El reparto de un recurso clave

Las otras 'guerras' del agua: los trasvases en España

La gestión de los recursos hídricos ha sido causa de decenas de litigios entre vecinos. Las tierras secas también quieren regar y las grandes ciudades reclaman tener el suministro asegurado

Manifestación de protesta contra el nuevo proyecto hidrológico del Delta del Ebro en Amposta.

Manifestación de protesta contra el nuevo proyecto hidrológico del Delta del Ebro en Amposta. / Jordi Cotrina

María Jesús Ibáñez

María Jesús Ibáñez

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La historia de los trasvases de agua en España es tan antigua como los acueductos romanos y las posteriores redes de acequias que construyeron los árabes. Estas obras de ingeniería (más o menos duraderas, más o menos costosas) no siempre generaron disputas territoriales, litigios por la gestión o guerras entre vecinos. En la mayoría de casos, el transporte del recurso, desde los ríos o lagos originarios a lugares más necesitados, ha sido asumido como un intercambio comercial con beneficios para las dos partes implicadas: unos cobran tributos, los otros pueden beber o regar las tierras.

El primer gran trasvase que desencadenó una 'guerra del agua' en España fue el que quiso emprender en 1420 el Consejo de Elche, cuando solicitó a varias ciudades vecinas autorización para que los geómetras ilicitanos pudieran entrar a trabajar en su territorio y trazar un canal que condujera parte de las aguas del río Júcar a la cuenca del sediento Vinalopó. Cien años después, en 1528, Elche quiso más y volvió a plantear el proyecto para captar no solo aguas del Júcar, sino también de las fuentes y pantanos de Villena. Allí estalló un litigio que no se cerró hasta un siglo más tarde, después de que los municipios de Sax y de Villena se mostraran inflexibles y no dieran su brazo a torcer.

España se dotó de su primera ley de aguas en 1879, pero pronto quedó desfasada y superada por las necesidades reales. Fue a principios del siglo XX, cuando el plan general de canales de riego y pantanos creó las actuales confederaciones hidrográficas, tratando de dar respuesta a la crisis agraria que se sufría, cuando surgieron las primeras problemáticas graves por el control del agua: las áreas de cultivo se expandían y todos querían regar.

En la actualidad hay en España 16 grandes trasvases de agua, proyectos que trasladan agua de una cuenca hidrográfica a otra distinta. El más antiguo es el que lleva agua del Alzania (un subafluente del Ebro que discurre por Navarra) hasta Oria, en Guipúzcoa, que se construyó en 1927 con fines hidroeléctricos y acabó siendo para consumo. El último que entró en servicio es el que lleva aguas del río Tajo hasta la cabecera del Guadiana, en Ciudad Real, a través de 92 kilómetros de tuberías, con un volumen máximo de 50 hectómetros cúbicos por segundo.

Las grandes polémicas, no obstante, se han centrado en dos proyectos que pretendían llevar agua hacia el litoral mediterráneo desde cuencas interiores como la del Tajo o la del Ebro.

Tajo-Segura, una transferencia con marcha atrás

Hace un año, cuando el Consejo Nacional del Agua dio su respaldo al proyecto presentado por el Ministerio para la Transición Ecológica para recortar el caudal del trasvase Tajo-Segura desató una nueva ‘guerra del agua’ entre autonomías, y también con el Gobierno central. La decisión levantó en armas al potente sector agroalimentario de Alicante, Murcia y Almería, que desde hace 42 años recibe un volumen de agua que ha dado una enorme prosperidad a la zona. El ministerio navega entre dos aguas, presionado por Castilla-La Mancha (empeñada en cerrar el trasvase) y por Murcia, Almería y la Comunidad Valenciana, que defienden su continuidad y rechazan la desalación como la única solución.

El origen de la medida se encuentra en el hecho de que en los últimos años se han creado en Castilla-La Mancha unas 100.000 hectáreas de regadío a fuerza de sacar el agua de acuíferos muy presionados. Por ello, esa comunidad reclama para sí agua del trasvase (que data de 1979), tal y como viene defendiendo uno de los barones socialistas, el presidente regional Emiliano García-Page, que ha encontrado una aliada en la vicepresidenta del Gobierno, Teresa Ribera. El presidente castellano-manchego ha declarado: "Si el agua es de todos, ha de ser también de los sitios por donde pasa el agua". También ha afirmado que actualmente el río es "una porquería" por su mal estado. La ministra, junto a Díaz-Page, defiende aumentar también los caudales ecológicos del Tajo, lo que mermará las reservas de agua para trasvasar. FRANCISCO JOSÉ BENITO / Alicante

Trasvase del Ebro, un incendio ahora aletargado

Hace ya más de 20 años de la gigantesca manifestación que reunió en Madrid a más de un cuarto de millón de personas y, en Aragón, el trasvase del Ebro sigue siendo algo intocable. Las Cortes votaron el pasado febrero un texto en el que se oponen "hoy y siempre" a cualquier tipo de transferencia de las aguas del río. La polémica es recurrente desde hace años, desde que en 2001 el gobierno aprobó el Plan Hidrológico Nacional, que abría las puertas a la posibilidad de que las aguas del río más caudaloso de la península fueran transferidas a otras cuencas. En estos momentos, el Ebro ya soporta hasta seis 'pinchazos' en distintos puntos de su cauce.

La medida, rechazada por administraciones territoriales (catalanes, aragoneses, riojanos, cántabros), por regantes y agricultores, por empresarios, ha dado lugar a movilizaciones históricas, a auténticos incendios mediáticos. La última vez que el asunto se activó fue con motivo de la sequía que afectó a Catalunya entre los años 2007 y 2008, en la que la Generalitat del momento llegó a estudiar la posibilidad de trasladar aguas del río Segre (el principal afluente del Ebro) al área de Barcelona. IGNACIO MARTÍN / Zaragoza