Prueba piloto
Así es el autobús que (casi) va solo
Una ciudad sueca cercana a Estocolmo prueba un vehículo autónomo de transporte público y empieza a sentar las bases de la futura movilidad colectiva sin conductores
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
Parece más el decorado de una película de catástrofes que un nuevo barrio que aspira a albergar a miles de personas. Se trata de Barkarby, distrito de la ciudad de Järfälla a escasos 20 kilómetros de Estocolmo, en Suecia. Calles desiertas, edificios nuevos o a medio levantar. Aceras inmaculadas, el centro comercial, la estación de autobuses, la cafetería. Una ciudad dormitorio ideal para los que, como sucede en Barcelona y su entorno metropolitano, ya no pueden permitirse vivir en la capital. Pero Barkarby es también tubo de ensayo del futuro de la movilidad. Basta con un paseo para identificar a los protagonistas; se trata de tres autobuses autónomos, con aspecto futurista, que funcionan a demanda y que son un derroche de tecnología y buena intención. Todo muy futurista, pero llevan dentro a un ser humano. Por si las moscas. Y porque la ley todavía no permite que un vehículo de transporte vaya solo por el mundo.
Podría decirse que estos vehículos, gestionados por la empresa Nobina, también responsable de buena parte la red de autobuses de Estocolmo, siempre toman la decisión adecuada. Porque tienen sensores por todas partes y porque tienen marcada la ruta a fuego en su 'hardware'. Tiene espacio para 12 viajeros y es importante sentarse o agarrarse muy bien. "Un periodista alemán se fue al suelo", indica el vigilante. No será para tanto... Pero sí lo es. En cuanto algo se interpone en su camino, el frenazo es en seco, sin moderación, a lo bruto. Tampoco es que vaya muy deprisa (unos 20 kilómetros por hora), pero se queda quieto de golpe. Y claro, la inercia hace lo suyo. En esta ocasión ha sido una periodista catalana la que ha salido volando. Sin daños.
A demanda
Que vaya un controlador a bordo tiene un doble objetivo. Por un lado, el vehículo no tiene la suficiente autonomía para esquivar a un coche detenido en su carril. El empleado coge un 'joystick' y toma el mando hasta que se supera el obstáculo. Por otro lado, porque la legislación no permite todavía que un vehículo compartido se mueva de manera autónoma. El pequeño autobús funciona a demanda y los vecinos pueden solicitar una parada virtual a través de una aplicación móvil. Tras cuatro años, y sin ni un solo accidente, los impulsores esperan que las autoridades modifiquen la normativa y puedan ahorrarse el trabajador. Piel de gallina con solo pensar cómo encajaría algo así la combativa plantilla de TMB.
El alcance de estos autobuses va creciendo al ritmo que lo hace el distrito, que sigue extendiéndose por sus cuatro costados. Lo habitual es que traslade a ciudadanos desde la estación de buses hasta su casa, sobre todo personas con movilidad reducida. La terminal, por cierto, conecta en seis minutos con el tren que desde Järfälla conduce hasta el centro de Estocolmo en unos 20 minutos. Por el momento, aunque parece la mar de integrado en el vecindario, no es más que una iniciativa anecdótica. Pero es así, desde cero, como se crean los proyectos destinados a cambiar los hábitos de la condición humana. Como el de la movilidad.
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