Estragos del volcán

La lluvia ácida y la ceniza tiñen de amarillo el paisaje del sur de La Palma

Los pinos nacidos tras el incendio de 2016 toleran peor el ambiente tóxico del volcán

Estragos en los últimos brotes verdes

Estragos en los últimos brotes verdes

Verónica Pavés

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Estos pinos son los que florecieron después del gran incendio que asoló a La Palma en 2016. Entonces ardieron 4.864 hectáreas de terreno (el 7% del terreno de la isla) y el fuego le costó la vida a un agente forestal de la isla. En las zonas en las que el incendio provocó un daño mayor, los pinos no volvieron a florecer igual. «Han tenido un crecimiento en escobilla», explica el biólogo, que indica que esta forma de llamarlo hace alusión a que su forma es muy similar a la de las escobillas utilizadas para limpiar los retretes. En este tipo de formación la mayor parte de las acículas emanan del tronco central, en lugar de distribuirse por las ramas, que es lo normal.

Esta forma de crecimiento le ha permitido recuperarse rápidamente de aquel devastador fuego, pero no le ha dado las herramientas suficientes como para poder sobrevivir a unas condiciones de vida tan duras como las que está causando el volcán palmero. «Han logrado brotar, pero no son los más fuertes», resume Nogales.

La principal amenaza a la que se enfrenta el pinar es la emanación continua de gases tóxicos y cenizas, que han arrasado ya 8 kilómetros de este ecosistema al sur del volcán. Los más perjudiciales son los aerosoles ácidos que se estancan en la atmósfera. El dióxido de azufre (SO2), el cloro o el flúor se encuentran en unas concentraciones tan altas que se convierten en el único alimento de estos árboles que, a su vez, son incapaces de digerirlo. Esto produce que sus acículas acaben totalmente amarillas, que es el color que ahora tiñe todo el pinar de La Palma.

Las concentraciones de estos gases en altura, especialmente en la zona de exclusión, son tan altas que ha producido algún que otro susto entre los científicos que trabajan allí. «Nosotros acudimos a la zona de exclusión equipados con ocho detectores de gases que hemos alquilado para la emergencia», indica Nogales, que insiste en que la seguridad para ellos siempre ha sido lo primero. En sus recurrentes visitas, sus dispositivos han alertado en varias ocasiones que la cantidad de dióxido de azufre era lo suficientemente alta como para causar un perjuicio en su salud. Aunque su mayor preocupación es el monóxido de carbono (CO) dado que no avisa de su presencia y puede resultar letal en cuestión de dos horas si las concentraciones son demasiado altas.

Siendo los gases la principal amenaza, el daño que provocan las cenizas no es desdeñable. Por un lado, al transformarse en pequeños aerosoles cubren la atmósfera haciéndola más opaca. Aunque se trata de un efecto muy local, esta circunstancia impide a los pinos poder captar de forma adecuada la luz del sol para poder poner en marcha su fotosíntesis. Pero la caída y acumulación de piroclastos de diferentes tamaños tienen otras consecuencias para la supervivencia del pinar. «También se depositan en las ramas hasta que precipitan que se rompan y caigan», narra Nogales. De hecho, como explica, han sido varias las ocasiones en las que han tenido que recoger grandes ramas del suelo que les impedía el paso por el camino que suelen utilizar habitualmente para llegar a la zona de estudio.

En los últimos días, al ya característico color amarillo que se ha instalado en todo el pinar, se le ha unido un tono rojizo intenso que impregna parte de las acículas de los ejemplares que conforman el pinar. Aunque aún no se han llevado a cabo estudios químicos, parte de los científicos considera que las hojas han adquirido este color debido a una puntual lluvia ácida. No obstante, más que generarse como consecuencia de un episodio de precipitaciones –que en La Palma hasta el momento no ha ocurrido demasiado y casi siempre han estado asociadas a nubes bajas–, los investigadores creen que puede tener relación con la humedad que hay en la zona. Cabe recordar que para que se produzca lluvia ácida, como explica la física atmosférica del Centro de Investigaciones Atmosféricas de Izaña, Omaira García, es necesario que se cumplan varios condicionantes. Entre ellos, que en el ambiente exista vapor de agua y dióxido de azufre, que este último se encuentre en condiciones muy grandes y que haya estabilidad atmosférica, es decir, que apenas sople viento. Pese a que la afección en el pinar es importante –el 80% ha perdido su color habitual–, la distribución de esta destrucción no está siendo homogénea. «Está teniendo repercusiones especialmente en zonas altas –cercanas a la altura máxima del penacho volcánico– y al sur de la isla», insiste Nogales. Y es que el régimen de vientos habitual de La Palma sopla en contra del desarrollo de este ecosistema. «Los vientos reinantes son los alisios que soplan en dirección noreste, es decir, entran por San Andrés y Sauces y recorren la isla hasta el suroeste, que es donde se encuentra este pinar», concluye. Esto supone, a su vez, que las zonas bajas de la isla apenas tienen problemas relacionados con el ambiente tóxico que genera el volcán.

Pese al desastre ecológico que la erupción está causando indirectamente, los expertos esperan que, como se ha demostrado en los grandes incendios que ha sufrido Canarias, los pinos sean resilientes. La característica que hace a estos pinos especiales frente a otros es su capacidad para rebrotar del tronco quemado, de un tocón o de cepa. De hecho, se considera que es el árbol mejor adaptado a vivir en un ecosistema volcánico o a rebrotar tras un incendio de los que tenemos en la geografía nacional. Y aún con la desolación, gran parte de los pinos siguen vivos en el interior. «Si rascas un poco la corteza, puedes ver que el interior hay partes verdes», relata el investigador, que lleva ya 64 días visitando esa parte de la zona de exclusión y ha podido ver día a día su evolución. También hay algunas hojas que permanecen verdes en su base, lo que supone que aún no han sido afectadas. Que aún se pueda ver este color en el pinar supone un rayo de esperanza con respecto a su posterior recuperación. «Confío en la recuperación de nuestro pino», insiste Nogales, que no esconde que, sin embargo «impacta verlo así».

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