Finaliza el verano y llega la medusa huevo frito

Con un ciclo de vida muy marcado por la temperatura del agua, puede verse con frecuencia en las costas mediterráneas dando protección a muchos peces

Medusa 'huevo frito'

Medusa 'huevo frito' / Diario de Ibiza

Cristina Amanda Tur (Diario de Ibiza)

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Es fácil verla ascendiendo en la columna de agua, buscando la luz del sol para que las algas unicelulares que se alojan en su umbrela puedan realizar la fotosíntesis. La medusa Cotylorhiza tuberculata, propia del Mediterráneo y frecuente en las islas al finalizar el verano, debe, de hecho, el color anaranjado más intenso de su caperuza a estas algas zooxantelas que viven en sus tejidos y que le proporcionan, a su vez, nutrientes. Y son sus tonos anaranjados, unidos a su forma compacta y redondeada, los que han consolidado el más común de los nombres que recibe esta medusa de otoño, ya que es conocida como 'huevo frito' en varios idiomas.

Aguacuajada es otro de sus nombres populares y la denominación de 'ou frit' se alterna con el nombre de sorellera, que hace referencia al segundo ejemplo de cooperación que caracteriza a este cnidario; si es fácil verla ascendiendo en busca de la luz del sol, también lo es ver bajo sus tentáculos pequeños grupos de alevines de peces. Estos juveniles encuentran protección bajo el paraguas de la medusa.

Por otra parte, el hecho de que sea precisamente a finales de verano cuando esta medusa sea más frecuente en el litoral se explica por un ciclo de vida anual muy unido a la temperatura. El animal pasa por una fase de pólipo (forma en la que el organismo está fijo en el sustrato) y –según explica Laura Prieto, investigadora del Instituto de Ciencia Marinas de Andalucía (Icman-CSIC)– «el momento de la transformación a la fase en la que habita en la columna de agua lo marca la temperatura del agua, que tiene que subir por encima de los 18.5 grados centígrados. Por eso, si la temperatura es más cálida en primavera, vemos a las medusas adultas antes».

Cambios de temperatura

Laura Prieto es una de las investigadoras que, en el año 2010, realizaron, precisamente, un estudio sobre los efectos de los cambios de temperatura en las fases del cnidario Cotylorhiza tuberculata. Junto a los científicos Diana Astorga, Gabriel Navarro y Javier Ruiz. Y en el artículo que sobre esta investigación se publicó puede leerse, a modo de conclusión, que «inviernos más suaves y veranos más cálidos llevarán a que las floraciones de esta medusa sean cada vez más recurrentes en el mar Mediterráneo».

Es decir, aplicando los resultados al marco de escenarios climáticos futuros, los investigadores prevén un posible aumento de la presencia de estas medusas por el calentamiento global. De hecho, el estudio estaba pensado para explicar los brotes de aguacuajadas que ya se han registrado en el Mar Menor.

«Las etapas tempranas de la vida de Cotylorhiza tuberculata no son sensibles a las variaciones de salinidad o la disponibilidad de luz o nutrientes. Sin embargo, la temperatura controla críticamente la supervivencia de los pólipos y la estrobilación. Las bajas temperaturas implican una reducción de la supervivencia de los pólipos durante el invierno. El calentamiento brusco del agua durante la primavera desencadena la estrobilación y, por lo tanto, el inicio de la fase medusa del ciclo de vida». Así se resume en el artículo. El término estrobilación hace referencia a la forma de reproducción de la medusa.

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