Crisis sanitaria

China supera los mil millones de vacunados y avanza hacia la inmunidad de rebaño

Según las autoridades sanitarias del país, la cifra supone casi el 40% de los inmunizados de todo el mundo

Dos médicos en la puerta de un hospital chino.

Dos médicos en la puerta de un hospital chino. / Thomas Peter

Adrián Foncillas

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China avanza hacia la inmunidad de rebaño a zancadas. Este fin de semana cruzó el umbral psicológico de los mil millones de vacunados, según la Comisión Nacional de Salud, que suponen casi el 40% de todos los del mundo. No es una hazaña despreciable si tenemos en cuenta que emprendió las campañas masivas apenas tres meses atrás. Es la octava en porcentaje de vacunados, muy lejos aún de Estados Unidos o el Reino Unido, pero su velocidad de crucero anticipa que pisará pronto el podio y convierte en fácil su objetivo de cubrir al 70 % de la población a finales de año. 

 China fue la primera en sufrir la pandemia y en vacunar a su población. Empezó en junio pasado con soldados y los gremios más expuestos pero el control del coronavirus en sus fronteras desincentivó la campaña y volcó los esfuerzos en la exportación. En marzo dio el volantazo, urgida menos por la salud que por la economía, y desató el frenesí. Necesitó 25 días para pasar de las 100 a las 200 millones de dosis, entre las 200 y 300 millones requirió de 16 días y se ventiló el tránsito entre las 800 y las 900 millones de dosis en seis días, según la agencia de noticias oficial Xinhua. El último mes ha avanzado a razón de 18,5 millones de dosis diarias y en algunas jornadas ha superado los 20 millones. Ningún país se ha acercado a ese registro. Dos semanas atrás anunció que ampliaría la inmunización a niños a partir de los tres años cuando ningún país vacunaba por debajo de los 12.

Plan del Gobierno

El plan gubernamental se había topado con inesperadas resistencias en marzo: con el país disfrutando de la vieja normalidad durante más de un año, muchos renunciaron al pinchazo. El escepticismo ha sido vencido con rebrotes esporádicos. La provincia septentrional de Liaoning y la meridional de Guandong (la antigua Cantón) han registrado en las últimas semanas algunos casos que, aunque ridículos en comparación con las magnitudes de Occidente, subrayaron la fragilidad de la vida diaria. El del sur ha sido especialmente molesto: el gobierno provincial encerró a varias comunidades y suspendió el comercio de una de las principales vías de salida marítima de la fábrica global. La actividad en los puertos de Guangzhou y Shenzhen, cuarto y quinto del mundo respectivamente en volumen de contenedores, padece aún cuellos de botella que no sólo castigan la economía nacional sino que pone en peligro el suministro mundial para Navidades.  

También han influido los descuentos en supermercados o regalos como huevos, jabón o helados para los reticentes. La estructura vertical china que desemboca en los comités de empresa y vecinales han engrasado la vacunación con eficaces tácticas de persuasión. La prensa local ha informado de excesos: un centro comercial de Shanghái exigía en su entrada el certificado de vacunación y un parque de la provincia de Hebei impedía el acceso a los no inmunizados. Son casos esporádicos pero que han obligado a Pekín a recordar que la vacunación es voluntaria. 

Zhou pasó el trámite en marzo. Es ingeniera en un gigante nacional de internet con sede en Zhongguancun, un parque tecnológico al norte de Pekín donde se aprietan más de medio millón de trabajadores. “Todo fue muy fácil. El personal médico llegó a  la empresa y nuestro jefe nos recomendó que nos vacunáramos. Yo me demoré un mes y, cuando vi que mis colegas no sufrieron ningún efecto secundario, me decidí”, señala. Su compañía ha rebasado el 80 % de vacunados que buscan las autoridades.  

Ni el sometimiento del virus en China ni la mejoría del cuadro global ha empujado a  Pekín a abrir sus puertas. Las declaraciones oficiales ahuyentan el optimismo y las cuarentenas a los llegados se han alargado hasta las tres semanas. La contradicción alimenta las conjeturas. Quizá China tenga más dudas de las que admite sobre la eficacia de sus vacunas. O quizá, simplemente, siga apegada a la receta de pecar por exceso que ha apuntalado su exitosa lucha contra la pandemia.  

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