo del cielo, ya había ciclistas y motoristas que se arrimaban a estos pueblos. Pero estos visitantes pronto se cansan de ver las montañas carbonizadas.

Los vecinos se agarran a lo que le prometió el presidente del Consell, Ximo Puig, el lunes a la alcaldesa de la Vall d’Ebo, ‘Nori’ Jiménez. "Vamos a renacer", aseguró Puig.

Estos pueblos albergaban una riqueza natural inmensa. Las rutas de senderismo y las serpenteantes carreteras atraen cada fin de semana a cientos de excursionistas, ciclistas y motoristas. También "esconden" un patrimonio cultural sobresaliente. Hay despoblados y alquerías moriscos, lavaderos, neveros, las sencillas y encantadoras iglesias y ermitas, tesoros geológicos como los "tolls" y la Penya Foradà, exquisita gastronomía de montaña o cultivos de cerezas, "perelló", olivos o almendros que urge recuperar tras el fuego. Estos pueblos tienen argumentos para resurgir.

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