Nuevos hábitos asociados al covid

Menos tinte, fervor por el aguacate y más propinas

La pandemia dispara el consumo de producto saludable, las mujeres recurren menos al color para su cabello y la gente busca casas, aunque sean pequeñas, con jardín propio

calella de palafrugell

calella de palafrugell / Carlos Márquez Daniel

Carlos Márquez Daniel

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A pie de calle apenas se notan cambios, más allá de la mascarilla, el gel hidroalcohólico o la relativa separación de mesas en las terrazas. Pero en el grano fino asoman un montón de detalles, de nuevos hábitos, de pequeñas cosas que la pandemia ha ido cambiando o moldeando. El ser humano es animal de costumbres, repetitivo y un punto miedoso. Ya sea en casa o en su lugar de veraneo. Lo podemos comprobar estos días en Palafrugell, repartidor de 'pixapins' hacia Calella, Llafranc, Begur o Tamariu. Vivimos diferente. Y también descansamos distinto.

El mercado presenta la buena entrada de todos los fines de semana. La situación es estratégica, mucho mejor que la de la Boqueria, por ejemplo. Porque está junto a la lonja de pescado, donde arriban las piezas del puerto de Palamós, y al lado de la plaza Nova, el corazón del municipio, trufado de cafés de siempre como el Centre Fraternal y de tiendas de toda la vida que maridan con alguna que otra franquicia. Otro buen lugar es el Cafè Orient, en la esquina con la callejuela de Sant Martí. Georgina atiende con una sonrisa que se intuye bajo la mascarilla. Al preguntarle sobre cómo han cambiado los clientes, primero se sorprende. Pero luego van saliendo cosas mientras no para de servir platos, cafés y bebidas que sus compañeros llevan a las mesas de fuera. Dice que ahora piden mucho más azúcar moreno que antes, y que son multitud los que evitan los vasos, porque no se fían, y piden una cañita para consumir el refresco. Ahora las de un solo uso ya están prohibidas, así que las despachan de cartón. "Y no sé qué ha pasado, pero ahora quieren mucho más pavo y aguacate que antes. ¡Voy a un pavo por semana!", bromea.

Ambiente en el mercado de Palafrugell, en un sábado del mes de marzo

Ambiente en el mercado de Palafrugell, en un sábado del mes de marzo / Carlos Márquez Daniel

Hay coincidencia en que la salud ha dado un salto entre las prioridades ciudadanas. Por eso también hay un muchos clientes que no se sientan hasta que se desinfecte la silla. "Pero en cambio, si todavía no hemos vaciado la mesa, eso les da igual". También, aporta Georgina, han subido las propinas. Y el pago con tarjeta, sobre todo a través del móvil, se ha disparado. Un efecto negativo, comenta, es que muchas personas mayores han dejado de venir a diario como solían hacer en la era precovid. "Ahora se presentan uno o dos días a la semana y ya no se quedan el rato de antes. Diez minutos para un café y se van". en cambio, muchos jóvenes de Barcelona que antes solo se pedían un bocata, ahora se pegan homenajes de ministro a base de huevos, beicon y lo que haga falta. Un 'brunch' de toda la vida que era impensable en este tipo de visitante.

Producto ecológico

La vida saludable se traduce en un mayor consumo de producto ecológico. Lo confirma Mario, de Barcelona pero venido al campo y al frente de una parada en el mercado callejero. Traen verdura de Vulpellac y de Regencós, y confirma que la gente se preocupa más que antes sobre el origen de lo que mete en su despensa. Lo adivina no solo porque compren más, que también, sino porque preguntan de dónde vienen las zanahorias o de dónde son los tomates, que tendrán hasta octubre, cuando termine la temporada local.

A pocos metros de Mario está la pastelería Serra. Enric, la cuarta generación (abrieron en 1904) dice que durante los meses más crudos del confinamiento se vendió mucho más vino de lo habitual, y que ahora, aunque la tarta 'tatin' sigue siendo el 'hit' del establecimiento, "se despachan más 'mousse' ligeras y menos dulces". También triunfan los pasteles individuales, "quizás para no tener que compartir el mismo pastel, por miedo al contagio". Lo que no ha cambiado, por fortuna, es la entrada constante de clientes de siempre, locales y de fuera, que se pasan un buen rato preguntando por un buen vino, un embutido para meterse en el bolsillo a unas visitas o un postre original que se salga de lo más manido. Tuvieron, eso sí, unas semanas de relación virtual con la clientela. Durante la semana santa repartieron monas de Pascua con la furgoneta. "Fuimos incluso hasta Barcelona". Sucedió que muchos parroquianos las vieron a través de Instagram y no quisieron faltar a su tradición de cada año.

'Les voltes' de Calella de Palafrugell, con gente paseando o disfrutando del sol en la playa, este domingo

'Les voltes' de Calella de Palafrugell, con gente paseando o disfrutando del sol en la playa / Carlos Márquez Daniel

En la calle de Sant Sebastià corta y cuida el pelo Rosa Maria, al frente de la Perruqueria Paqui, abierta por su madre en 1962. Ha notado, primero, que la gente es "menos caótica y más ordenada" a la hora de pedir hora. Y, lo más importante, ha podido comprobar que muchas mujeres "han dejado de hacerse color". Puede que el origen esté en los meses de confinamiento más crudo. Se permitía ir a la peluquería, pero lo habitual era quedarse en casa, dejar que el blanco, a determinada edad, fuera ganando terreno. Para muchas, ahí se quedó. "Y ahora se cuidan más la melena y apuestan más por la naturalidad, con tratamientos, por ejemplo, de ácido hialurónico para hidratar el cabello". Los hombres, en cambio, lo de siempre.

Jardín o terraza

No muy lejos de Rosa Maria se encuentra Fina Finques. La puerta está abierta y dentro atiende Fina Ramírez, en una casa del siglo XVIII que su padre compró hace años. Ha notado muchos cambios. El primero, que los clientes le piden "casas y no pisos, aunque sean pequeñas, pero que tengan espacio exterior". Y si tienen que ser apartamentos, "que tengan terraza, que no balcón, y que no tengan zonas comunitarias muy grandes". El deseo de intimidad, de alejarse de la muchedumbre, se ha notado también en la creciente demanda de fincas en las zonas interiores. Cerca de la playa, pero a una distancia prudencial. Por seguridad. También se ha encontrado con mucha gente de la zona de toda la vida que, por necesidad, han puesto su propio piso, que es su primera y única vivienda, en alquiler. "Es gente que no lo había hecho nunca pero que por la pandemia necesita un extra". Luego están los jubilados de las grandes ciudades que han convertido la Costa Brava en su primera residencia mientras que el piso de Barcelona o Terrassa o Sabadell es ahora su segunda opción. Y luego está el grueso de clientes "con muchas dudas". "Porque no saben cómo evolucionará la pandemia y no se atreven a dar el paso". Lo cierto es que eso es algo que no sabe nadie.

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