Trabajo a 40 grados

Jornaleros en lucha ante los golpes de calor en Italia

Los temporeros italianos consiguen impulsar una normativa que prohíbe el trabajo en los campos pulleses durante las horas más cálidas del día

Los trabajadores reclaman "una gran reforma ética" que evite exponer a más personas ante "condiciones climáticas extremas"

Un hombre traslada ramas de mimosa cosechadas cerca de la aldea de Seborga, en el noroeste de Italia

Un hombre traslada ramas de mimosa cosechadas cerca de la aldea de Seborga, en el noroeste de Italia / MARCO BERTORELLO (AFP)

Irene Savio

Irene Savio

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Camara Fantamadi murió el pasado 24 de junio tras haber trabajado varias horas a temperaturas de más de 40 grados en las campiñas de Brindisi, en Apulia, el tacón de la bota italiana, en plena temporada de recolección del tomates. Camara, de 27 años y originario de Mali, estaba regresando en bicicleta a su dormitorio cuando se desmayó. Según contaron sus compañeros, llamaron a una ambulancia pero ya era tarde. Su cuerpo quedó a disposición de la policía, que se puso a investigar. Sin embargo, un inesperado desenlace se produjo casi en la inmediatez: el 26 de junio, dos días antes de una concurrida protesta callejera de los temporeros, Michele Emiliano, el gobernador de Apulia, emitió una ordenanza que prohíbe hasta finales de agosto el trabajo en los campos pulleses entre 12.30 del mediodía y las 16 de la tarde. 

La lacra de la explotación de los temporeros en la Italia es, como ocurre en España, un viejo problema. Hombres y mujeres migrantes y autóctonos (la proporción es hoy, respectivamente, 60%–40%, según estimaciones aproximadas), que despiertan antes que el sol y acuden a plazas donde les recogen furgonetas para trabajar en fincas de agricultores, como último eslabón del actual sistema de la grande distribución de los alimentos. Es un polvorín social que desde los noventa ha explotado más de una vez en Italia, con revueltas de temporeros, algunos de los cuales ahora se han estructurado en grupos mayormente organizados. 

Tal como cuenta el camerunés Jean René Bilongo, exjornalero y ahora sindicalista de CGIL-FLAI, uno de los gremios detrás de las protestas que hubo en Apulia después de la muerte del joven Camara. "La decisión de Apulia es un primer paso. Pero quisiéramos que la limitación horaria se extienda a otras regiones que están en temporada de cosecha. Y, de cara al futuro, creemos que deberían crearse mecanismos para que medidas como esta entren en vigor automáticamente, evitando que se repitan las mismas situaciones una y otra vez", añade Bilongo. 

"Deberían crearse mecanismos para que medidas como esta entren en vigor automáticamente"

— Jean René Bilongo, exjornalero y sindicalista

Medidas contra las horas de calor

Primera conquista. Este verano, tras Apulia, algunas localidades de Campania y Basilicata —otras regiones donde las actividades agrícolas son intensas— adoptaron en julio medidas similares, y también decidieron impedir el trabajo en las horas de más calor. "Lo importante es que no mueran más personas", añade Bilongo, al advertir que otras peticiones son que se simplifiquen los trámites burocráticos para la regularización de los migrantes que están trabajando durante la pandemia, y se permita también que los temporeros sin documentos reciban la vacuna contra el covid-19. 

De una opinión parecida es Yvan Sagnet, otro camerunés que en 2011 organizó una de las primeras huelgas de jornaleros en los campos de Apulia. En su caso, tras años de lucha callejera, ha decidido fundar el colectivo NO CAP, que desde el año pasado intenta influir a través del ejemplo. "De la protesta pasé a la propuesta", dice, al explicar que la suya es una red de una veintena de empresas agrícolas y supermercados que le pagan seguridad social e impuestos, y dan alojamiento, a los cerca de 700 temporeros que ha empleado. 

"Es un lucha que acaba de empezar contra los que yo llamo los 'generales de la explotación', que son los grandes supermercados y las redes de distribución. Ellos son los responsables primeros de que se respeten los derechos de los jornaleros", critica Sagnet. "Las resistencias de la industria a aceptar que no se trabaje en condiciones climáticas extremas es reflejo de un problema estructural. No la quieren porque eso significaría que los productos llegaran 2 o 3 horas más tarde a la cadena de distribución y eso tiene una repercusión sobre el precio", argumenta.

"Las resistencias de la industria a aceptar que no se trabaje en condiciones climáticas extremas es reflejo de un problema estructural"

— Yvan Sagnet, temporero

Marco Omizzolo, investigador de la Universidad La Sapienza y del centro Eurispes, coincide en que hoy el colectivo de los jornaleros de Italia "es más visible y está mejor organizado, si bien también la situación de explotación laboral es todavía dramática". "Desde 2016, Italia tiene una ley que castiga la explotación de los jornaleros, pero sus frutos son aún insuficientes", lamenta el analista. 

Más crítico aún es el marfileño Aboubakar Soumahoro, coordinador de la Liga de los Temporeros, una red nacida en agosto del año pasado. Según él, se requiere de "una gran reforma ética de toda la industria alimentaria" en Italia y en la Unión Europea, para que ordenanzas como la de Apulia no sean solo un "lavado de imagen". Por ello, "la idea es entrar en contacto también con los que están en Malta, Grecia y España. Muchos jornaleros son transfronterizos, tienen los mismos problemas y, además, no logran acreditar las horas trabajadas en cada país, a efecto de su pensión. Y este es otro de los grandes problemas", dice Soumahoro. Su lucha, al parecer, ha dado un salto.