Vigilia científica

El volcán de la Palma vive una ‘segunda’ erupción tras su realimentación

El peso del cono principal aumenta hasta el punto de obligar al magma a buscar otra zona por la que emerger en su cara noreste

Apertura de nuevos centros de emisión al noreste del cono principal del volcán de La Palma

Apertura de nuevos centros de emisión al noreste del cono principal del volcán de La Palma / INSTITUTO GEOLÓGICO Y MINERO DE ESPAÑA (IGME)

Verónica Pavés

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La realimentación actual del volcán de La Palma está siendo de tal calibre que parece estar sufriendo «una segunda erupción». Es la percepción del vulcanólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Vicente Soler, que apoya su afirmación en que todos los parámetros están creciendo de nuevo después de haber sufrido una pérdida de energía hace apenas un mes. El científico llega a esta conclusión tras una jornada en la que el magma ha vuelto a hacer acto de presencia en un nuevo lugar, al noroeste del que hasta ahora había sido el cono de emisión principal. Esta nueva boca eruptiva no solo está mostrando una actividad digna del principio de la erupción, sino que está provocando que el centro emisor principal se debilite y, en ocasiones, quede totalmente apagado.

Esta nueva reactivación ha venido acompañada de un incremento de los parámetros indirectos que muestran cómo evoluciona la erupción. La sismicidad ha aumentado. De hecho, el día de ayer batió récords de sismicidad en la seria, registrando más de 330 seísmos. «Es curioso porque, además, por primera vez, hemos visto terremotos fuertes que se producen a la vez en las dos zonas de sismicidad diferenciadas (a 15 kilómetros y a más de 30, respectivamente)», relata el vulcanólogo. Concretamente, en a jornada de ayer se produjo un seísmo de magnitud 4,2 en la zona de sismicidad intermedia y, tan solo tres horas después, se produjo uno de 4,8 en la más profunda.

La irrupción de los movimientos de tierra también ha venido acompañada de una desestabilización del tremor. El comportamiento actual de este indicador –que muestra el ruido del magma al golpear las paredes hasta salir a la superficie– es errático, similar al que registró durante octubre y con una tendencia algo descendente. Por último, la deformación «continua igual», es decir, ni decae ni crece. «Se mantiene en 20 centímetros en la LP03 y va disminuyendo a medida que nos alejamos del foco eruptivo», resalta Soler. Así, por ejemplo en la estación LP04, la deformación actual es de aproximadamente unos 7 centímetros. Junto a la mayor actividad sísmica también han aumentado los parámetros geoquímicos, que están íntimamente relacionados con la actividad del volcán. En este caso, las emisiones dióxido de azufre (SO2) en el penacho ahora se sitúan en valores considerados como «muy altos» por el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) que incluye en este grupo cualquier medida en un rango de valores de entre 30.000 y 49.999 toneladas.

Hasta el domingo, los valores se encontraban en un rango alto (entre 1.000 y 29.999 toneladas). Según los datos proporcionados antes del 24 de noviembre, que incluyen un valor numérico con respecto a este índice, el volcán solo habría superado estos dos umbrales en el periodo de mayor actividad, el 24 y 25 de octubre, cuando alcanzó las 53.600 y 40.800 toneladas de SO2. De hecho, las emisiones de dióxido de azufre han sido de tal calibre que durante la mañana del lunes se superaron los valores límites horarios de concentraciones adecuadas para la protección de la salud en el aire y, desde entonces, el ambiente se nota más cargado que en otras ocasiones. Esta circunstancia está afectando especialmente a la zona sur de la isla, donde predominaron los valores altos de gases durante la noche. Esto ha provocado que se deba cerrar el acceso a vecinos.

Pulsos de actividad

«Estamos viendo un comportamiento caracterizado por pulsos de actividad», resalta Itahiza Domínguez, sismólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN). Esto supone que el volcán no está continuamente emitiendo una gran cantidad de materiales –como ocurrió durante el mes de octubre–, sino que su energía varía dependiendo de la cantidad de magma que consiga ascender para alimentarlo.

De esta manera, los momentos en los que la erupción muestra su cara más feroz se van complementando con eventos de más calma y reposo. Aunque este comportamiento es usual en las erupciones históricas, es la primera vez que los investigadores pueden verla en tiempo real. «Tenemos constancia de que en la erupción de 1585, la de Tacande, pudo suceder algo semejante», reseña Soler. Y es que esta erupción, que duró 84 días y es la más larga registrada históricamente en la Isla Bonita, tuvo varias fases, incluida una final que dio lugar al Campanario de Jedey. Se trata de un paisaje volcánico coronado por unas grandes piedras fonolitas que el volcán «sacó al final en un momento en el que la erupción cobró mucha fuerza».

Al igual que dejó entrever que los volcanes podían tener varias fases, la historia geológica también ha dejado pistas de que la posibilidad de que surja una segunda boca algo más lejana de la principal es alta. Sin embargo, es la primera vez que se puede hacer un seguimiento en directo. «Sabíamos que es común entre las erupciones monogenéticas el que aparezca un cono secundario, de hecho, en esta ya estaba tardando», explica Domínguez. En esta ocasión, lo que ha ocurrido «es que el cono principal ha adquirido mucho peso debido a la continua caída de piroclastos y, con la presión que ejerce, ha cambiado el campo de esfuerzo», insiste

Esto se traduce en que, cuando el magma quiere salir, lo prefiere hacer por un lugar donde le sea mucho más fácil emerger. Ahora bien, se desconoce durante cuánto tiempo seguirá activa esta boca o si surgirán nuevos centros de emisión. «Es algo que nunca podemos negar o afirmar con seguridad», admite el sismólogo, que recuerda que esta posibilidad siempre se ha incluido en los informes científicos del Pevolca.

Con esta nueva reactivación, los científicos han extremado su prudencia a la hora de hacer previsiones relacionadas con el final para la erupción. «Hace unas semanas creíamos que el volcán se había quedado sin energía», recuerda Soler. Lo que creían los investigadores es que primero perdería fuerza, luego dejaría de emitir lava y, en una tercera fase, se apagaría. «Lo segundo nunca llegó a estar claro y antes de disminuir de forma clara todos los parámetros, se reactivó de nuevo», resalta el vulcanólogo.

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