Violencia juvenil
La queja policial: “Sale más barato pegar a un agente que aparcar mal”
Mossos, ertzainas, policías locales y nacionales exigen un endurecimiento de la pena por atentado contra la autoridad
Juan José Fernández
Redactor Jefe
Reportero.
Profesor en el Master de Periodismo Avanzado – Reporterismo de la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna (Universitat Ramon Llull).
Diplomado por el CESEDEN en Altos Estudios de la Defensa Nacional.
Fue jefe de Información y reportajes y jefe de Redacción de la revista Interviú durante 19 años.
“Si aparcas mal en el Paseo de Gràcia, la grúa se llevará tu coche y el Ayuntamiento de Barcelona te cobrará 173 euros por la retirada del vehículo, más la multa por aparcar mal, que será de entre 100 y 200 euros. Si en la misma acera te resistes y pegas a un policía y le causas lesiones leves, te pueden caer seis meses de prisión que no cumplirás y seis euros de multa diaria por 30 días. Sale más barato agredir a un policía que aparcar mal”. Lo explica el mosso d’Esquadra con experiencia en unidades antidisturbios Toni Castejón, portavoz del sindicato de seguridad pública Fepol.
Y esa, creen muchos de sus compañeros de diversos cuerpos, es una de las bases para el repunte de violencia protagonizada por jóvenes.
Pedro Agudo, el jefe de Policía Judicial de A Coruña que ha investigado el asesinato de Samuel Luiz por un grupo de jóvenes homófobos, que hay un antes y un después en materia de violencia juvenil con este crimen. En este caso, el agresor principal quería “borrar a Samuel de su vista”, ha explicado en rueda de prensa.
Pero tanto él como los bárbaros que lo secundaron carecían de antecedentes penales, y la pandilla no venía delinquiendo durante años como en el caso de Amorebieta (Vizcaya), donde los ‘Hermanos del koala’ han puesto al borde de la muerte a otro joven a botellazos y patadas.
“Los compañeros están asombrados con la violencia extrema que se está viendo –explica Castejón-, y la agresividad con que se encaran con la policía”. La información que le llega le permite augurar que este año los casos de atentado contra agentes de la autoridad crecerán “un 70 u 80% en la estadística”.
Mirar a la espalda
El primer agresor de Samuel Luiz quería “borrarlo” por ser gay. El joven cargado de odio, capaz de patear la cabeza de su víctima durante minutos sin parar, es una nueva figura que antes no menudeaba en los botellones. En este panorama afloran otros riesgos nuevos, como el llamado técnicamente “agresor oportunista”, aquel que en segundo plano de la reyerta aprovecha la confusión para meter la mano, o el cuchillo.
Y en ocasiones la víctima es un policía que se ha quedado aislado cuando disolvían una fiesta ilegal. “Por primera vez, cuando me acerco a un botellón hago lo posible para cubrir la espalda”, dice Julio Martín, veterano de la Policía Local en el extrarradio de Madrid.
Los botellones empiezan a ser territorio comanche. En Euskadi, el principal sindicato de la Ertzaintza, ErNE, ha pedido una “unidad específica” en la policía vasca para controlar grupos juveniles violentos. “Lo pedimos no solo nosotros: también la fiscalía”, explica el ertzaina Roberto Seijo, portavoz de ErNE.
Desde Bilbao comparten la opinión de que en el origen del problema está la pena por atentado contra la autoridad. “¡Es que ven no pasa nada! -protesta Seijo-. La impunidad es un disparate, porque debilita el Estado de Derecho; solo puede ir a peor. Ahora llevamos tres meses horribles”.
“En el caso de Catalunya, las denuncias por desórdenes públicos han crecido más de un 30% y los delitos de atentado y resistencia se han duplicado”, denuncia Carlos Morales, portavoz de Sindicato Unificado de Policía (SUP), con mayoría de afiliados de la Policía Nacional.
Pero en el caso catalán, como en el vasco o en el de Madrid, ninguna fuente sueña con unidades específicas de seguimiento a cuadrillas juveniles violentas: “Si en Catalunya no hay efectivos para cubrir toda la seguridad ciudadana, imagínese para crear unidades especiales”, dice el mosso Castejón.
Líder y manada
No hay efectivos, ni tiempo para discriminar en una algarada a los tres papeles que las fuentes policiales consultadas identifican en los brotes violentos de los botellones: el líder, el incitador y la manada.
Cuenta un agente de seguridad ciudadana de la comisaría vizcaína de la Ertzaintza en Erandio que entre esos líderes “se ha puesto de moda correr a los policías, como si estuvieran en un encierro, y tirar botellas a los coches policiales”.
“No podemos acudir con proporción suficiente de efectivos –tercia su colega Seijo- si en todo Santutxu –barrio animado de Bilbao- hay una patrulla para 50.000 habitantes”. El Ayuntamiento bilbaíno ha llamado a refuerzos de su policía local, a 220 euros por patrulla extra.
“Lo peor de esta nueva violencia es que muchas veces no hay lógica, ni proporcionalidad ni nada. Lo que ha pasado en A Coruña o en Amorebieta puede pasar en Madrid o en L’Hospitalet –advierte Toni Castejón-: un mal día te cruzas con una banda de estas y puedes acabar muerto”.
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