Club de Educación y Crianza de EL PERIÓDICO

Crimen de Elche: ni un libro ni un videojuego convierten a tu hijo en un asesino

Psicólogos, profesores, y psicopedagogos animan a los padres a estar atentos a las señales de alarma en la convivencia doméstica para pedir ayuda profesional y reconducir el problema

Un adolescente, ante el ordenador que tiene en su habitación, en su casa de Barcelona.

Un adolescente, ante el ordenador que tiene en su habitación, en su casa de Barcelona. / Ferran Nadeu

Olga Pereda

Olga Pereda

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Ni un libro ni un videojuego son detonantes ‘per se’ para convertir a un niño en un asesino. Culpabilizar a una novela o las pantallas por el grave suceso de Elche (un menor de 15 años mató la semana pasada a sus padres y su hermano, de 10, con una escopeta de caza) es un recurso “fácil que denota ignorancia”, asegura la psicopedagoga Silvia Pastor. Nadie sabe nada sobre lo que ocurría en el hogar -y en la cabeza- de ese niño, así que considera “imposible” analizar el caso concreto, un suceso tan extremo como excepcional.

Los especialistas en comportamiento infantil, sin embargo, sí que animan a padres y madres a estar atentos a cualquier señal de alarma que denote la existencia de un problema serio en casa. ¿Cómo detectarlo y atajarlo? No hay recetas sencillas, pero estas son algunas pautas. 

Señales de alarma

Da igual la edad que tenga tu hijo, si ves que muchas veces se sale con la suya y no cumple con lo que le estás diciendo puedes empezar a sospechar que hay un problema de comportamiento. “Las estrategias que usan los chavales son varias: negociar, mentir, manipular o enfadarse”, explica Francisco Castaño, padre de dos jóvenes, profesor de secundaria y autor de 'La mejor versión de tu hijo' (Plataforma Actual). “El problema -subraya el divulgador- es que muchos padres se obsesionan con la idea de criar hijos felices y terminan accediendo a todos sus deseos y caprichos, librándoles cualquier obstáculo que tengan en la vida. A medida que el niño crece, sus demandas van en aumento”. La psicopedagoga Pastor, que trabaja en una organización no gubernamental de ayuda a la infancia, insiste en que una constante actitud retadora por parte de los menores es también una señal de alarma, lo mismo que tener baja empatía (no ponerse en el lugar de los demás). Sucumbir a la sobreprotección y no establecer -y hacer cumplir- normas claras es, concluyen ambos, la raíz de muchos problemas.

Las pantallas

“Los videojuegos no tienen el poder de convertirte en un asesino”, sentencia Pastor, harta de que el entretenimiento digital sea sinónimo de violencia y aislamiento. “¿Por qué se habla tanto de si el niño de Elche tenía adicción digital y no de cómo es posible que acceda a un arma con tanta facilidad?, se pregunta. “Un videojuego, un libro o un móvil no te hace adicto ni violento. Si algo así ocurre es, entre otros muchos motivos, por el mal uso”, explica la especialista, que insta a los padres y las madres a supervisar todo el contenido 'online' al que acceden sus hijos. Y, sobre todo, a poner límites horarios. “Hay chavales de 4º de primaria que se pasan seis horas conectados. Es una barbaridad, el cóctel perfecto para la adicción”, explica tras hacer hincapié en el ejemplo que deben dar los progenitores. “Lo que no podemos hacer es decir a nuestros hijos que no estén tanto tiempo con el móvil y nosotros tenerlo encima de la mesa mientras comemos”. 

¿Cuándo debo pedir ayuda?

Muy sencillo: “cuando veas que la situación te supera”, argumenta Pastor. “No hay un listado de 5, 10 o 15 razones que te lleven a la consulta de un especialista. Tú, como padre y madre, sabes la situación que vives en casa y puedes intuir si tienes un problema. Si vives con estrés contante y entre gritos y broncas puedes empezar a sospechar. Lo mismo que cuando te sientes incapaz de reconducir la situación”, añade Castaño, que recomienda hacerlo cuanto antes, aunque el niño tenga solo 3, 4 o 5 años. “Hay miedo a dar ese paso. Muchos piensan que el pequeño ya madurará con el tiempo y que las contrariedades desaparecen solas. El niño crece, sí. Pero los problemas crecen con él”, advierte. Consciente de las lagunas que tiene la sanidad pública en la salud mental (especialmente en la infantil y juvenil), Castillo pide más medios para que las familias con problemas puedan acudir con facilidad a un psicólogo y/o psiquiatra. “Ahora mismo, eso es algo que depende de tu cuenta corriente. Es injusto”, critica.

Salud mental

“No se puede generalizar, y cada caso es un mundo, pero es evidente que, en el suceso de Elche, tienen que existir anomalías previas en el chico”, asegura María Angustias Oliveras, especialista en psiquiatría legal. “Siempre intervienen factores de todo tipo: biológicos, psíquicos y sociales, que son los que finalmente hacen que se produzcan tragedias como esta”, explica en una entrevista con el diario Información, que pertenece, a Prensa Ibérica, editora de EL PERIÓDICO. "Todos nos preguntamos qué ha podido pasar en la tragedia de Elche, pero lo que hay que preguntarse es qué pasó con ese niño en su infancia. ¿Había ya indicios? La prevención es fundamental. Hay que concienciar, sensibilizar y pedir recursos a las autoridades políticas y sociales", reclama Mercedes Bermejo, psicóloga y directora de la editorial Sentir (colección de libros infantiles para ayudar a las familias a abordar diferentes problemas emocionales). La psicopedagoga Pastor explica que es el profesional el que tiene que dictaminar si nuestro hijo tiene un problema exclusivamente de comportamiento y conducta (y necesita tratamiento psicológico, que, muchas veces y sobre todo en el caso de los niños más pequeños, va dirigido a los padres) o existe un problema de otra índole, “como puede ser un trastorno desafiante o límite de la personalidad”. En conclusión, hay que estar muy pendientes de la salud mental. “Acudir a un psicólogo debería estar tan normalizado como acudir a la consulta del pediatra porque al chaval le duele un pie. Sin embargo, sigue siendo un tabú”, concluye.

Responsabilidad paternal, pero sin culpabilizar

"Los padres y las madres no tenemos derechos, tenemos responsabilidades", sentencia el autor de ‘La mejor versión de tu hijo’. La crianza y la educación es “un trabajo largo, duro, caro y difícil”. Sin embargo, “nos han vendido que tenemos que ser superpadres, supermadres y tener superhijos y superhijas”, añade tras rogar a los padres que no se comparen con otros progenitores y que tampoco comparen a sus hijos ni les metan presión para conseguir cosas. El especialista insiste en la responsabilidad, pero pide no culpabilizar a padres y madres ante el mejor problema que tengan sus hijos. “Los padres y las madres no lo hacemos mal. No somos psicólogos ni psiquiatras, así que lo hacemos como buenamente podemos”, concluye. Bermejo, directora del centro Psicólogos Pozuelo, opina que los padres y las madres son los grandes incomprendidos de una época en la que tener hijos es más difícil. "Tenemos hiperexigencia en todo, en la estética, en la tecnología, en el trabajo, en el hogar... Estamos saturados y estresados. ¿Tenemos tiempo para poder agacharnos, mirar a nuestros hijos y empatizar con ellos? Sus deseos son caprichos y está bien concederlos muy de vez en cuando. Pero ¿qué pasa con sus necesidades? Esas sí que hay que cubrirlas", conculye Bermejo, que pide a los progenitores huir de la culpa. "La culpa nos bloquea y solo nos lleva al victimismo. El foco hay que ponerlo en las insitituciones y no tanto en las familias. la que está fallando es la sociedad, no tanto nosotros".

Las emociones

“Si tu hijo tiene un disgusto y llora, no le digas que deje de llorar. Acompáñale y estáte con él. Si tu hijo se enfada porque le obligas a hacer algo que no quiere hacer, no le digas que no se enfade. Que se enfade. No evites a tu hijo las emociones que no le gustan porque son la vida misma”, concluye Castaño, que lanza un mensaje de optimismo y asegura que cualquier situación, por más problemática que sea, se puede reconducir con ayuda profesional. Gran defensora de la infancia y la juventud actual, la psicopedagoga Pastor asegura que los adolescentes del siglo XXI “ni son peores ni más vagos” que otras generaciones. Son, simplemente, adolescentes.

Otros sucesos con menores

En el año 2000, José Rabadán, un chaval de 16 años mató a sus padres y a su hermana de 9 años con una espada japonesa (catana) en su casa, en Murcia. Según constaba en el informe psiquiátrico tras el triple asesinato, el asesor padecía un grave trastorno de personalidad con rasgos esquizoides, narcisistas, antisociales y sádicos que, en opinión de los especialistas, disminuían levemente su capacidad de comprensión emocional de las consecuencias de sus actos.

Ese mismo año, Klara García, de 16 años, fue degollada y apuñalada por dos compañeras de instituto de San Fernando (Cádiz). Ambas confesaron ante la policía y el juez instructor que engañaron a la víctima y la llevaron a un descampado, donde le seccionaron parcialmente el cuello y le asestaron 23 puñaladas. Las asesinas declararon que cometieron el crimen para "experimentar qué se sentía" y porque querían hacerse "famosas".

Sandra Palo, vecina de Getafe (Madrid) de 22 años con discapacidad intelectual, fue violada y asesinada en 2003 por cuatro jóvenes, tres de ellos menores, junto a una nave industrial cuando regresaba a casa después de salir con unas amigas. La atropellaron con un coche hasta 15 veces, rociaron con combustible su cuerpo y le prendieron fuego.

En 2015, un niño de 13 años que cursaba 2º de ESO en el instituto Joan Fuster de Barcelona, irrumpió en el centro escolar vestido de camuflaje y armado con una ballesta y un machete de montaña. En la mochila también llevaba una botella de cerveza transformada en cóctel molotov, que no llegó a lanzar. El niño hirió de muerte a un profesor de 35 años, que había sido contratado para impartir la asignatura de Ciencias Sociales como sustituto de la titular de la plaza, y provocó heridas a cuatro personas más, dos docentes y dos estudiantes, de 13 y 14 años. Los padres del alumno (él, educador social y ella, enfermera) explicaron a los agentes que su hijo acudía a una clínica psicológica, aunque no precisaron el trastorno que podía sufrir. Cuando registraron su habitación, los Mossos hallaron un plano del instituto y dos rifles de balines de aire comprimido que estaban guardados en sus fundas.

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