"La vacuna es el último de mis problemas"

Un grupo de madres vulnerables comparten las dificultades que viven mientras llegan los sanitarios para inmunizarlas contra el covid

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A1-117388235.jpg / JORDI OTIX

Elisenda Colell

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No les espera un viaje con amigos ni una fiesta multitudinaria, y mucho menos un verano seguro a la vista. Allí seguirán, conviviendo en una habitación diminuta y esperando en la cola del hambre para alimentar a sus pequeños. "La vacuna es el último de nuestros problemas", dicen Camila, Nissa y Liseth, tres madres con sus bebés en brazos que hoy han acudido a vacunarse en el espacio de crianza infantil de Càritas de Cornellà de Llobregat (Baix Llobregat). No saben cómo funciona el sistema 'La Meva Salut', ninguna tiene internet en casa para pedir cita, incluso lejos de su comarca. Hasta que los equipos sanitarios se presentan en sus casas para invitarles a vacunarse. El pinchazo les devuelve el ánimo para recuperar la normalidad y el trabajo mientras los sanitarios les explican qué es la inmunidad de rebaño

Camil se quedó embarazada principios del 2020, cuando trabajaba en Madrid como interna en una casa limpiando y cuidando ancianos. No tiene papeles y su marido, tampoco. En el inicio de la pandemia se mudó a Cornellà. "Vivíamos en una habitación llena de humedades donde solo cabía una cama. La casera no nos quiso empadronar", cuenta Camil, 24 años hondureños, mientras balancea a su pequeña de cuatro meses. "Sin padrón no podía recibir ningún control médico del embarazo, jamás me atendieron". Sin embargo, ingresó varias veces en el Hospital Sant Joan de Déu. "Mi marido y yo nos quedamos sin trabajo y no teníamos nada que comer. Dejamos de pagar el piso y no podíamos ir a pedir alimentos por no tener el empadronamiento. Así que pasé muchos días sin comer, y me daban bajones y muchos desmayos", explica. Su suerte cambió cuatro meses antes de dar a luz: encontraron otro 'domicilio' y la nueva casera sí les facilitó a fijar domicilio. "A partir de aquí todo cambió, y la pequeña salió bien.

Efectos secundarios

Esta es una de tantas historias de mujeres que acuden al espacio de crianza familiar en Càritas. Como la de la peruana Nissa, 24 años, madre de una niña. "Me daba miedo vacunarme porque no sabía con quien dejar a mi hija si yo tenía efectos secundarios". Al fin, Lola Mañas, la educadora social de Càritas, le ofreció atender a la criatura si le subía la fiebre posvacuna. "No tengo pareja, mis padres están en Lima, si no me hubieran dado esa opción no me vacunaría", dice. Nissa también ha perdido el empleo como canguro de niños y ancianos. "Esperemos que en septiembre pueda dejar a la niña a la guardería", implora. "Si no, no sé como voy a trabajar ni comer", agrega.

A Denia, hondureña del barrio de Sant Ildefons, le ha costado muchísimo tramitar la matrícula de la guardería para su pequeño Ian. "Confío en poder pagarla", comenta mientras recuerda los 400 euros que gana su pareja, empleado en una obra sin contrato ni seguro ella. Entre vacunas llega también el relato de otra madre vulnerable: Maria Isabel recuerda cómo siguió trabajando sin decir que estaba embarazada para no perder el trabajo de cuidadora. "Si la señora se entera me hubiera despedido".

Piso ilegal

Liseth, también peruana sin papeles, asume que vive de okupa, aunque paga 300 euros a la persona que le deja vivir en una habitación compartida. Hace un año, cuando estaba embarazada, vivía en un con una decena de personas. "Ocho personas se contagiaron de coronavirus y la casera les echó del piso", recuerda. Ella se hizo el PCR y le salió negativo. "El problema es el precio. Yo no podré pagar 400 ni 500 euros por habitación que es lo que se cobran por un piso legal, y además muchos te dicen que no porque los niños lloran y molestan", explica. Está empadronada, pero le sirve de poco. "Llevo desde enero esperando que el trabajador social me atienda", cuenta. Por suerte, Càritas le facilita comida cada mes. ¿Y os llega para todo el mes? "No, como máximo dos semanas", cuentan varias mujeres al unísono.

Una enfermera tiene preparadas vacunas Jansen para una decena de mujeres. Dos no se han presentado. Al resto, les explica cómo funciona la aplicación 'La Meva Salut' y ellas les recuerdan que en casa no tienen internet y que la que necesitan saber usar es la de la Seguridad Social, para tramitar los papeles o el ingreso mínimo vital. Tras la sesión, en fila india, salen todas del espacio familiar con la tirita enganchada en el brazo. Ya están vacunadas. Sus preocupaciones no se han disipado.

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