Sector amenazado

Payeses en peligro de extinción

Los agricultores que cultivan pequeñas explotaciones, como los que aparecen en la película 'Alcarràs', se manifestarán el próximo 20 de marzo en Madrid para defender su subsistencia

Sergi Balué, agricultor de Alcarràs, trabajando en sus campos frutales. 4 Marzo 2022. Foto Jordi V. Pou

Sergi Balué, agricultor de Alcarràs, trabajando en sus campos frutales. 4 Marzo 2022. Foto Jordi V. Pou / Jordi V. Pou

María Jesús Ibáñez

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Aquellos sofocantes veranos en las comarcas agrarias de Lleida, en los que varias generaciones de una familia se juntaban para recoger la fruta de las fincas que ellos mismos cultivaban, son el esqueleto sobre el que se basa la película 'Alcarràs', ganadora del Oso de Oro en la última edición del festival de cine de Berlín e inspirado en el recuerdo personal de su directora, Carla Simón. Esos veranos en que padres, hijos, abuelos y tíos se metían bajo los melocotoneros para recoger sus frutos, los cargaban a hombros hasta el palot (o contenedor de madera) y se subían al tractor para llevar la cosecha al almacén son también los recuerdos de infancia de Sergi Balué, de 43 años, hijo y nieto de payeses de Alcarràs y payés él mismo. "No había vacaciones, a lo sumo un domingo nos escápabamos con mis padres a pasar el día a la playa, a Salou o a Cambrils, que es donde vamos siempre la gente de Lleida", rememora Balué, que sigue dedicando los veranos a la recolección de fruta y se va de vacaciones, con su mujer y sus dos hijos, "en septiembre, cuando se termina todo".

Aunque ha pasado ya de los 40, Balué es un joven agricultor. "Si pusieran el umbral por debajo de los 30, no habría nadie", bromea. Y sabe que, muy pronto, será de los veteranos. "Los números son claros, en cinco años se habrán jubilado más del 25% de los payeses que ahora están en activo", sentencia. Y lo peor, advierte, es que "no hay relevo generacional". "Mis hijos y los hijos de los payeses de mi generación difícilmente querrán dedicarse a esto", musita.

De aquella pequeña explotación de frutales con la que empezó su abuelo, similar a la que retrata Carla Simón en 'Alcarràs", queda ya bien poco. "Hemos pasado de ser un negocio familiar a una empresa completamente tecnificada, que pasa permanentes controles de calidad y que si no produce dentro de unos estándares, no vende su producción", cuenta el payés, que con los años ha ido ampliando sus tierras para poder obtener ciertos márgenes de beneficio. Ahora mismo, asegura, el sector no cubre siquiera los costes de producción y la guerra de Ucrania no hará más que empeorar la situación.

"Si se aplicase el principio de soberanía alimentaria, si se promoviese como es debido el consumo de productos de calidad y de proximidad, posiblemente este oficio tendría mejor futuro", pronostica Balué, que explica que el próximo 20 de marzo se ha organizado una gran manifestación en Madrid a la que está previsto que asistan agricultores y ganaderos de toda España. "Porque esto de la pérdida del sector primario y la despoblación del mundo rural es un problema ya de primera magnitud", agrega.

"No quiero que nos tomes por llorones, por gente que está siempre lamentándose y quejándose. No. Somos pequeños empresarios en un sector, el primario, que se rige por severas restricciones, que sufre una competencia desleal terrible de otros países y que, además, está siendo señalado cada dos por tres por supuestos incumplimientos, como últimamente el de las macrogranjas", protesta. Las macrogranjas, los macroparques eólicos, las macroplantaciones de placas fotovoltaicas "como cualquier otro macroproyecto" hacen tanto daño al pequeño agricultor como a los habitantes de las grandes ciudades y a la sociedad en general, afirma.

También hay espacio para la autocrítica, aunque escuece un poco. Autocrítica por lo que ocurre cuando en verano llegan los temporeros. Autocrítica por los desechos de las explotaciones ganaderas que hace unos años contaminaban los acuíferos y con los que se está trabajando desde hace un tiempo para reaprovecharlos como abono con la construcción de plantas de compostaje. "No diré nunca que nadie lo esté haciendo mal, porque es cierto que ocurre, pero son los menos... Y no saben el daño que nos están haciendo al resto", clama.

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