Clima

Cauces mal conservados y el exceso de ladrillo amplifican las gotas frías

Los expertos señalan que la mala planificación urbanística y la proliferación de cañas en los cauces ponen en jaque las zonas inundables

Barranco de Vinaròs tras la última DANA que azotó a la localidad castellonense.

Barranco de Vinaròs tras la última DANA que azotó a la localidad castellonense. / LEVANTE-EMV

J.B.R/P.G.

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Se estima, según cálculos de la Conselleria de Política Territorial, que 600.000 valencianos viven en zonas inundables. En un escenario de cambio climático donde las precipitaciones van a ser cada vez más intensas y con mayor frecuencia, como dibujaba la semana pasada Aemet tras la reciente DANA, cobra especial importancia el estado en el que se encuentras estas zonas vulnerables al agua, ya sea barrancos naturales o urbanizados.

A juicio de los expertos, los dos grandes peligros para la población serían el mal estado de los primeros, con vegetación desbocada y cañas que colapsan los cauces, y la amenaza soterrada que suponen aquellos antiguos cauces hoy convertidos en calles, jardines o incluso edificaciones.

Alicante es la provincia más vulnerable del territorio valenciano, solo en la Vega Baja cien mil personas viven con este problema-, pero las últimas lluvias torrenciales también han dejado zonas muy castigadas por la lluvia en el interior y el norte de la provincia de Castelló como Vinaròs.

Avisar a los ciudadanos

«Cada vez que hay una alerta de posibles lluvias torrenciales es muy importante advertir a la población de que vive en zonas inundables del peligro que corren. En gran parte de los casos lo aconsejable es evitar estas zonas», explica Samuel Biener, geógrafo y especialista en meteorología del portal Meteored.

Biener considera que los antiguos barrancos, ramblas y ríos desaparecidos bajo la descontrolada urbanización, han dejado un importante mapa de escenarios con clara amenaza para las personas.

«Muchas veces no somos conscientes de la gran cantidad de espacios inundables urbanizados que existe, sobre todo en las zonas de litoral», señala el especialista, que recuerda que muchas ramblas, albuferas o marjales han desaparecido víctimas de la acción depredadora del ladrillo.

El reciente episodio vivido en Vinaròs, Benicarló y el sur de la provincia de Tarragona también ha dejado innumerables ejemplos de un urbanismo mal planificado.

Zonas por debajo del nivel del mar

«Son espacios situados por debajo del nivel del mal que se vuelven imprevisibles con grandes cantidades de agua. A veces no hacen falta ni siquiera que se llegue a los 200 litros de una DANA, sino que con 50 o 60 litros en media hora ya colapsa la red de alcantarillado», asegura Biener, con ejemplos constantes, por ejemplo, en la zona del Marítim de València o la zona del Saladar de Dénia.

Pero el peligro también acecha en aquellas zonas naturales que no presentan un cuidado adecuado. Se acerca el otoño y muchos expertos señalan que que el riesgo de sufrir inundaciones por gota fría es muy elevado. Desde el sindicato agrario Asaja han puesto la voz de alarma en la «dejadez y el abandono absoluto» del último tramo del Segura en su desembocadura, donde las cañas, la broza y el lodo taponan por completo el tramo viejo del río.

Los agricultores denuncian que la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) no haya contemplado ni una sola actuación ni presupuesto para el mantenimiento de lo que supone la salida de emergencia natural de las aguas de la Vega Baja y del río, donde desaguan seis azarbes.

Ante la llegada de tiempo inestable en la zona y del calentamiento del agua del Mediterráneo en estos momentos, Asaja alerta de un desastre humano y material tan grave como el ocurrido durante las lluvias torrenciales de la DANA del año 2019, donde se produjeron seis pérdidas humanas. En muchas localidades la proliferación del cañaveral en cauces, barrancos y ramblas se ha convertido durante los últimos años en un peligro añadido.

Las cañas son una especie vegetal invasora que, en caso de lluvias torrenciales, actúan como diques de todos los residuos que terminan depositándose en los cauces. «Se convierten en un tapón natural de barrancos y ramblas que bloquea el paso del agua en puentes y canalizaciones, lo que da lugar a inundaciones y riadas. Tanto las basuras -desde colchones hasta frigoríficos pasando por sillones- como la biomasa y necromasa de las especies exóticas se convierten en el verdadero riesgo de las avenidas que sufrimos en esta provincia tan abrupta», explica la experta Ana Campo.

La caña se introdujo por sus utilidades en la agricultura y la construcción. Pero con la irrupción en el mercado de nuevos materiales ha dejado de utilizarse propiciando así su proliferación en cauces y ramblas.

«Un problema sobrevenido al que se suma que la Administración apenas está invirtiendo dinero en la restauración de los barrancos y que cada vez es más difícil encontrar personal especializado en estas tareas», añade.

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