Código de colores

Así funciona el nuevo semáforo nutritivo de los alimentos

La leche compartirá nota, la B verde clara, con un refresco sin azúcar

Una empleada de un Eroski muestra dos productos con diferente nota. R. GROBAS

Una empleada de un Eroski muestra dos productos con diferente nota. R. GROBAS

Ana Rodríguez

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El nuevo etiquetado nutritivo de los alimentos que se implantará en España entre septiembre y diciembre funciona como un semáforo de cinco letras y colores que califica los productos envasados según sean más o menos saludables. La escala otorga una A de color verde oscuro a la mejor opción y una D roja a la que debe evitarse, pasando por la B, C y D como alternativas intermedias ordenadas de mayor a menor calidad nutritiva.

El objetivo es que el consumidor pueda comparar de una forma rápida, clara y sencilla alimentos de la misma categoría con solo mirar la etiqueta frontal que llevan los productos y sin tener que acudir a la información nutricional más extensa que aparece en letras a veces demasiado pequeñas y difíciles de leer, ya que no tienen por qué superar el 1,2, una medida ilegible para algunas personas.

Este sistema, que ya funciona en otros países como Francia o Bélgica y de manera voluntaria ya ha sido implementado en España por algunas marcas y cadenas de supermercados, da respuesta a la voluntad expresada en 2011 por la Unión Europea de facilitar una información nutricional más clara e intuitiva. Se trata de que al acercarse a la estantería de un supermercado el consumidor pueda identificar de un vistazo el alimento que más le conviene.

El mecanismo que emplea Nutriscore tiene en cuenta las cantidades de nutrientes saludables y no saludables, restándole los primeros a los últimos para otorgar la calificación final a los productos envasados en una etiqueta con la banda de colores y letras. Puntos negativos que restan en el cálculo final son calorías, grasas saturadas, azúcares y sodio, mientras que los aspectos que suman como beneficiosos son la proporción de verduras, frutas y nueces, aceite de oliva y colza, fibras y proteínas.

Este etiquetado frontal solo se emplea en productos procesados envasados. Quedarían exentos los productos frescos (frutas, verduras, legumbres, carnes y pescados), los que tienen solo un ingrediente en su composición (vinagre, miel, etc., siempre que o estén procesados), café, té, infusiones de hierbas o frutas, alientos directamente suministrados por el fabricante o tiendas minoristas en pequeñas cantidades (como los platos preparados), comestibles que se venden en envases de menos de 25 cm2 (chocolatinas, bollitos, barras de cereales,…) y bebidas alcohólicas.

Los cálculos se realizan por cada 100 gramos o mililitros, una medida aplaudida por organizaciones de consumidores como la OCU frente a la propuesta de la industria alimentaria de realizarlo por ración.

Teniendo en cuenta que este semáforo sirve para comparar alimentos de la misma categoría y que la población en general sabe diferenciar el valor nutritivo y la calidad saludable de un brécol frente a una pizza, sí cabe esperar que determinados grupos productos se sitúen en la franja más cercana al verde y otros en el extremo contrario marcado con una D roja. Así, según indica la OCU en uno de sus informes, al comprar un gazpacho o cualquier crema de verduras que se distingue por su alto contenido en frutas y verduras nos deberíamos encontrar con una A en verde oscuro, a no ser que su aporte de sal añadida sea excesivo. En el grupo B deberían estar las leches, los cereales de desayuno tipo muesli integral con frutas y sin azúcares, pero también los refrescos sin azúcar. Yogures de sabores, néctares de fruta y muchos de ellos cereales envasados deberían de obtener una nota C normalmente por los azúcares añadidos y la sal que se le pone para intensificar su sabor. En el peor extremo, con una D o una E y color naranja o rojo deberían estar productos de bollería industrial, aperitivos, embutidos, platos preparados y otros comestibles cuya composición nutricional sea poca saludable, tanto por exceso de azúcar, de grasas saturadas o de sal. So alimentos cuya ingesta hay que limitar al máximo.

La aplicación de esta norma, que el Gobierno ha anunciado que implantará por decreto entre septiembre y diciembre, ha venido precedida de cierta polémica y opiniones enfrentadas entre organizaciones de consumidores, industria alimentaria e incluso científicos. Una de las protestas más sonoras vino de la mano de los productores de aceite de oliva, producto que este etiquetado iguala al de otras semillas como colza o nuez. Y es que el algoritmo no diferencia si alguno de los tres tiene más propiedades que los otros ni puntúa más por ser virgen o virgen extra. Cuando se comenzó a desarrollar este sistema, el aceite de oliva obtenía un suspenso, una D, si bien una revisión posterior a instancias del Ministerio de Sanidad español se le otorgó una C.

Desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) se considera que Nutriscore es un gran punto de partida, pero mejorable. Proponen extender el código cromático del “semáforo” la información nutricional más detallada que aparece en la parte trasera de los envases, tener en cuenta el ultraprocesado de los productos como aspecto de penalización y valorar negativamente la presencia de determinados aditivos como los edulcorantes, de modo que se evite la paradoja de que un refresco sin azúcar pero con aditivos obtenga una nota B, la misma que la leche.

El sistema de etiquetado cromático Nutriscore ha sido desarrollado por un equipo de investigación sobre nutrición pública francés y se basa en la puntuación nutricional de la FSA creada por la Food Standards Agency del Reino Unido.

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