Reyertas y ataques grupales

Interior cambiará la estrategia policial ante la violencia juvenil

La secretaría de Estado de Seguridad prepara una modificación del protocolo para atajar delitos de odio entre jóvenes

VÍDEO: De las peleas multitudinarias al atentado contra la autoridad

Violencia juvenil

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Juan José Fernández

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El Ministerio del Interior cambiará el protocolo de abordaje policial de la violencia juvenil con que se están encontrando las patrullas de seguridad ciudadana con intensidad creciente desde este invierno. Un conjunto renovado de reglas para proceder estará listo, confirman fuentes del departamento de Fernando Grande-Marlaska, para septiembre u octubre próximos.

La Dirección General de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad renovará el vigente 'Plan de actuación y coordinación policial contra grupos organizados y violentos de carácter juvenil', del que fuentes ministeriales admiten que está “totalmente  desfasado”. La Secretaría de Estado “está revisándolo y sometiéndolo a una reforma integral para actualizarlo”, confirman esas fuentes.

Violencia juvenil

El nuevo protocolo indicará a los policías nacionales y guardias civiles –así como a las guardias urbanas que lo adopten- incrementar la prevención mediante la vigilancia de grupos de jóvenes susceptibles de empeorar en sus peleas, e incidirá en la detección de motivos de odio y de discriminación en los ataques tumultuarios a personas.

Como adelanto de la reforma, los agentes de Interior que patrullan las calles ya tienen una instrucción indicándoles que, en casos de violencia juvenil, modifiquen los actuales atestados y actas policiales para añadir un epígrafe con las señales que hayan podido detectar de la existencia de un delito de odio. “A menudo, bajo lo que parece una simple reyerta hay odio racial, político o discriminación sexual”, comenta una fuente cercana a los trabajos.

Enfoque anticuado

La reforma de la estrategia contra la violencia juvenil coincide en el tiempo con la acumulación de sucesos de en este campo, aunque las fuentes consultadas aseguran que se venía trabajando antes.

Al ataque mortal que una veintena de jóvenes contra el coruñés Samuel Luiz por ser gay, en la madrugada del pasado 3 de julio, y a la paliza que una banda de Amorebieta (Vizcaya) propinó el 25 de julio al joven Alexandru Ionita, que se debate entre la vida y la muerte, les ha precedido desde comienzos de año un rosario de incidentes contra chavales y agentes policiales en botellones y fiestas en puntos muy diversos: Madrid, Barcelona, A Coruña, Badalona, Fuengirola, Amorebieta, Marbella, Villabona, Bilbao, Burgos…

Los expertos de Interior diferencian la delincuencia juvenil de la violencia juvenil, dos fenómenos distintos. El primero, generalmente de bandas organizadas y conectado con los robos, la extorsión, la violación o el narcotráfico, es más previsible que el segundo, que estalla de repente en parques y áreas de botellones, "sin razón ni causa, más o menos a las dos horas de comenzar la fiesta", refiere desde Valencia un mando policial intermedio.

Hasta el ministerio llegan las advertencias de los policías de a pie, asombrados por la extrema violencia que detectan: “Lo que antes eran unos agarrones en el parque ahora son fácilmente patadas en la cabeza a una víctima en el suelo”, explica la fuente valenciana.

Amigos de Samuel piden justicia para el joven en una manifiestación  en A Coruña.

Amigos de Samuel piden justicia para el joven en una manifiestación en A Coruña. / CARLOS PARDELLAS

El actual protocolo data de 2014 y fue elaborado por un grupo de trabajo sobre las experiencias operativas de guardias y policías. Ahora participan también dos fiscales de menores, y la Fiscalía Delegada contra los Delitos de Odio y Discriminación. El protocolo de 2014 es prórroga de otro de 2013, elaborado por el entonces secretario de Estado, Francisco Martínez.

Hasta ahora, el protocolo de Interior sigue considerando la violencia juvenil como un fenómeno enmarcado rígidamente en el mundo de los ultras del fútbol, grupos de ultraderecha y extrema izquierda y el control de barrios de bandas de hijos de la inmigración, por nacionalidades, en su mayoría latinas. Pero ya no es así. El ataque del grupo ‘Hermanos del koala’ en Amorebieta es un caso ilustrativo de lo obsoleto del enfoque. Durante cuatro años habían dado palizas en la localidad vizcaína, hasta el trágico último botellazo. El colectivo tiene menores y mayores de edad; no es una banda clásica organizada para delinquir, pero delinque repetidamente; no hay motivación deportiva detrás de la cuadrilla, ni ninguna formación política radical; y en ella conviven jóvenes latinos y muchachos vascos.

No más agentes, pero sí más autoridad

Desde el invierno pasado los sindicatos de diversos cuerpos policiales claman por un aumento de efectivos para intervenir en botellones o peleas juveniles callejeras. “Vamos en cuadro, un binomio, y nos terminan pegando”, resume un ertzaina de la comisaría de Erandio (Vizcaya) que constata con sus compañeros cómo los jóvenes en pandilla se encaran cada vez más contundentemente. Su sindicato principal, ErNE, ha denunciado que en un fin de semana en Euskadi se celebran 400 botellones y hay 150 patrullas… para toda la seguridad pública. El esquema no es solo vasco, asegura Carlos Morales, del Sindicato Unificado de Policía: "Faltan medios en toda España".

El protocolo de Interior no prevé, de momento, un aumento de efectivos. “El modelo de despliegue de Policía y Guardia Civil en parejas no da problemas, porque estos cuerpos llaman rápidamente  a refuerzos si es

“Antes lo normal eran cuatro o seis pegándose y los demás jaleándolos o grabando con el móvil; ahora se ven grupos más grandes corriéndose a golpes”, relatan desde la Policía Local de Valencia

necesario”, relata una fuente ministerial.

A lo que sí se hace receptivo el departamento es a la queja de policías, guardias, mossos, ertzainas y urbanos de a pie, deplorando una baja consideración penal del atentado contra la autoridad. Siendo cada vez más graves las agresiones a los agentes, especialmente en botellones, Interior enviará a Justicia una recomendación para reformar en el Código Penal el castigo. “Eso implica cambios legislativos, y excede nuestra competencia”, resumen las mismas fuentes.

Más púgiles y más golpes

Dos diferencias advierten los agentes consultados entre la actual violencia protagonizada por grupos de jóvenes y otros casos de antes de la pandemia. La primera: ahora se trata de una violencia más grupal que en el pasado. “Antes lo normal eran cuatro o seis pegándose y los demás jaleándolos o grabando con el móvil; ahora se ven grupos más grandes corriéndose a golpes”, relatan desde la Policía Local de Valencia. La otra diferencia es la extrema gravedad de las reyertas de jóvenes “Los botellazos y las patadas a la cabeza de una víctima escogida de repente, solo porque cae mal, porque dice algo o porque pasa por ahí, son la orden del día -comenta Julio Martín, guardia municipal con 12 años de servicio en el extrarradio de Madrid-, y en una pelea es mucho más posible que antes que aparezcan machetes, que son fáciles de comprar en tiendas de militaria”. Su precio: de 25 a 80 euros, según tamaño.

Pasará tiempo antes de que un diagnóstico de psicología social explique lo que todas las fuentes policiales consultadas ven como repunte de violencia juvenil este año. Esas fuentes coinciden en señalar que estos picos de violencia entre los jóvenes son recurrentes, se repiten por épocas. Y no rechazan la posibilidad de que este verano problemático en los botellones sea fruto de la rabia contenida en la pandemia, el mismo agotamiento psicológico que llevaba a grupos de jóvenes en marzo pasado a incendiar contenedores y huir en diversas ciudades cuando el Gobierno decretó el confinamiento por zonas.

La estadística no refrenda su sensación… de momento. Aún están por conocerse todos los datos de delincuencia del verano de 2020 al de 2021. En 2019, Interior anotó 3.540 delitos contra las personas con resultado de lesiones cometidos por jóvenes de entre 14 y 17 años; en 2018 esos delitos habían sido 2.278. En el mismo periodo, los delitos de orden público –con su estadística muy influida por la Ley Mordaza- protagonizados por menores de edad pasaron de 627 a 777.

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