Los precedentes del MeToo de Maristas en la diócesis

Decenas de periodistas cubrieron el mediático juicio contra Miguel Rosendo, condenado por abusos a una migueliana

Decenas de periodistas cubrieron el mediático juicio contra Miguel Rosendo, condenado por abusos a una migueliana / FDV

Ujué Foces

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La denuncia pública de ocho exalumnos de los Maristas de Vigo para destapar un presunto caso de pederastia en los años sesenta por parte de cuatro religiosos del centro, ya fallecidos, divide a la sociedad, como ocurre casi siempre con los casos de pederastia en el entorno religioso. ¿Es verdad? ¿Se trata de un ataque directo a la Iglesia? Los testimonios de los antiguos alumnos del colegio El Pilar, casi todos septuagenarios, podrían no ser los únicos ya que otras víctimas estarían dispuestas también a contarlo.

Pero el #MeToo (yo también) de los antiguos alumnos de los Maristas tuvo otros precedentes en la diócesis de Vigo-Tui. Las denuncias por abusos a menores sentaron en el banquillo y condenaron al antiguo párroco de Baredo; a un hermano marista vigués y a Feliciano Rosendo, líder de los Miguelianos, mientras que un sacerdote y profesor de los Salesianos de Vigo espera juicio por presuntos abusos a seis niños en un campamento en Cambados. También uno de los mejores exorcistas de España fue condenado por abusos a una feligresa, mientras que el fallecido hermano Donaire, al frente de los hermanos Pobres de Teis, era investigado cuando falleció por posibles abusos a dos personas con discapacidad.

Edelmiro Rial, párroco de Baredo. Condenado a 21 años de prisión en 2003 por abusos sexuales a seis menores, monaguillos y alumnos suyos. Protagonizó el caso más grave juzgado hasta la fecha en la diócesis Tui-Vigo y se conoció en 2001 cuando adolescentes, entre 14 y 16 años, que habían sido monaguillos en la parroquia y alumnos suyos en el Instituto de Baiona le denunciaron. La parroquia se dividió a favor y en contra del párroco.

En el juicio, celebrado en la Audiencia de Vigo en febrero de 2003, admitió que durmió en su cama con cuatro de los menores, pero negó los abusos y se declaró “víctima de un montaje”. Afirmó que compartían lecho para no tener que hacer otras camas de la casa rectoral y porque la vivienda era fría. El sacerdote reconoció que pudo tocar a alguno de los jóvenes “con un movimiento involuntario mientras dormía”. En 2008 logró el tercer grado y fue excarcelado. Había cumplido menos de 5 años de prisión, lo que causó indignación en las víctimas y sus familias. El Obispado comunicó que el Derecho Canónico preveía privarle del sacerdocio y tampoco podría dar clases de religión.

Fernando Vecino, religioso de los Maristas de Vigo. En el año 2009 otro caso salpicaba a un religioso jubilado del colegio El Pilar. El hermano, de 69 años, reconoció los tocamientos a los que sometió a dos niñas de 10 y 11 años cuando ejercía de secretario del centro y asumió una condena de 2 años de prisión y el pago de una indemnización de 14.000 euros. El acuerdo evitó la celebración del juicio y su ingreso en la cárcel. Fue apartado del centro educativo al conocerse los hechos. Una niña acudía al despacho a saludarle y pedirle golosinas.

En dos ocasiones le tocó el pecho por encima de la ropa y otra vez la barriga por debajo de la camiseta. Los abusos a la otra menor, según su padre, ocurrieron cuando fue a hacer unas fotocopias. Le realizó tocamientos en el pecho por debajo de la ropa al tiempo que le decía “que callada y guapa eres”. En enero de 2010 el religioso Fernando Vecino fue homenajeado por la agrupación Compostela Marista por “sus 50 años al servicio del señor”, ya estaba en marcha el proceso que le condenó en 2010 a dos años de cárcel.

José Luis Portela, párroco de San Campio en Tomiño. Uno de los principales exorcistas de España, fue condenado en 2017 a un año de prisión y 4.000 euros de indemnización, así como al pago de las costas, por abusar sexualmente de una feligresa en agosto de 2014. No interesó en la cárcel porque la pena era menor de 2 años y se trataba de su primer delito. La denuncia también dividió a la parroquia, más a favor que en contra del sacerdote. La sentencia considera probado que el hombre, en la sacristía del templo, le introdujo las manos por debajo de la ropa a la mujer y le pidió que le besara al tiempo que la agarraba y besaba el cuello diciéndole “Dios quiere que estés bien”. El cura negó inicialmente que ella hubiera entrado en la sacristía, pero la mujer describió perfectamente el lugar. Entonces él se desdijo y admitió que entró unos instantes. La denuncia partió de la doctora de la víctima, que al tener problemas de insomnio acudió a su médica y relató lo ocurrido. Portela sigue siendo párroco de San Campio y su situación “es acorde con la disciplina y legislación eclesiástica”, según informan desde el Obispado de Tui-Vigo.

Segundo Cousido. El joven sacerdote y profesor del colegio María Auxiliadora de los Salesianos en Vigo, acusado de abusar sexualmente de seis menores en un campamento de verano en las instalaciones de la Orden en Cambados, está a la espera de la fecha del juicio.

La Fiscalía pide penas que suman 67 años de prisión y la jueza instructora ve indicios de 12 delitos de abusos sexuales, uno de ellos continuado sobre seis menores de 16 años consistentes en tocamientos de pene y genitales. Los hechos tuvieron lugar entre el 15 y el 23 de julio de 2019.

Miguel Rosendo, líder de Orden y Mandato San Miguel. El Tribunal Supremo confirmó el pasado mes de mayo la condena de nueve años de cárcel al fundador de los Miguelianos, cuya casa madre estaba en Mougás, en Oia, por abuso sexual continuado a una seguidora menor de edad actuando con prevalimiento y penetración.

La acusación particular pedía la repetición del juicio porque reclamaba 66 años de cárcel y la defensa, la absolución, por lo que la sentencia opta por ratificar la condena impuesta por la Audiencia de Pontevedra. El Supremo también confirmó las absoluciones para el resto de los acusados y al líder lo exculpan de abusos a otras adeptas. Según el alto tribunal, Rosendo se fijó en la víctima cuando era menor de edad, convenció a sus padres, con problemas económicos para irse a vivir a Mougás, y luego la aisló diciéndole que sus progenitores eran malos.

Los abusos comenzaron en la infancia y se prolongaron siete años, hasta que la víctima cumplió 18 años y Rosendo practicó sexo completo con ella. El juzgado encargado de la ejecución debe determinar ahora en qué grado penitenciario se le clasifica. Si fuera en tercero ya no volvería a la cárcel al haber cumplido un cuarto de la condena, cuatro años de prisión preventiva.

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