Accesibilidad

Cunit y el espíritu de 'Cocoon'

La playa de este municipio del Baix Penedès acaba de estrenar una plataforma para que las personas con movilidad reducida se puedan dar un baño. Los usuarios están encantados de la vida

Cunit o cómo convertir el mar en accesible para todos

Cunit o cómo convertir el mar en accesible para todos. /

Carlos Márquez Daniel

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Alguien podría pensar que esa actitud vivaracha es una impostura obligada por la presencia del periodista. "Son una maravilla, están siempre así, suerte que las tenemos a ellas". Sin preguntarle, una de las mujeres sentadas frente al mar, en una silla de plástico que le permite tener los pies en remojo, se emociona al hablar de ellas, sus cuidadoras, asistentes sociales, psicólogas y fisioterapeutas. Han venido a la playa de Cunit (Baix Penedès) desde la cercana Residencia Novallar sobre las diez de la mañana y se quedarán hasta la una del mediodía. El molesto viento del este no acalla ni la música ni sus ganas de estar al aire libre tras un año que ha sido un volquete de malas sensaciones. Por si eso fuera poco, se bañan en un arenal que acaba de instalar una plataforma dentro del mar para personas con movilidad reducida. Se pueden sentar bajo un toldo y bañarse como todo el mundo. La película 'Cocoon' en la vida real, y sin trampa.

Usuarios de la plataforma, disfrutando del mar hasta las rodillas

Usuarios de la plataforma, disfrutando del mar hasta las rodillas / Carlos Márquez Daniel

La plataforma se instaló a principios de junio junto a uno de los espigones que protegen la zona de las inclemencias del Mediterráneo. No se puede hablar de novedad planetaria porque Torrevieja (Alicante), el municipio que la gente de cierta edad relacionará con los premios del concurso 'Un, dos, tres', tiene una idéntica desde agosto de 2013. Otros destinos costeros, como Santa Pola, desde 2017, o Fuengirola y Dènia (2018) también disponen del invento. Todas tienen en común con Cunit que cuando uno se mete en el agua puede andar un buen rato antes de hundirse. Es una de las condiciones indispensables para poder anclar esa estructura, que tendría difícil encaje en muchas calas de la Costa Brava.

Señal de la victoria sobre el unicornio Marcelino. Mejor no se puede estar

Señal de la victoria sobre el unicornio Marcelino. Mejor no se puede estar / Carlos Márquez Daniel

El grupo de la Novallar lo forman una quincena de personas mayores y una decena de personal de apoyo. En los asientos acuáticos están Rosalía, Tomeu y María del Mar. "Esto es una maravilla, y fíjate qué sombra más estupenda. Nos van a tener que sacar a la fuerza". Sin darse cuenta, y mientras charlan y bromean, están haciendo gimnasia con las piernas, removiéndolas con el agua, y luego trabajarán el equilibrio en los cuatro metros movedizos que tienen andando hasta las sillas. María del Mar vivió durante 40 años "en aquellas casas naranjas que se ven ahí en primera línea". Bora Bora, se llama el complejo, no muy lejos, cómo no, del bar Waikiki. Cuenta, mientras chapotea, que todo esto eran campos de alcachofas que cuando llegaron provenientes de L'Hospitalet de Llobregat, la playa estaba igual, y que con su marido regentaron durante años la cafetería de la cercana estación de tren. "Básicamente trabajaba yo", aclara.

Vermut y bailoteo

No muy lejos de las 24 sillas hay un par de barandillas metálicas que se meten en el mar y que que son estupendas tanto para entrar y salir del agua como para realizar ejercicios y mejorar el equilibrio. Parecen el acceso a la plataforma, pero no, son estructuras independientes y complementarias. Cuenta el alcalde, Jaume Casañas (PDeCAT), que el concejal encargado de las playas, José Manuel Cabada (PSC), vio el montaje en el litoral de Andalucía y pensó que aquello le vendría la mar de bien a Cunit. Lo planteó al consistorio y no se hable más. El proyecto ha tenido un coste de 15.000 euros y el primer edil avanza que para el año próximo, visto el éxito de estas primeras semanas, se plantean contratar una segunda instalación. Es la primera que se coloca en Catalunya y se ha convertido en la atracción para residentes en pueblos vecinos, que ven en esta playa una oportunidad para meterse en el agua, un terreno que la edad o una lesión les había negado. "Esperábamos que fuera bien, pero la demanda y el uso ha superado cualquier previsión", sostiene Casañas.

Un poco de baile después del vermut, junto a la pasarela para entrar en el mar o realizar ejercicios

Un poco de baile después del vermut, junto a la pasarela para entrar en el mar o realizar ejercicios / Carlos Márquez Daniel

El socorrista, sito a escasos metros del lugar por si fuera necesario echar una mano, confirma el éxito de la iniciativa. "Viene mucha gente y no hay más que ver sus caras cuando entran y salen del agua". Dice que en los primeros días se dieron cuenta de que la gente en silla de ruedas lo tenía muy complicado para llegar a la orilla con tanto tramo de arena desde el paseo. Lo notificaron al consistorio y colocaron una pasarela rígida que termina a escasos metros del agua. Así han llegado muchos de los bañistas de este martes 22 de junio, que sobre el mediodía tienen cada uno su 'tupper' reciclable con el vermut: patatas, queso y fuet. "Y bebida al gusto", añade una de las que reparte los 'kits' de comida. Los que estaban en el agua regresan a la arena. Victoria tiene serios problemas de movilidad, así que las chicas de la residencia improvisan un transporte: el unicornio Marcelino, un enorme hinchable en el que se estira como si fuera Deborah Kerr esperando el beso de Burt Lancaster en 'De aquí a la eternidad'. Una vez en la arena pide que la dejen tomando el sol sobre la colchoneta. Y ahí se queda, lozana y estupenda.

Beatriz, la educadora social, elogia la iniciativa municipal, pero rompe una lanza en favor de las personas que trabajan con la tercera edad. "Esto nos facilita las cosas, es cierto, pero si no estuviera, haríamos como siempre: buscarnos la vida y conseguir que se bañen de la manera que sea". Mientras cuenta que tuvieron cierta suerte durante la pandemia en cuanto a contagios, una de las acompañantes saca un altavoz y pone música. Empieza el baile y van levantando uno a uno a los residentes para que mueva un poco el esqueleto en la medida de sus posibilidades. Llevan incluso en volandas a un residente sin piernas, una escena que sorprende al neófito pero que alegra sobremanera al implicado. Baile y playa, menudo verano.

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