Meteorología

Así ha llegado la nube de polvo de Sáhara a España: ¿cómo evolucionará la calima?

El fenómeno, que ha teñido de naranja ciudades como Madrid, Alicante, Almería y Murcia, se prolongará al menos hasta este jueves

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Las fuertes rachas de viento de la borrasca 'Celia', cuyo centro se ha asentado en el suroeste de la península Ibérica, han llegado acompañadas por una masa de aire procedente del Sáhara que este martes tiñó de naranja los cielos de media España, empezando por Almería, Murcia y Alicante y extendiéndose luego hacia el norte. La calima, que se propagó con menor intensidad hasta Francia y los Países Bajos, ocasionó un empeoramiento de la calidad del aire en ciudades como Barcelona, Valencia y muy particularmente Madrid, donde en algunos barrios se superaron por la mañana las 500 micropartículas (PM10) por metro cubico de aire, sin parangón en el mundo en ese momento, mientras que en Almería se llegó a 600 PM10, según datos del programa internacional Aqicn.

El efecto anaranjado del fenómeno fue incluso visible en áreas del Pirineo, donde la nieve ayer apareció de esta tonalidad.

La previsión es que esta masa de aire sahariano en suspensión se vaya mitigando a partir del jueves, aunque seguirá siendo perceptible unos cuantos días más. El fenómeno se agudizará este miércoles en Catalunya, donde se esperan lluvias para las próximas horas en el área de Barcelona. La precipitación favorecerá que el polvo en suspensión se acumule en el suelo. 

La calima, un fenómeno habitual en Canarias por su proximidad al continente africano, puede implicar, no obstante, un riesgo para la salud. El pronóstico de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) es que estos próximos días aumente notablemente la presencia de partículas PM10, tóxicas para los humanos, hasta cuadruplicar los valores recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Según los expertos, la calidad del aire empeora considerablemente con la presencia de estas partículas, que pueden dañar el aparato respiratorio. Es por eso que las autoridades sanitarias recomiendan no realizar deporte al aire libre mientras perdure este fenómeno y llevar mascarilla de tipo FFP2 cuando se esté en la calle.

Un joven hace deporte en la playa de Aguadulce, Roquetas de Mar, bajo la intensa calima.

Un joven hace deporte en la playa de Aguadulce, Roquetas de Mar, bajo la intensa calima. / EFE/Carlos Barba

En Madrid, el alcalde José Luis Martínez-Almeida hizo un llamamiento a sus conciudadanos para que tengan «mucha precaución» al conducir y para realizar actividades físicas por la «inusual» calima.

Elementos radiactivos

El polvo llegado desde África puede contener trazas de sustancias químicas contaminantes, incluyendo isótopos radiactivos, debido a la industrialización del Magreb. Cada vez que la Aemet avisa de una intrusión de polvo sahariano, la población de la Península y las islas inhala un aire más nocivo de lo que cree. No son cantidades preocupantes, pero han podido ser medidas por lo científicos en dos estudios diferentes: uno del CSIC centrado en Canarias y otro francés que ha determinado la presencia de un isótopo radiactivo en las lluvias de barro en toda España.

Varias personas caminan por el Puente Romano con la imagen del arcángel San Rafael de Córdoba con el cielo cubierto por la calima.

Varias personas caminan por el Puente Romano con la imagen del arcángel San Rafael de Córdoba con el cielo cubierto por la calima. / EFE/Salas

El biólogo y experto en radioprotección Pierre Barbey, de la Universidad de Caen (Francia), ha detectado que las lluvias de barro pueden contener cesio 137, un isótopo radiactivo. La cuenca mediterránea es una de las áreas más afectadas por este fenómeno, producido por la coincidencia de lluvias y nubes de polvo sahariano. Según los datos de la Aemet, al menos 14 días al año se produce este fenómeno en la isla de Menorca. En Melilla, el número asciende a 12. En Canarias, aunque las intrusiones de calima son mucho más frecuentes que en la Península, no suelen ir acompañadas de situaciones de precipitación, por lo que ocurren entre 2 y 3 veces al año.