Cuatro víctimas
Al vigilante de Tarragona le obsesionaba el supuesto trato racista de su empresa
Eugen Marin Sabau, de 45 años y sin antecedentes, dijo al dueño de su piso del Alcover (Alt Camp) que el martes se mudaría
Uno de los trabajadores a los que disparó sigue en estado crítico, los otros dos y el policía se mantienen graves pero fuera de peligro
Guillem Sánchez
Redactor
Periodista de sucesos. Antes trabajé como redactor de sociedad en la Agència Catalana de Notícies (ACN).
Profesor asociado en la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna.
Libros Publicados: 'El Estafador' (Editorial Península) y 'Crónica del Caso Maristas' (Ediciones B).
Eugen Marin Sabau, el hombre que este martes disparó contra tres de sus excompañeros de la oficina de Securitas en Tarragona y también contra un agente de los Mossos d’Esquadra, es originario de Rumanía, tiene 45 años, sin antecedentes y lleva 20 años viviendo en España, en el municipio de Alcover (Alt Camp). Abatido cinco horas después del ataque por los Mossos d’Esquadra a las afueras de Riudoms (Baix Camp), sigue en estado crítico, igual que una de sus víctimas. Las otras tres, el policía entre ellas, se encuentran graves pero su vida ya no corre peligro. Quizá Eugen acabe saliendo de esta. Según todos los indicios, sobrevivir a la venganza que emprendió contra una empresa por la que vivía obsesionado no entraba en sus planes.
Sin casa
Josep Maria es propietario de la casa de la Avinguda Maria de Alcover en la que Eugen ha residido durante los últimos cinco años. En agosto finalizó un contrato de alquiler por el que Eugen pagaba a Josep Maria 325 euros. Hacía tiempo que el dueño quería recuperar la casa porque su exmujer pretendía instalarse a vivir en ella. Pero Eugen siempre daba largas. Agotó el contrato en agosto y aún así siguió dando largas.
Josep Maria, en declaraciones a EL PERIÓDICO, explica que no quería presionarlo por miedo a terminar mal con él. Con buenas palabras, le iba recordando a Eugen que tenía que marcharse, que aquel no era su piso y que él lo necesitaba para su exmujer. Hace poco, Eugen lo llamó para decirle que el martes por la mañana pasaría por su casa para entregarle las llaves. Dejaba el piso, finalmente. El inquilino aclaró que devolvía las llaves porque había encontrado otra vivienda en un municipio cercano y se trasladaba. La realidad es que lo hizo porque tenía previsto atentar contra sus compañeros de la oficina de Securitas en Tarragona y, dado que no parece que contemplara salir vivo de aquella matanza, tampoco iba a necesitar más el piso de Josep Maria.
"Obsesionado con Securitas"
“Estaba obsesionado con su empresa. Hablaba todo el rato del trabajo. Podías intentar hablar con él de otra cosa pero él reconducía la conversación para volver a hablar del trabajo”, explica Josep María, que asegura que había compartido largas charlas con Eugen sobre sus problemas en Securitas. Según le contaba, el vigilante privado estaba convencido que lo despreciaban por su condición de migrante rumano. “Un día me explicó que había visto por casualidad la nómina de otro empleado y que se fijó en que a este sí le pagaban dietas y kilometraje y que por eso ganaba más dinero”, recuerda Josep Maria. Actualmente, Eugen llevaba casi un año de baja.
La versión de Josep Maria cuadra con la de Gumersindo, responsable de la galería de tiro de Sant Salvador, en Tarragona, su segundo hogar. “Tenía esta manía con la empresa, decía que no le trataban bien. Tenía la impresión de que no le pagaban el kilometraje, de que le daban los servicios más duros, de que otros cobraban más. Y su obsesión era que todo se debía al hecho de que era rumano, porque, según él, en su empresa eran racistas”, explica Gumersindo.
El macabro correo electrónico que Eugen mandó a Securitas ayer martes a las doce del mediodía, minutos después de disparar a tres personas a su oficina de Tarragona y pocas horas antes de ser reducido a tiros por los Mossos, parece confirmar lo que cuentan Josep Maria y Gumersindo. El mail contenía el siguiente mensaje: “Felices fiestas cabrones. Ladrones y racistas”.
En la fotografía que Eugen adjuntó para amenazar a sus excompañeros y en la que aparece armado hasta los dientes, se aprecian algunos de los trofeos que había ganado en la galería de tiro de Sant Salvador. En la imagen se ven también su licencia deportiva de armas y las guías –los permisos que regula la Guardia Civil– de las cinco que poseía: cuatro pistolas y un rifle de largo alcance. Según Gumersindo, sin ser un fuera de serie, Eugen era un buen tirador. Sobre todo de arma corta, la que practicaba de forma más habitual.
Ropa ensangrentada
Este miércoles, 24 horas después de la intervención de los miembros de la unidad GEI (Grup Especial d’Intervenció), los despojos de la vestimenta de Eugen siguen esparcidos junto a la casa abandonada de Riudoms en la que se parapetó y desde la que rechazó cualquier intento de mediación, dispuesto a morir para no ser capturado con vida. Lo había dejado claro poco antes, cuando al descubrir que un coche de los Mossos seguía su Citroen Xsara, detuvo la marcha, bajó del vehículo y abrió fuego contra los agentes.
A pesar de su empecinamiento, los disparos que efectuaron los policías permitieron reducirlo pero no lo mataron, gracias a los cuidados de urgencia que le practicaron los propios agentes del GEI, primero, y los sanitarios del Sistema d’Emergències Mèdiques (SEM), después.
Junto a la ropa de Eugene –pantalones y anorak rajados de urgencia y manchados de abundante sangre– este miércoles también resultaban visibles restos de material médico de aquella intervención que posibilitó su traslado en helicóptero con vida a un hospital de Barcelona.
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