Testigos de la crisis volcánica

De un funeral a la catástrofe del volcán de La Palma

Manuel Villalba, vecino de El Paso, enterró a su madre solo 24 horas antes de empezar a trabajar en las cuadrillas de avituallamiento de los equipos de emergencia

Manuel Villalba posa con una de las fumarolas del volcán de Tajogaite al fondo.

Manuel Villalba posa con una de las fumarolas del volcán de Tajogaite al fondo. / EL DÍA

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Villalba, como le conocen en el mundo cultural de la Isla, es una de esas personas que está sin que haga falta pedírselo. Forma parte de la idiosincrasia de El Paso, siempre reconocible por su tupé rockabilly, que en estos días oculta bajo un casco para protegerse en su labor de voluntariado. Veinticuatro horas antes de la erupción enterraba a su madre, pero esa desgracia no le paralizó.

El volcán de Tajogaite ha disparado la solidaridad. No solo a través de donaciones, también con el trabajo de personas que han entregado su esfuerzo y tiempo para ayudar a los demás. Uno de ellos, Manolo Villalba, es uno símbolo de esa dedicación. Carpintero ebanista, herrero-cuchillero y músico, es un referente en lo social y en la vida cultural de El Paso.

Pero también es alguien a quien sus vecinos saben que pueden acudir ante cualquier circunstancia. Sus valores son la solidaridad, la tolerancia y, sobre todo, el principio de compromiso con quienes lo necesitan. Manolo ha enlazado probablemente las dos semanas más difíciles de su vida. La primera protagonizada por la hospitalización de su pareja Raquel San Blas y el fallecimiento de su madre. La segunda, sin pensarlo, ayudando en el dispositivo de emergencias. Con la fortaleza de alguien que ama su tierra, Manolo no ha tenido ninguna duda en volcarse, entregándose en todo lo que ha sido preciso para ayudar.

La semana anterior a la erupción «fue chunga», señala, y terminó dando sepultura a su madre el sábado 18 de septiembre, a la que Raquel tampoco pudo despedir al estar en el Hospital General. Por eso, cuando «reventó», cómo se dice en La Palma, «disponía de todo el tiempo del mundo». A la hora de inicio del proceso eruptivo, Manolo estaba en una pizzería junto a su domicilio. «Había ido a pedir algo de comer», para seguir a visitar a su pareja al centro sanitario. Escuchó la explosión y salió a la calle. «se escuchó un barrenazo», describe, «y ese sonido ha seguido hasta hoy». En aquel momento la gente salió corriendo. Manolo se fue a su casa, se cambió de ropa y tras llamar a Raquel para informarle, se puso a disposición del Ayuntamiento de El Paso para ayudar en lo que fuera necesario. Así estuvo cuatro días seguidos, sin descanso, «a piñón».

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