PREMIOS PRINCESA DE ASTURIAS 2021

Drew Weissman: “Es imposible que nadie fabricara el coronavirus para crear una pandemia mundial”

Dreww Weissman

Dreww Weissman / EFE / PACO PAREDES

Pablo Álvarez

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Drew Weissman es uno de los artífices del desarrollo de las vacunas anticovid de ARN mensajero. Profesor de Medicina en la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania (EE UU), este próximo viernes recibirá en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de Investigación junto a otros seis científicos, entre ellos su compañera de laboratorio Katalin Karikó.

–¿Cuál es, a su juicio, el origen del virus SARS-CoV-2 y cómo se escapó del laboratorio de Wuhan?

–No lo sabemos. Sabemos que el origen son los murciélagos, y puede que haya pasado por el pangolín u otro animal secundario, pero no lo sabemos. Hay teorías de que se escapó del laboratorio de Wuhan, pero eso tampoco se sabe. Lo que sí sabemos es que el virus no se diseñó, no se creó, no hubo alguien que lo fabricara para dar lugar a un problema de escala mundial.

–¿Está usted seguro?

–Estoy seguro al cien por ciento. Es imposible fabricar un virus de este modo. El coronavirus tiene 30.000 letras en su código, y no tenemos ni idea de cómo hacer un virus de este tamaño que pueda provocar los síntomas y el nivel de contagio que ha creado este virus.

–¿Qué fue lo primero que pensó al saber que nos enfrentábamos a una pandemia de coronavirus?

–En noviembre de 2019 empezamos a preocuparnos. Yo trabajo en el Departamento de Enfermedades Contagiosas y empezamos a escuchar historias de una neumonía en China. Además, tengo amigos en el Instituto de Virología de Wuhan (China) que me decían que era peor de lo que estaba admitiendo el Gobierno chino en aquel momento. Nos preocupaba que de inmediato surgiera una nueva epidemia.

–¿Cuándo le administraron a usted la vacuna del covid?

–Katalin Karikó y yo nos vacunamos juntos, en diciembre de 2020.

–¿Qué sintió al ser vacunado con una vacuna diseñada por usted mismo?

–Mi mujer y mi hija participaron en la fase 3 del ensayo clínico, en agosto de 2020. Por lo tanto, ya tenían la vacuna. Estaban esperando a que yo cogiese el ritmo y estuviese como ellas (risas).

–Usted ha sido becario de Anthony Fauci, una de las mayores autoridades mundiales en el campo de las enfermedades infecciosas y gran protagonista de los trabajos anticovid en EE UU.

–Trabajé con Tony durante siete años en su laboratorio. Hice allí la beca y trabajé con él, y desde entonces no hemos dejado de trabajar juntos. Es una de las personas más inteligentes que jamás haya conocido. Y también una de las personas más amables y razonables que haya conocido. Mi vida ha mejorado por conocerle.

–¿Sabía usted que Severo Ochoa, premio Nobel de 1959, nació en Asturias y que fue el primer científico que sintetizó RNA en un laboratorio?

–Sí, conozco bien su trabajo. Hacemos el seguimiento del ARN desde 1961. Yo vinculo a todos los científicos porque nadie consigue hallazgos partiendo de la nada. Hacen falta de miles de otros investigadores que les precedan. Todos estos investigadores han sido importantes. Nunca un único investigador consigue un hallazgo. Todos los investigadores contribuyen a ese hallazgo.

–¿Cómo ha cambiado el panorama científico en Estados Unidos con la llegada de Joe Biden respecto a Donald Trump?

–En el Gobierno de Estados Unidos, los republicanos apoyan la investigación básica más que los demócratas, dan más dinero. El problema es que Trump era anticiencia, no creía en la ciencia, no pensaba que tuviera que desempeñar ningún papel en sus políticas. Ese era el problema. No que los conservadores se opusieran, sino que la anticiencia se convirtió en algo real.

–¿Cómo reaccionó Trump ante el covid-19?

–Trump echó cuentas. Si el covid tenía un gran impacto, no se le reelegiría. Así que dedicó todo su tiempo a decir que no era una enfermedad, que no había que tratarla y que el mundo tenía que seguir adelante ignorándola. Simplemente para que volvieran a elegirle.

–Pero Trump sí apoyó el desarrollo de vacunas...

–Con las vacunas lo hizo muy bien. Dedicó muchísimo dinero a desarrollar las vacunas. Pero luego salía y decía a la gente: no te la pongas. Para mí no tiene sentido.

–La contribución suya a la vacuna se centró en conseguir que el RNA mensajero fuera tolerable para el organismo humano.

–Cuando Katalin y yo comenzamos la investigación, nos dimos cuenta de que el ARN era proinflamatorio. No nos lo esperábamos para nada, porque nuestras células están llenas de ARN. La hipótesis que planteamos fue que los patógenos los reconocemos mediante el ARN. Eso significa que nuestro organismo dedica muchísimo tiempo a reconocer el ARN, para así identificar los patógenos. Una vez que entendimos que el ARN era tan inflamatorio, nos centramos en conseguir que no lo fuera. Era un poco complicado.

–¿Y qué hicieron?

–El ARN celular se modifica. Esto significa que las letras que lo componen tienen pequeños cambios. Añadimos esos cambios al ARN que nosotros generamos y así se parece más al ARN de la célula del hospedador.

–¿Ha habido en su entorno más cercano personas que no hayan querido vacunarse?

–Tengo algunos amigos a los que hubo que convencer mucho para que se vacunaran. También muchos amigos que fallecieron por el covid-19 al principio de la pandemia. La gente muere, y ese es muy buen argumento para convencer de que se vacunen.

–¿Qué mensaje transmitiría a la gente que rechaza vacunarse frente al covid?

–La clave es entender por qué la rechazan. Hay quien es ultrarreligioso, y no cree en las vacunas. A esos, a los anticiencia, nada se les puede decir porque no van a escuchar. Hay que encontrar al altavoz perfecto. A mi mujer le preguntaron si yo hablaría con los ultraortodoxos en Israel para convencerles de que se vacunaran..

–¿Es usted judío?

–Medio judío. Mi padre es judío. Y dije que no hablaría con los ultraortodoxos, pero sí con sus nietos, porque esos nietos serán los que convenzan a los abuelos, no yo.

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