nueva vida en el carmel
Ulises en Barcelona: el duelo migratorio de Javier Mejía
El bailarín colombiano describe su vivencia en un espectáculo de danza
El miedo, la incertidumbre, la soledad y la culpa son algunas emociones ligadas al llamado síndrome de Ulises

Javier Mejía desafía a la gravedad en la escuela Yerakhavets Ballet Academy, donde trabaja. /
Javier Mejía no salió huyendo de la guerra, sino de la paz. Tras años de crispados debates por las negociaciones entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, de un plebiscito sobre el acuerdo de paz que ganó el ‘no’ y de las multitudinarias marchas de partidarios y detractores del pacto, Javier decidió poner tierra por medio, harto de la polarización, de las discusiones en el trabajo y de las presiones para tomar partido. Aceptó la oferta de una escuela de teatro y danza de Barcelona y aterrizó en la ciudad justo en vísperas del referéndum del 1 de octubre. No tenía ni idea de lo que se avecinaba.
“Llegué con mi maleta a La Sagrera, sin conocer a nadie -recuerda-. Enseguida empecé a recibir comentarios sobre lo que debía pensar y sentir respecto al referéndum. Yo no quería opinar sobre algo que desconocía y tampoco quería que me impusieran un pensamiento o una forma de ser. Se me acumulaban las emociones y necesitaba tiempo para procesar la información pero era imposible. Me sentía atacado y terminé encerrándome. Me sentía muy culpable por haberme marchado y haber elegido precisamente Barcelona en ese momento”.
Las cuestas del Carmel
Javier se instaló en el Carmel porque sus cuestas le recordaban a La Cumbre, el barrio popular de Bucaramanga donde nació y donde, desde los siete años, caminaba hora y media para asistir a la escuela de baile. Durante un año apenas salió de la habitación que alquilaba. Solo encontraba algo de alivio saliendo a correr de noche y escribiendo sus sentimientos y sus percepciones sobre lo que veía y oía, que tanto le recordaba a lo que creía haber dejado atrás.
“Empiezas a darle vueltas a la cabeza y acabas perdiendo la noción del tiempo, que es lo que pasa cuando uno tiene depresión y ansiedad -cuenta-. Se me mezclaban el pasado, el presente y el futuro. Sentía un dolor muy fuerte que me destrozaba por dentro, como si un monstruo grande me estuviera aplastando, y al mismo tiempo me sentía culpable por haber matado toda mi vida”.
Lo que Javier describe son algunos síntomas de lo que el psiquiatra Joseba Achotegui bautizó en 2002 como síndrome de Ulises, duelo extremo del inmigrante o síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple.
4.000 pesos por un agua
A la soledad, el miedo, la incertidumbre y la indefensión de las personas que sufren este cuadro hay que sumarle la precariedad. Javier había logrado reunir 3.000 euros para viajar a Barcelona, unos 15 millones de pesos colombianos. “¡Una botella de agua me costaba 4.000 pesos!”, exclama. “Uno idealiza la vida de aquí, piensas que mejorarás lo que tenías, pero sucede todo lo contrario. Pierdes tu estatus social, lo desconoces todo y andas perdido”.
Si algo tuvo claro durante el año que permaneció enclaustrado fue que, pasara lo que pasara, no quería alejarse de la danza. Por eso, en cuando atisbó un resquicio de luz se propuso canalizar todas esas emociones bailando. Consiguió que la escuela Neoclasic del barrio le dejara un espacio y allí empezó a montar lo que sería la obra ‘Yo, pensamiento’, que tras presentarse en Can Felipa y otros espacios podrá verse el día 10 en la Galería Ronda Barcelona.
Visibilizar el duelo
“Quiero visibilizar el duelo migratorio –explica-. Que la gente entienda que cuando eres un inmigrante y acabas de llegar necesitas un espacio para despedirte de lo que has dejado atrás antes de poder integrarte. Quieres llorar, despedirte de tu ciudad y de tu forma de hablar, antes de dar paso a lo nuevo. Y cuando huyes de una guerra o del hambre aún es más duro”.
‘Yo, pensamiento’ es un relato coreográfico en el que participan una decena de personas del colectivo Collage. Se trata de una serie de escenas que evocan distintos momentos del duelo migratorio donde dominan la ansiedad, la depresión, la somatización o la confusión, cada uno de ellos acompañado de baile y música, desde salsa hasta electrónica.
El espectáculo se ha presentado a grupos de jóvenes con experiencias migrantes durísimas y pretende "rescatar público para la danza": "Es un arte difícil porque es abstracto y cada vez se está alejando más del movimiento y se acerca más a la performance -considera Javier-. No puede ser que comunique solo a los intelectuales".
¿Ya eres usuario registrado? Inicia sesión
Este es un contenido especial para la comunidad de lectores de El Periódico.Para disfrutar de estos contenidos gratis debes navegar registrado.
- Radicalización del Partido Republicano Los ultras echan a McCarthy y sumen el Congreso de EEUU en el caos
- Primera plana de la edición impresa La portada de EL PERIÓDICO del 4 de octubre de 2023
- En Madrid Filtrado un nuevo vídeo de Daniel Sancho con una ‘amiga especial’ en la cama
- Vivienda Se pone a buscar piso en alquiler en Madrid y sorpresa con los que se encuentra: “Dormir con el sonido de la lavadora”
- Accidente Mueren dos trabajadores dentro de la cisterna de un camión en el puerto de Algeciras
- En 'Y ahora Sonsoles' Máxima tensión entre Sonsoles Ónega y el abogado de la discoteca de Murcia: "¡No diga eso!"
- Otra más La productora de 'Sálvame' provoca una nueva demanda contra Mediaset por difundir un bulo
- Bornos Mueren tres personas en un accidente de tráfico en Cádiz
- NÁPOLES-MADRID (2-3) Bellingham deslumbra en el Olimpo de Maradona
- En el confesionario Laura Bozzo estalla contra la salvación de Karina en 'GH VIP': "¿Durmiendo da más rating?"