Fiesta multitudinaria en la plaza de Espanya

El botellón se impone en la primera noche de la Mercè

Unos 15.000 jóvenes, según la Guardia Urbana, se congregan en la avenida Maria Cristina y la plaza de Espanya, frente al vacunódromo de La Fira

La gran mayoría de los asistentes a las fiestas eran menores de 20 años y justifican el encuentro por "necesidad social"

Botellón en la plaza de Espanya

Botellón en la plaza de Espanya / Jordi Otix

Elisenda Colell

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El plan municipal para atajar las fiestas prohibidas al aire libre ha hecho aguas la primera noche de las fiestas de La Mercè. Cientos de jóvenes -en torno a 15.000, según la Guardia Urbana de Barcelona- se han congregado en varios puntos de la ciudad para beber y bailar hasta altas horas de la madrugada de este viernes. El más multitudinario ha sido en la avenida de Maria Cristina y la plaza de Espanya, donde los chicos incluso han impedido la circulación de los vehículos y han lanzado botellas, vasos y alcohol en la vía pública desde las 11 de la noche. Muchos de los 'fiesteros' eran menores de edad y justificaban el encuentro por "necesidad social". Avisan de que los macrobotellones se van a repetir cada noche hasta el domingo. "Los mayores harían lo mismo", dicen.

Botellón en la plaza de Espanya, la madrugada de este viernes.

Con una mano sujeta una botella de ron y con la otra el teléfono móvil. Cecilia tiene 17 años, estudia segundo de bachillerato y vive con sus padres en un piso del Eixample de Barcelona. "¿Que por qué estoy aquí de fiesta? Para no volverme loca. Haremos lo que haga falta para salir de fiesta, la pandemia nos ha jodido pero bien", se justifica. Ella es una de los cientos de chavales que, desde las 11 de la noche hasta más allá de las cinco de la madrugada han llenado plaza de Espanya sin respetar las medidas de seguridad por la pandemia del coronavirus. "Me encerré con 15 años, aún no he podido pisar una discoteca. Me han diagnosticado una depresión y he estado en la mierda", prosigue. Cuenta que tuvo que convivir con la separación de sus padres durante el confinamiento, y que ha perdido el apetito y la confianza con su cuerpo. "Estamos todos así, el 90% de las chicas de mi instituto están vomitando para no engordar", agrega Anel, su compañera.

Cecilia (17 años): "¿Que por qué estoy aquí de fiesta? Para no volverme loca. Haremos lo que haga falta para salir de fiesta, la pandemia nos ha jodido pero bien"

El relato de Cecilia es muy similar al de muchos de los presentes en la fiesta. Con altavoces caseros bailan las letras Bad Gyal, C Tangana o J Balvin mientras beben vodka, ginebra o ron. Apenas se dan cuenta de los carteles que indican que, a pocos metros, está el vacunódromo de Catalunya donde más dosis se han inyectado. "Pasar dos años en pandemia es una mierda. La liamos porque lo necesitamos", dice Pol, un chico que cumplió los 16 años el día después de que Pedro Sánchez anunciara el toque de queda. "Nunca en mi vida he ido a una discoteca, y esta es la forma de hacerse mayor", critica Joana, una barcelonesa de 17 años. "Nos han dicho que nos vacunemos, lo hemos hecho, y ¿ahora no podemos salir de fiesta? Venga ya!", exclama Paula, que, precisa, tiene 17 años y medio mientras sujeta un vaso de ginebra rosa.

Impotencia policial

El encuentro ya se había convocado días antes en las redes sociales. Y a pesar del plan policial para combatirlo, el macrobotellón ha sido una realidad ante los ojos, atónitos y decaídos, de muchos agentes de los Mossos y la Guardia Urbana. Apenas se les ha visto en el lugar. El único intento de disolverles ha sido a la una de la madrugada, cuando la Guardia Urbana ha intentado expulsar a los participantes conduciendo seis furgonetas. Lejos de irse, los chicos han cruzado la rotonda de la plaza de Espanya, y se han parapetado en la fuente. "Somos demasiados, no pueden con nosotros", gritaba eufórica Cris, estudiante de Derecho con 18 años recién cumplidos. Mucho han ocupado las aceras de la Gran Vía, e incluso se han sentado sobre el cemento a beber, bailar y a tirar botellas en la calzada, impidiendo y dificultando el tráfico. Incluso alguno ha bailado encima de los taxis en movimiento.

Como en un videojuego

Pero la plaza de Espanya no ha sido el único enclave de los botellones en la ciudad este jueves. La plaza del Macba, en el Raval, también ha estado repleta. A la una de la madrugada Mariona, Carla, Álvaro y Alba beben alcohol y bailan sin parar en un corrillo. Tienen de 19 a 21 años y viven en Santa Coloma de Gramenet, Castelldefels y Calafell. "Si algo me ha enseñado el covid es que la vida son dos días. A mí me gusta salir, conocer a gente... y llevo tanto tiempo sin poder hacerlo, y si puedo, lo haré", dice Álvaro. "Esto de que nos persiga la poli tiene algo de divertido, es como estar en un videojuego, es el cuento del gato y el ratón", bromea Carla. "Estoy un poco cansado de que nos critiquen por estar aquí de fiesta: los que son mayores, si ahora tuvieran nuestra edad, estarían igual que nosotros", añade Álvaro. A la una, los trabajadores del servicio municipal de limpieza comentan que no deben lanzar manguerazos hasta las cuatro de la madrugada.

Álvaro: "Los mayores, si ahora tuvieran nuestra edad, estarían igual que nosotros"

Hasta 200 euros en la discoteca

Sin embargo, en la playa de la Barceloneta el ambiente ha sido otro. La arena estaba desierta. No pasaba lo mismo en la zona marítima de la Vila Olímpica, donde las discotecas pudieron abrir sus terrazas hasta las tres de al madrugada. Algunos llegaron a pagar hasta 200 euros para revivir una noche de música sin mascarillas. Un precio que no está al alcance de todo el mundo. "A mí si me abres el Apollo no me quedo aquí", sugería Joan Marc desde la avenida de Maria Cristina, harto de las restricciones del Procicat. Silvia, una chica de 21 años que trabaja como administrativa en un CAP de Badalona, asumía que lo que hacía no estaba bien. "Es que estoy harta de ver pacientes con ansiedad, necesitamos espacios de descompresión", razona. Mientras, y durante toda la noche, sus compañeros del Sistema de Emergències Mèdiques (SEM) no han parado de atender a jóvenes en estado ebrio. Los sanitarios, los únicos que llevaban mascarilla.

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