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La fajana del volcán rompe la gran playa surfera de La Palma

Era una de esos espacios reconocido y valorado por los surferos, una playa recorrida por un extenso arrecife que ofrecía una sucesión de picos a diferentes distancias

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El derrumbe de la fajana provocará olas de 5 metros que perderán intensidad con la distancia

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Sergio Lojendio

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Los científicos señalaban la playa de Los Guirres, en la costa del municipio de Tazacorte, como el punto donde con mayor probabilidad la lava se encontraría con la mar. Pero la colada, siempre caprichosa, eligió para ese particular encuentro la costa del Perdido, unas brazadas más al norte. Desde entonces, la fajana no ha parado de crecer, amenazando colapsarse. Ahora, dos nuevos ríos incandescentes se asoman a la orilla. Uno por aquella isla baja que en 1949 creó el volcán de San Juan y que parece aletargado; el otro, más al norte, fluyendo sin pausa.

Los Guirres era una de esas playas que contaba con una popular zona habilitada para la práctica del surf y el snowboard, y estaba considerada como una instalación deportiva natural, tal y como así queda recogido en la Ley del Canaria del Deporte.

Ramón Lobo, presidente de la Federación de Surf de Canarias, señala que se trataba de un espacio «reconocido y valorado», no sólo por los surfistas palmeros, sino por los de otras islas y también foráneos, hasta el punto que acogió durante años diversas pruebas del campeonato de Canarias.

En el argot de estos jinetes de la mar, Los Guirres, recorrida por un extenso arrecife, ofrecía al surfero «distintos picos a diferentes distancias», creando «una ola mágica» que algunos consideraban única en la Isla. Por su localización, en la banda occidental, estaba protegida de los alisios y abrigada por la vecindad del acantilado. «Las marejadas de invierno, de oeste a noroeste, la convertían en un escenario único, especialmente desde septiembre hasta abril», subraya Lobo, quien no duda en considerarla como «la playa perfecta para todo tipo de surfistas, por ser de aguas someras, con poca profundidad, y quizá por esa razón la lava se está depositando tan rápidamente sobre ella».

Lobo, que guarda unos recuerdos imborrables de este lugar, reconoce que debido sobre todo a la masificación «las zonas para la práctica del surf se están perdiendo, ya sea por causas naturales o por la intervención humana». Con todo, confía en que vez la naturaleza termine de modelar la costa a su antojo, «pueda romper alguna ola», acaso similar a la que recorre el islote de Lobos, la más larga de Canarias. Así, mete la mano en el agua y la esperanza lo mantiene.

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