Obituario

Antonio Franco reúne en su adiós a su gran 'familia'

Su pareja, hijos y nietos comparten recuerdos en un entrañable sepelio con la gran red de amistades que el exdirector de EL PERIÓDICO tejió a lo largo de su vida

BARCELONA 9/5/2006 DESPEDIDA DE ANTONIO FRANCO EN LA REDACCION DEL PERIODICO FOTO DE JULIO CARBO

BARCELONA 9/5/2006 DESPEDIDA DE ANTONIO FRANCO EN LA REDACCION DEL PERIODICO FOTO DE JULIO CARBO / JULIO CARBO

Carles Cols

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A Antonio Franco Estadella le ha despedido su familia, la que lleva su apellido, por supuesto, y, después, la adoptada, la de ese sinfín de amistades y complicidades que tejió a lo largo de su vida profesional, como se dice a veces en la más estricta intimidad, un concepto que, en su caso, merece la pena redefinir, pues la capilla del tanatorio de Les Corts podía haber colgado el cartel de completo. El círculo íntimo del que fuera cofundador y director de EL PERIÓDICO durante dos etapas era proporcional a su tamaño anatómico y profesional. Gigante. Ha sido un adiós, o un hasta siempre, si así se prefiere, muy fiel al hombre que fue, sentimental, porque bajo aquel aspecto de director del ‘Chicago Examiner’ de ‘Primera Plana’ latía un gran corazón, y desenfadado también, pues resulta inevitable subrayar aquí, en el primer párrafo, que cubrían su féretro una bandera y una bufanda del Elche C.F., tal vez el único vicio que se le conocía.

Tanto se ha escrito desde el sábado sobre quién y cómo fue Antonio Franco como periodista que en la despedida ha sido un privilegio conocer de primera mano cómo recordarán a su padre Carlota y Andrés, los hijos que crio junto a su compañera Mylène Bigatà, unos afortunados ambos, y también los recuerdos de infancia que su hermano Alberto quiso compartir con todos. Ha sido un sepelio reconfortante, oficiado, a la laica, por su colega y amigo Xavier Vidal-Folch, y en el que Emilio Pérez de Rozas, antes de desembalsar toda la pena que llevaba contenida, ha conseguido trazar una formidable crónica periodística sobre lo que era ser amigo de Franco.

La alcaldesa Ada Colau, el presidente ‘blaugrana’ Joan Laporta y el ‘expresident’ José Montilla han querido estar en la ceremonia. También los concejales Jaume Collboni y Jordi Martí. Es posible que hubiera entre los presentes alguna personalidad más, y habrá que disculparse si su nombre no aparece aquí porque no se pasaba lista, pero es que la sala estaba realmente muy llena y las mascarillas no ayudan. Lo que sí estaba ahí era lo que bien podría definirse como el proyecto Manhattan del periodismo barcelonés, la generación que refundó esta profesión a finales de los años 70 y durante buena parte de los 80 y que, después, transmitió los secretos de este oficio a las nuevas generaciones, no todos ellos bajo la batuta de Franco, porque los había en la competencia, pero los más privilegiados de ellos, sí.

Un jovencísimo Antonio Franco, en el centro, en compañía de algunos de los periodistas con los que compartiría cabecera y amistad durante años.

Un jovencísimo Antonio Franco, en el centro, en compañía de algunos de los periodistas con los que compartiría cabecera y amistad durante años. / ROBERT RAMOS

Lo de la batuta merece una aclaración, escrita, además, con el mayor de los respetos. Es una impresión personal.

La sensación que se tenía al llegar a un diario dirigido por Antonio Franco era la de ingresar en una orquesta valenciana, es decir, un lugar al que no se va con el solfeo aprendido, sino con un instrumento y muchas ganas de tocar. Dicen los que entienden de esto que Cuba también es un poco así. Puede que no haya mejor escuela. Con esa forma de dirigir, Franco logró que se formaran y crecieran profesionalmente periodistas que da gusto leer o, en según qué casos, releer, porque algunos de ellos están ya jubilados.

La pérdida de Antonio Franco ha sido gran lástima. A sus 74 años, era joven. Atesoraba cientos de recuerdos que merecían ser recopilados y que ya no será posible reunir en ese libro de memorias que todos le decían que tenía que escribir. Quedará para el recuerdo un funeral entrañable.