Las ‘islas’ entre la lava

¿Qué son las 'kipuka' del volcán de La Palma?

En Hawái se conoce a estos últimos reductos ecológicos tras el paso de la lava como ‘kipuka’

La recuperación de la zona será rápida pero se prolongará entre 4.000 y 5.000 años

Los expertos advierten que, dadas las características de la zona, serán las especies ornamentales exóticas quienes lideren la colonización de las coladas

Dos 'islas' que han dejado las coladas del volcán en Cumbre Vieja

Dos 'islas' que han dejado las coladas del volcán en Cumbre Vieja / E. D.

Verónica Pavés

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En hawaiano el término kipuka se utiliza para hablar de aquellas islas de vegetación que se conservan intactas entre la lava. Las kipukas son lugares de alto valor ecológico porque suelen ser zonas donde unas pocas especies pueden refugiarse y sobrevivir a la lava o regresar a la misma cuando finaliza la erupción. Las coladas de lava del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma, han creado tres de estos últimos reductos ecológicos en la zona arrasada por el momento. Sin embargo, en el caso de la isla canaria, y a consecuencia de las características de la colada y el lugar tan poblado por las que están discurriendo, hay una mayor probabilidad de que la kipuka se convierta en una potencial amenaza para las especies endémicas que un refugio ecológico para las mismas. 

Así lo advierte José Ramón Arévalo, catedrático de Ecología de la Universidad de La Laguna (ULL), pues observa que en los entornos en los que se han creado estas islas entre la lava ya estaban perturbados por la acción humana y en ellos existen especies exóticas más competitivas a la hora de adaptarse al nuevo terreno basáltico que ha dejado a su paso colada de lava. 

Los estudios realizados en Hawái han demostrado durante años que los kipuka tienen un alto valor ecológico pues mantienen intactos los bosques que se habían formado antes de la erupción. Estos lugares se convierten en un verdadero oasis para las plantas y animales locales que se asienta en ese espacio como si de un refugio se tratara. Pero las kipuka tienen otra característica especial, y es que, al quedar totalmente aislados del exterior, también son capaces de actuar como barrera de protección para las especies nativas. Esto ocurre porque, al estar rodeados de un terreno accidentado, las plantas y los animales nativos son inaccesibles para que nuevas especies exóticas perturben su vida. 

Sin embargo, «nada de esto se espera que pase en La Palma», como sentencia Arévalo. No lo hará porque estos reductos que han quedado en la isla son pobres en lo que a biodiversidad se refiere. «En todos estos reductos se pueden ver viviendas, lo que supone que han sido ecosistemas modificados por el ser humano», reseña Arévalo, que lamenta que «es posible que en esta zona no se forme el refugio ecológico esperado por las teorías». De hecho, como reseña Arévalo, «esta erupción ha tenido muy pocas consecuencias a nivel ecológico». 

Colonización exótica

Lo que sí puede ocurrir, de manera semejante a Hawái, es que estas zonas aisladas actúen como punto de partida para la recolonización posterior de las coladas de lava que han discurrido a su alrededor. Y, en este caso concreto, podría llegar a ser más contraproducente que una solución. Como la zona afectada por la colada de lava –esencialmente el barrio de Todoque– está altamente habitada, en la mayor parte de esos reductos ecológicos o kipukas se levantan aún casas que han sobrevivido a la erupción, cuando no cultivos u otras tierras altamente «perturbadas» por la actividad antropogénica. Como estas viviendas suelen estar decoradas con plantas ornamentales exóticas es posible que, en un futuro, sean ellas las primeras en repoblar las colada de lava, sin ni siquiera dar la oportunidad a las endémicas para hacerlo primero. 

«Diversos estudios han comprobado que las especies exóticas son las que tienen mayor capacidad de colonizar las lavas y son un verdadero problema», alega Arévalo, por lo que van a ser «fuentes de propágulo en las zonas de alto nivel de alteración», como son estas colada de lava. Esta circunstancia ha ocurrido en otras ocasiones. Después de estar seis años en continua erupción, la flora de Lanzarote se volvió a recuperar, pero no de la manera esperada. En las grandes extensiones de picón que dejaron tras de sí los volcanes de Timanfaya, empezó a reproducirse la vinagrera o calcosa (Rumex lunaria). Aunque esta planta es endémica del resto de Canarias, en Lanzarote fue introducida para el forraje para los animales. Esta especie se ha expandido de forma incontrolada debido, sobre todo, a su capacidad de fructificar varias veces al año y, por esta razón, hay equipos de investigación en la ULL que trabajan en erradicarla de Lanzarote. 

Respecto a la recuperación futura, el investigador considera que será «rápida», tanto por las condiciones climáticas excepcionales de la isla como por el propio hecho de que sean las especies exóticas quienes procedan a la colonización de la nueva zona de malpaís. «En La Palma llueve el doble que en el resto del Archipiélago», remarca el investigador, que destaca que «en otras islas la colonización no sería tan fácil». Sin embargo, el catedrático aplaca su propio optimismo, pues como destaca «esto no ocurrirá hasta dentro de 4.000 o 5.000 años, mínimo, por lo que ni los nietos de nuestros nietos lo verán». 

En todo caso, como señala el investigador, la mayoría de kipukas que ha dejado en pie la lava son relativamente pequeñas, al igual que el área afectada por la lava. «Por ahora vamos por 600 hectáreas cuando estamos acostumbrados a incendios que puede calcinar hasta 8.000», insiste. Cuando la erupción acabe, será el momento de que entren en acción los biólogos y ecólogos, pues la que se presenta es una oportunidad única para conocer cómo se produce una colonización primaria de un suelo virgen después de un evento tan destructivo como el de un volcán. 

La fajana creada en el mar creará un ecosistema rocoso más rico en fauna y flora que el anterior

Pero los cambios en los ecosistemas terrestres provocados por la erupción no son los únicos que por los que los profesionales están expectantes. La fajana de la Playa de Los Guirres, que ya ha ganado más de 30 hectáreas al mar, podría reavivar el ecosistema. Porque esta nueva plataforma marina va a crear un sistema rocoso, susceptible de ser muy rico en biodiversidad en el futuro, dado que es probable que se asienten corales muy diversos. Lo hará en un lugar en el que hasta ahora «no había nada» como ilustra Juan Carlos Hernández, biólogo marino de la ULL. En ese espacio, tan solo se había descrito un ecosistema basado en «arenas basálticas» que solo albergan la poca vida que podía sobrevivir escondida entre la arena del fondo. «La fajana o delta de lava va a generar un nuevo hábitat muy diferente al que estaba hasta entonces y nos dará información sobre cómo se colonizan los nuevos sustratos», sentencia Hernández. 

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